8 años

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Estaba sufriendo un ataque de ansiedad y me llegó un mensaje de una amiga de la familia: "Estoy llegando al pueblo, ¿te apuntas?" Y no me negué.
Su presencia me trae paz, me habla como si le hablara directamente a mi alma soñadora y perdida, me habla de cómo soy y quiero ser, es mi psicóloga y la tengo ahí siempre que quiero...
Fuimos a su casa y ella preparó cena para dos, mientras, me dijo que encendiese el ordenador, que tenía que mandar un e-mail antes de las 12 y eran al rededor de las 10.
Yo obedecí y ella puso la pasta a hervir.
Cuando la pasta se terminó de hacer, vino a mi lado y me dijo que me sentara encima de ella, ya que no tenía más sillas en la habitación.
Yo la había observado, sus labios, sus ojos, sus gestos, sus facciones, era tan suave que daba miedo hasta tocarla, pero su robusto cuerpo me daba margen para tratarla.
Me dio permiso para encender el ventilador, pleno agosto y dos cuerpos tan pegados no podría ser bueno...
Empezó a tomarme de la mano, como de costumbre hacía cuando íbamos en su coche, era muy cercana, conforme escribía el e-mail sus manos se posicionaban en mis hombros, piernas, cintura...
Yo llevaba menos ropa de lo normal, el pantalón más corto que tengo y una camiseta que enseñaba un poco la barriga, algo bastante raro en mí.
Yo le atraía, lo notaba, tanto en ese momento como en veces anteriores. Un suave beso en el cuello me despertó del e-mail, con sus manos subiendo por mi cintura haciendo así levantar mi camiseta, sacando mis pechos de las copas del sujetador y masajeandolos lentamente, apretando mis pezones y creando en mi esa sensación de placer que hacía tanto tiempo que no tenía.
Me quitó la camiseta, el sujetador, metió su mano en mi pantalón y contra mis bragas apretó su mano estimulando todo mi sexo y ¡oh! ¡Qué gusto! Metió su mano bajo mis bragas y no dejó de tocarme.
Jugó con el sudor de mi espalda con su lengua y labios, me bajó pantalones y bragas para mayor comodidad y no paró de tocarme hasta que llegué.
Terminó el e-mail en medio minuto y me llevó de la mano a la ducha mientras se enviaba.
Nos desnudamos, la una frente a la otra, yo me sentía su niña, su princesa por cómo me trataba. Nos mojamos, me puso jabón en las manos y me dejé llevar a enjabonarle los pechos, barriga y sexo. Froté su sexo y le dio vergüenza terminar tan pronto que se dio la vuelta y le hice un masaje en la espalda, frotando mis pezones contra su cuerpo, besando su espalda y masajeando sus glúteos...
Se dio la vuelta y me la dio a mí y empezó de nuevo a tocarme y yo hacía todo lo posible por tocarle a ella también para llegar a la vez pero me movía con tanta facilidad que no pude más que encogerme y volver a llegar. Dos veces en nada de tiempo.
Me masajeó la espalda un poco y me cogió de la cabeza y me puso recta. Cuando me soltó, yo era otra. Estaba desatada, le tenía ganas y con algo más de alegría comencé a tocarle.
Ella me enseñó como le gustaba pero el hecho de que yo tenía otras experiencias lo hizo diferente. En nada llegó y mucho mejor que ella sola. "Eres una máquina" me decía y yo, como su niña, me sonrojaba.
Nos enjabonados bien, salimos de la ducha, nos secamos, vestimos, tomamos algo y me llevó a casa en coche.

La pasta se la comió yo no sé quién, pero ella, 8 años mayor que yo, me dio placer, y sobretodo, me dio fuerza para seguir adelante. Una nueva amante.

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