Era arriesgado. Peligroso, incluso. Podía costarle su licencia, su reputación, su carrera entera. Pero cuando la imagen de Xie Lian sonriendo con el libro de botánica entre las manos acudió a su mente, cualquier duda se desvaneció. La ética profesional se volvía borrosa cuando se enfrentaba a la extinción de un alma como la suya. Este era un camino que nadie más se atrevería a tomar. Y él lo recorrería por ambos.
Cuando Hua Cheng entró en la habitación de Xie Lian esa mañana, el aire a su alrededor vibraba con una intensidad nueva. Llevaba la misma bata blanca, pero parecía un general antes de la batalla decisiva. Su cabello estaba ligeramente desordenado, y unas sombras oscuras bajo sus ojos hablaban de las noches en vela, pero su mirada era más afilada que nunca.
Xie Lian, que estaba intentando leer el mismo párrafo de un libro por décima vez, lo notó de inmediato. No era la calma profesional de siempre, ni la gentileza compasiva. Era la energía contenida de un depredador antes de saltar, la quietud de una tormenta a punto de estallar.
—Xie Lian —dijo Hua Cheng, y su voz, aunque suave, tenía un filo de acero que hizo que Xie Lian cerrara el libro—. Tenemos que hablar.
Dejó su tableta sobre la mesita de noche. La pantalla mostraba gráficos complejos y cadenas de proteínas que para Xie Lian eran como un idioma arcano.
—He encontrado algo —continuó Hua Cheng, sus ojos fijos en los de Xie Lian, sin parpadear, creando una burbuja de intimidad que excluía al resto del mundo—. No es una cura. Ni siquiera es un tratamiento aprobado. Es una posibilidad, una muy remota, basada en una teoría que ningún otro médico en este hospital consideraría remotamente cuerda.
Le explicó su hallazgo con una claridad brutal, sin endulzar los riesgos ni adornar las esperanzas. Habló del marcador genético, del fármaco experimental, de la posibilidad de efectos secundarios graves que podrían ir desde un fallo orgánico hasta una reacción alérgica fatal. Le explicó la probabilidad de que no funcionara en absoluto, de que incluso pudiera acelerar el deterioro. Fue, objetivamente, la conversación menos esperanzadora que habían tenido nunca.
Y, sin embargo...
Xie Lian escuchaba, el corazón martilleándole en el pecho, no con miedo, sino con una extraña resonancia. Por primera vez en dos años, no oía a un médico recitando probabilidades y estadísticas frías. Oía a un hombre que había ido a la guerra por él mientras dormía. Veía en la fatiga de su rostro las noches en vela, y en el fuego de su mirada, una determinación que bordeaba la locura. Una locura que, de alguna manera, se sentía como la única cordura que le quedaba. Había algo en esa devoción desesperada que le resultaba vagamente familiar, como el eco de una canción olvidada.
—El protocolo estándar sería esperar, seguir observando, hacer más pruebas que probablemente no nos dirían nada nuevo —concluyó Hua Cheng, su voz bajando a un tono más íntimo—. Pero no tenemos tiempo para eso. Cada día que pasa, el daño se vuelve más irreversible. Este fármaco... es nuestra única oportunidad de atacar la raíz del problema tal y como yo la concibo. La decisión, sin embargo, es tuya. Solo tuya.
Xie Lian bajó la vista hacia sus manos, pálidas y delgadas sobre la manta azul del hospital. Durante dos largos años, había sido un sujeto pasivo. Un cuerpo al que se le administraban tratamientos, se le hacían pruebas, se le observaba con compasión o con frustración. Un problema a resolver. Ahora, Hua Cheng no le ofrecía una cura milagrosa; le ofrecía una elección. Le devolvía el poder sobre su propio destino, por muy frágil y efímero que fuera. Le estaba devolviendo su nombre, su voluntad.
Levantó la vista y se encontró con la mirada intensa de Hua Cheng. Vio la promesa que le había hecho días atrás —"No te dejaré morir"— no como palabras vacías dichas para consolar a un enfermo, sino como el fundamento de esta apuesta desesperada.
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Hayran KurguXie Lian tenía muchas esperanzas y metas en su vida, quería disfrutar de ella lo más que pudiese. Pero luego de dos años confinado en una cama de hospital, esos sueños y esperanzas se ven truncados... Esto hasta que el nuevo doctor asignado a su cas...
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En başından başla
