La ducha

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Cerré la mampara, me di la vuelta y mientras que con una mano cogía la alcachofa, con la otra abría el agua.
Dejé caer el agua hasta la temperatura ideal y entonces mojé todo mi cuerpo. Noté cómo corría el agua por mi cuerpo cayendo hasta la placa y escapándose por el sumidero. Corté el agua.
Se abre la puerta del baño y se cierra quedando una mujer dentro. Me agaché a coger el champú, puse un poco en mi mano, que pasó a la cabeza y escuché el albornoz de esta chica caer sobre el suelo. Estaba desnuda.
Froté mi cabellera y me di la vuelta. Aquella mujer, mi mujer, entraba conmigo a la ducha.
Me besó. Un beso fuerte y apasionado, lleno de ganas y roce. Me puse caliente. Ella cogió la alcachofa, encendió el grifo y mojó todo su cuerpo mirándome con insinuación, tocando su cuerpo para mojarlo bien. Abrió las piernas y empezó a tocarse internamente mientras que el agua estimulaba su clítoris.
No dejaba de mirarme a los ojos y yo sentía como me pedía tras esa mirada algo. Fóllame.
Yo notaba toda la sangre de mi cuerpo alterar todos y cada uno de mis capilares sanguíneos y con semejante acto mi miembro erectarse poco a poco cada vez más sólo de mirarla.
Los brazos los dejé caer, al igual que mis babas, le quité la alcachofa y me enjuagué el pelo. Una vez libre de jabón alguno di un paso hacia ella, la pegué a la pared y empecé a besar su cuello. Ella dejó de tocarse y agarró mis nalgas y las masajeó mientras mis besos iban bajando poco a poco de su cuello a sus pechos.
El agua no cesaba de recorrer su cuerpo y mis labios y lametones, succiones y mordisquitos se perdían entre esta.
De repente me vi estampado contra la pared y algo en mi necesitó tomar aire. Ella dejó la alcachofa de la ducha y cerró el grifo. Me miró cual león a su presa y se me abalanzó como una fiera a besarme apasionadamente mientras con una mano tomaba mi miembro y comenzó a darle juego a sus pliegues.
Su lengua de serpiente rozaba a duras penas la mía, mis pulsaciones se aceleraban conforme más rápido su mano se movía y separó nuestros labios. Me dejó con más ganas de sus labios y yo se lo hice saber con cara de "quiero más". Deseaba que me volviese a besar pero se agachó, se arrodilló y miró mi miembro como si su lengua fuera a envolverlo en veneno y aunque intenté agacharme para estar en igualdad de condiciones, ella puso mi miembro entre sus manos, acariciándolo y el veneno, ya estaba envolviéndome.
Noté cómo su saliva iba envolviendo mi miembro cada vez más erecto y como lo masajeaba con sus finas manos.
Su lengua de serpiente se puso en acción, se movió rápidamente por todos los pliegues de mi miembro y ¡ah! Encontró el punto...
Tengo un puntito entre el cuello y la corona muy pequeño, más que un grano de arroz, y su lengua se encarga siempre de envenenarlo de placer...
Comenzó a hacerme "cosquillas" con los dientes en el glande mientras con una mano tenía recogido todo mi escroto y lo empujaba hacia el miembro y la otra masajeaba el cuerpo pasando el dedo pulgar con algo de fuerza por mis venas dorsales.
Es una diosa, en este momento, mi diosa, y soy yo quien debería estar a sus pies, y no mi diosa a los míos.
Mis músculos se van llenando de adrenalina y estando a punto de llegar al limbo, para, me mira y me dice:
-Córrete para mí
Y yo, sumiso ante sus palabras y actos, obedezco, porque ese era el impulso que me faltaba para llegar hasta el cielo, sus palabras y la rapidez con la que terminó el viaje hicieron que todos mis músculos se contrajesen de golpe, llegase todo mi cuerpo a su estado de éxtasis y se soltase de golpe todo el furor que me había causado...

Ahora yo era suyo, le pertenecía, la llevé en brazos a la cama, ambos empapados aún y le hice, todo lo que ella me pidió...

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