Capítulo 24, Leo (Editado)

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El individuo esquiva el cenicero y mueve el cuerpo inconsciente de Alain para que pueda verlo. Mi alma cae directamente al suelo.

—¡Alain! —Intento acercarme y es el brillo de un cuchillo con aspecto de estar perfectamente afilado lo que me detiene.

—William. —La voz grave de mi padre. En un arrebato de inteligencia que no esperaba en mí, enciendo la luz para poder ver mejor. Ahora encuentro el parecido con Lira, tanto en sus ojos como la cara. Por eso llevaba lentillas castañas, para que no pudiéramos distinguir el verde de sus iris. Lleva el brazo escayolado, su rostro está hundido y demacrado—. Te has atrevido a ponerle la mano encima a mi hijo y ahora pretendes hacer lo mismo con el de Clara. Ni el infierno será suficiente para hacértelo pagar.

—Vaya, Zay, si mal no recuerdo ya me demostraste en el hospital que no debía meterme con tu hijo. —Agita el brazo hacia nosotros y de pronto siento una oleada de orgullo—. Me cansé de esperar justicia.

—¿Cuantas veces he de repetirte que meter a niños inocentes no es hacer justicia?

—No me importa, lo que mi hermana ha sufrido por culpa de ese hombre y esa asquerosa abominación que nació no tiene nombre para ser descrito. —Clava ligeramente el arma en el cuello de Alain, la sensación que invade mi cuerpo es como si el filo estuviese rasgando mi propia piel—. Dile a Clara que si quiere que su hijo viva, tiene que salir de dónde se esconde. ¡Me oyes, Clara! ¡Tu pequeño la va a palmar! ¡Y todo por un engendro!

—Déjale ir y llévame a mí —digo sin pensar—. Todo este tiempo he sido yo el que ha entorpecido tu plan.

Avanzo con las manos alzadas ignorando las réplicas de mi padre. William sonríe, tal y como lo hizo cuando yo tenía siete años.

—Tú no me sirves para nada ahora.

Me impulso hacia delante tomando por sorpresa a William. Lo empujo de tal manera que caemos los tres. Forcejeo durante un buen rato intentando arrebatarle el cuchillo hasta que veo como el tacón de Áurea impacta sobre la cara de William.

—Suficiente, pedazo de cabrón —sentencia Áurea hundiendo la punta de su tacón de nuevo en la mejilla de William. Aprovecho para lanzar el cuchillo lejos entre los gritos de dolor de William. Me muevo para comprobar el estado de Alain, que sigue inconsciente con un buen golpe en la cabeza. Lynx se acerca para ayudar. Para mi sorpresa saca una cuerda y ayuda a atar al causante de mis pesadillas. Bien, definitivamente la familia de Áurea forma parte de la mafia o algo por el estilo.

Mi padre sale en busca de la madre de Alain. Los encuentra encerrados en el sótano. Clara aparece, con el rostro empapado tras las lágrimas derramadas. Se arrodilla al lado de Alain, abrazándolo y disculpándose una y otra vez.

Pero no todo está ganado.

Salimos al exterior completamente agotados. Una vieja en la casa de enfrente está espiando en la ventana por lo que le ofrezco mi dedo en un hermoso corte de manga.

Una macabra conversación comienza a desarrollarse y espero que esa señora no llegue a escucharnos.

—¿Qué hacemos con él? Si lo llevamos a la policía seguramente se escape o acaben matándolo para que Erick salga impune —habla Clara entre hipidos.

—Matémosle nosotros, lo enterramos en el jardín y a criar malvas —susurro con maldad. Mi padre me tira de la oreja con fuerza.

Miramos a William; permanece silencioso con la cara horriblemente magullada tras los tacones de Áurea.

—Por el momento tenemos que intentar que el poder de Erick no nos aplaste, así que lo llevaremos con nosotros —dice mi padre, proponiendo el tema del secuestro como si fuese un paseo por el parque. Luego se preguntan por qué he salido así.

—Quizás Andrea pueda hacer algo. —Camino hasta quedar junto a Áurea, que está apoyada en el pecho de Lynx mientras observa a los hermanos de Alain jugar con su agotada tía. Ojalá yo pudiera abstraerme de todo tan fácilmente. Lira está apartada de los demás, contemplando la calle. Me dirijo primero a Áurea—. ¿Tienes el número de Andrea?

Lo busca en su agenda y me pasa el aparato. Contesta a los tres toques.

—Qué tienes a estas horas.

—A tu medio hermana, Alain desmayado, tu agresor, un montón de gente revuelta y probablemente a un Sebastian medio muerto —espeto, demostrando mi gran delicadeza.

—¿Eres Leo?

—Soy Dios. ¿Tú padre está en casa?

Está durmiendo. ¿Qué ha pasado con Alain? ¿Lira está bien? —Resulta divertido que me pregunte por ella.

—Escúchame. Llama a Sebastian y ve con él a mi casa, no te preocupes si está un poco hecho mierda. Allí nos vemos. —Cuelgo sin esperar a que replique—. Su padre está en casa.

Áurea guarda el teléfono en el bolsillo.

—No me van a llegar los tacones para tanto cerdo —dice. Le echa un vistazo a Lira y baja la voz—. Creo que ya se ha enterado de toda la historia.

Me paso las manos por la cara y las resbalo hasta que mis brazos caen como dos fardos a ambos lados de mi cuerpo. Estoy hasta los cojones.

Aún falta demasiado para que esta noche termine.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن