• [ Capítulo:04 ] •

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[ Feliz cumpleaños pequeña bomba ]


Yuyu_p21 Fantasy_decarello tokyr_5

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El amanecer se coló suavemente por las cortinas, pintando la habitación con tonos dorados y cálidos. Afuera, las aves trinaban con entusiasmo, y el aroma del rocío se mezclaba con la fragancia tenue a café que aún flotaba en el aire desde la noche anterior.

Dentro del departamento, todo era quietud.

Solo se escuchaba el murmullo del viento y la respiración acompasada de una pareja enredada entre sábanas blancas.

Jinx dormía con el cabello despeinado cubriéndole la cara, acurrucada contra el pecho de Ekko. Él la abrazaba por la cintura, hundiendo el rostro en el hueco de su cuello, respirando su calor con una paz tan pura que parecía ajena al mundo.

Ninguno tenía intención de moverse.

Era una de esas mañanas en las que el tiempo se volvía cómplice y la cama era un universo entero.

Hasta que la realidad llegó… en forma de dos bolas de pelo.

Shiro, el gato blanco, empezó a restregarse contra la pierna de Ekko, maullando en un tono exigente de “ya despierta, humano”. Mientras tanto, su hermano Kuro optó por un método más directo: saltar sobre la almohada y plantarse justo encima del rostro de Jinx.

El sonido de un “mmphf"

—¡KURO! —rompió la calma.

Jinx se incorporó de golpe, despeinada y con la mirada medio dormida, sosteniendo al culpable con ambas manos.

—¡¿Intentas matarme o qué, bola de manteca?! —protestó, mientras el gato soltaba un sonoro miau y comenzaba a ronronear con descaro.

Ekko, aún entre sueños, soltó una risita ahogada contra la almohada.

—Te advertí que ese gato tiene complejo de asesino... —murmuró con voz ronca, sin abrir del todo los ojos.

—Sí, pues casi me manda al otro mundo, príncipe del sueño eterno. —Jinx giró para mirarlo, y el corazón se le derritió al verlo así: despeinado, con esa sonrisa medio dormida que tanto le gustaba.

Ekko alzó una ceja, extendiendo una mano para acariciar la mejilla de su novia.

—Buenos días, princesa… —dijo con una voz tan suave que parecía un beso.

Jinx intentó mantenerse seria, pero la ternura la venció.

—Buenos días, Best boy… —susurró, dándole un golpecito en la nariz con el dedo.

Kuro, aún en brazos, soltó un ronroneo tan fuerte que parecía un motor, mientras Shiro se subía a la cama y se acurrucaba entre ambos, ocupando descaradamente el espacio entre sus cuerpos.

—Mira nada más —rió Ekko—, nuestros gatijos no nos dan ni cinco minutos de paz.

—Al menos son más adorables que tus alarmas —dijo Jinx, dejando caer la cabeza sobre su pecho.

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