El sol comenzaba a descender, pintando el cielo de tonos anaranjados y violetas, cuando los tres amigos salieron juntos del edificio de apartamentos. Al llegar a la calle principal, Shi QingXuan se despidió con un gesto exagerado.
—¡Bueno, mis queridos plebeyos, yo me voy por aquí! —anunció con una floritura—. Tengo que empezar a buscar el lugar perfecto para la fiesta de bienvenida de A-Lian. ¡Algo épico, legendario! ¡Nos vemos mañana!
Y con eso, giró en dirección a las tiendas del centro, dejándolos solos. Feng Xin y Mu Qing continuaron su camino, el aire fresco de la tarde era un alivio después del calor y el caos del pequeño piso. Caminaron en silencio por un momento, un silencio que no era tenso, sino más bien reflexivo.
—Se le ve... bien —dijo Feng Xin finalmente, rompiendo el silencio. Su voz, usualmente ruidosa, era sorprendentemente suave—. Joder, se le ve realmente bien. Cuando sonrió hoy... era diferente.
Mu Qing asintió, con las manos en los bolsillos de su chaqueta. —Lo sé.
Había una sinceridad en la voz de Feng Xin, una vulnerabilidad que rara vez mostraba. —Tenía tanto miedo, Mu Qing. Cada vez que ese teléfono sonaba de madrugada... Cada vez que un médico salía con cara de funeral... Pensé que lo perderíamos. Realmente lo pensé. Y ese doctor... Hua Cheng... juro por los dioses que pensé que era otro charlatán que venía a llenarlo de falsas esperanzas.
Se detuvo, pasándose una mano por el pelo. —Pero lo hizo. Hizo lo que nadie más pudo.
Mu Qing se quedó mirando la acera, las grietas en el cemento formando un mapa de caminos rotos. —No solo lo curó de la enfermedad —dijo en voz baja, casi para sí mismo.
Feng Xin lo miró, confundido. —¿A qué te refieres?
Mu Qing suspiró, una pequeña nube de vaho escapando de sus labios. —También curó algo más. Algo en su corazón.
Un recuerdo, nítido y doloroso, emergió en su mente sin ser llamado.
Segundo año de secundaria.
El pasillo olía a humedad y a la cera barata con la que limpiaban los suelos. Unos matones de último año, aburridos y crueles, le habían "bautizado" por tropezar accidentalmente con uno de ellos. Un cubo entero de agua sucia, la que usaba el conserje para fregar, se estrelló contra él, empapándolo de pies a cabeza con un líquido helado y maloliente. La humillación era un fuego que le quemaba las mejillas, mientras las risas resonaban a su alrededor. Se sentía pequeño, impotente, ahogado por una rabia que no podía expresar. Su madre estaba enferma, sus hermanas pequeñas lo necesitaban, su padre se había ido... y el mundo parecía empeñado en recordarle lo miserable que era su existencia.
Justo cuando estaba a punto de dejar que la desesperación lo consumiera, una voz tranquila lo sacó de su miseria.
—¿Necesitas ayuda?
Levantó la vista. Era Xie Lian. El chico popular, el estudiante brillante, el que parecía tenerlo todo. Estaba de pie frente a él, no con lástima, sino con una genuina preocupación en sus ojos ambarinos. Le ofreció una toalla y su propio uniforme de educación física sin pedir explicaciones, sin juzgarlo.
Simplemente lo ayudó.
Recordó también la primera vez que conocieron a Shi QingXuan, que había tenido una pelea monumental con su hermano mayor y había huido de casa. Xie Lian, sin dudarlo, le había ofrecido su sofá y su amistad, sin pedir nada a cambio. Siempre había sido así. Ayudando a todos, con esa sonrisa amable y esa altanería casi ingenua de "querer ayudar a la gente común".
ANDA SEDANG MEMBACA
˙˚ʚ ԋҽαɾƚ ƚσ ԋҽαɾƚ ɞ˚˙
Fiksyen PeminatXie Lian tenía muchas esperanzas y metas en su vida, quería disfrutar de ella lo más que pudiese. Pero luego de dos años confinado en una cama de hospital, esos sueños y esperanzas se ven truncados... Esto hasta que el nuevo doctor asignado a su cas...
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