El fin de semana de Petyr fue delicioso, pasaron parte de la velada con Suzzane, la cual adoraba la compañía de Alice. Suzzane, que siempre quiso una hija o una nieta por lo menos, se sentía en las nubes por tener a la sonriente chica en su casa y Petyr rebosaba felicidad al ver a sus dos rubias juntas llevarse tan bien.

Esa noche de sábado, al igual que todas las demás que pasaba al lado de Alice, soñó de nuevo con esa imitación de Victoria, esa salvaje y provocativa imitación, esa mujer que en sus sueños lo retaba a hacerle el amor, que lo descontrolaba, que desataba en él una impúdica lujuria casi animal.

—¡Déjame en paz!

—Te dejaré en paz cuando realmente lo desees.

—¡Aléjate de mí!

Pero la mujer no obedecía súplica ni reclamo, solo se desnudaba frente a él y lo provocaba hasta el punto en que Petyr siempre cedía y la poseía como ella lo pedía. En esa ocasión Petyr la lanzó al suelo, pero esta no demostró ningún dolor o sufrimiento, solo se despojó de la túnica negra que apenas la cubría y comenzó a tocarse frente a él, se tocaba de una manera frenética. Rápidamente Petyr se percató de los fluidos que esta emanaba y la erección fue inevitable, ya que los gemidos descarados que la Victoria falsa emitía no ayudaban mucho para que Petyr se distrajera.

—¿En serio quieres que me aleje de ti? —preguntó la falsa Victoria con la respiración más que acelerada y clavando su mirada en Petyr, que aún estaba de pie frente a ella y se relamía los labios.

Entonces él actuó, se arrancó la camisa, se desabotonó el pantalón, se puso de rodillas ante las piernas abiertas de la ardiente mujer y la abofeteó con furia y rencor, para después hacer a un lado bruscamente la mano ocupada de la mujer.

—¡Deja de tocarte! ¡Si quieres ser mía, lo serás, pero no de la mejor manera!

La imitadora de Victoria sonrió a carcajadas durante toda la faena, cosa que llenaba de rabia a Petyr y se lo hacía notar en la manera en cómo la sodomizaba. Petyr se sintió aliviado cuando por fin pudo despertar.

Todo esto era como si su subconsciente quisiera sabotear las noches que pasaba con Alice con estos tormentosos sueños, pero al ver el angelical rostro de su compañera la paz regresaba a su cuerpo.

El lunes por la mañana Petyr condujo hacia el sanatorio, igual que cada mañana por los últimos meses. Cada vez que pasaba por el arco de la entrada veía esa leyenda que siempre rezaba igual y que aún no lograba comprender... "Descifrando los laberintos de la mente"

Petyr sabía que ese día tendría la primera de varias sesiones de grupo con sus cuatro chicas.

—Buenos días, doctor Northman —saludó Anna al ver a Petyr llegar, al mismo tiempo que se ponía de pie y tomaba unos papeles y recados.

—Buenos días, Anna —contestó Petyr para después abrir la puerta de su oficina y cederle el paso a su secretaria.

Ambos entraron a la oficina, Petyr encendió un cigarrillo y Anna comenzó a recitarle las labores de la semana, incluyendo la sesión de grupo.

—La enfermera Guisell está de vacaciones y después empezará el trámite de su jubilación, así que de ahora en adelante solo lo recibirá Lucy —avisó Anna según las notas generales de las asistentes. Miró por la ventana y notó el viento soplando, vio como hacía mover las ramas de los árboles y pensó en la sesión de grupo que el doctor tenía programada para esa mañana, la cual sería al aire libre—. ¿No cree que aún hace un poco de frío para estar afuera?

—No, creo que los ánimos y la plática las distraerán del poco frío que queda —respondió con una sonrisa Petyr, respuesta que Anna no comprendió y jamás comprendería.

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