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Narra Marina Parker:
¡Tres bromas! ¡Tres malditas bromas! Y apenas era miércoles. Eso era lo que me repetía a mí misma mientras caminaba furiosa hacia la cabaña 11. Había decidido que esa vez no habría perdón: iba a lanzarles una ola bien grande a esos hermanos Stoll, especialmente a Travis Stoll, el jefe de las bromas que nos habían atormentado toda la semana.
Golpeé la puerta con fuerza y, para mi sorpresa, uno de los gemelos abrió.
—Hey, sirenita… —empezó a decir, pero no acabó la frase porque yo lo interrumpí sin dudarlo.
—¡¿Se puede saber qué os pasa con los hijos de Poseidón?! —grité, furiosa— ¡No habéis parado de gastarnos bromas a Percy y a mí!
Curiosamente, apartó la mirada y pude ver cómo se sonrojaba.
—Yo… lo siento… no pensaba en eso cuando le explicaba el plan a Connor… —dijo, con un hilo de voz.
¡Hasta ahora no lo había reconocido!
—¿Encima eres tú el que ideaba las bromas? —exclamé— ¡¿Qué te he hecho yo?!
—Ser tan guapa… enamorarme. No notarte ni hacerme caso… ¿quieres más razones? —soltó él, casi sin pensarlo.
Me quedé en blanco. Donde antes había enfado, ahora había sorpresa. Travis se dio cuenta de lo que acababa de decir y bajó la mirada, sonrojado hasta las orejas.
—Yo… lo… —empezó a decir, inseguro.
—¿Te gusto? —le interrumpí, con una mezcla de incredulidad e ilusión. ¿El chico que últimamente me hacía sentir mariposas en el estómago y que hoy me había hecho enfadar estaba enamorado de mí?
—Sí —contestó, firme esta vez.
No me lo podía creer. Sonreí y me lancé hacia él, besándolo con fuerza. La tensión, los enfados, las bromas… todo se desvaneció en ese instante.
Al separarnos, lo miré a los ojos y supe que algo había cambiado para siempre. Travis y yo ya no éramos solo “víctimas” y “bromista”, ahora había algo más. Algo grande. Algo que valía cada risa, cada enfado, cada ola lanzada por el lago.
Y allí, frente a la cabaña, supe que por fin había encontrado a alguien que me hacía reír, enojarme y soñar al mismo tiempo.