VAMPIRES

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—Debo ir por ellos —fue lo primero que dije al recuperar completamente la conciencia, tomando por sorpresa a los demás, que eran totalmente ajenos a lo que acababa de ocurrirme.

—¿Hablas de los chupa sangre? —preguntó Taki, confundido. Para ellos, yo no me había desmayado; solo había quedado en silencio por menos de un minuto.

—Sí. Sarah y Shujua me lo dijeron... Debo encontrarlos. Ellos son mi enlace. En cuanto esté con ellos, buscaré a K y lo destruiré —dije con determinación, sorprendiendo aún más a los otros.

—Si no fuera porque sé todo lo que está pasando, te tomaría por loca —respondió Nicho con diversión. Por lo visto, empezaba a caerle bien.

—¿Y cómo piensas encontrarlos? Ni siquiera nosotras sabemos dónde están ni a dónde escaparon —dijo Taki con franqueza. Tenía razón. Incluso los lobos habían intentado localizarlos sin éxito.

"Recuerda, ellos son tu enlace..."

La voz de Sarah y Shujua resonó suavemente en mi mente, como un eco. Tenían razón. Algo dentro de mí me decía que podía encontrarlos por mi cuenta... que había una conexión más profunda entre nosotros.

—Ya sabré cómo —dije con seguridad—. Pero primero debo aprender sobre mis poderes, o al menos saber defenderme. Si quiero derrotar a K, necesito ser más fuerte que él.

Miré a los chicos directamente a los ojos.

—Y ustedes... ustedes me van a ayudar.

—¿Y cómo? Ni siquiera sé qué es tu sangre. No prestaba atención cuando K hablaba de eso... parecía un loco desquiciado. Prefería dormir y evitarlo —respondió Nicho, encogiéndose de hombros. Taki lo miró con desaprobación.

—Sí, Sumin, te ayudaremos —dijo Taki, con su característica sonrisa amable, mientras le daba unos codazos discretos a su compañero para que se callara.

—No se trata solo de fuerza —continué—. Tengo que entender lo que soy... por qué fui elegida. Sarah y Shujua no me lo dijeron todo, pero dejaron claro que el tiempo se acaba. Y si no me preparo ahora, no habrá una segunda oportunidad.

Por un momento, el silencio se apoderó del lugar. Nadie hablaba, pero las miradas entre ellos lo decían todo: dudas, miedo, esperanza. Al fin, Nicho suspiró con resignación.

—Está bien. Si vamos a entrenarte, que sea con todo. Pero no esperes que sea fácil.

Sonreí, aunque por dentro aún sentía una tormenta rugiendo.

—No espero que sea fácil. Solo espero estar lista.

La noche caía lentamente tras las ventanas. Y mientras el mundo allá afuera se sumía en sombras, yo comenzaba a encender mi propia luz.