Capítulo 18, Alain (Editado)

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La habitación de Sebastian no podría ser más austera

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La habitación de Sebastian no podría ser más austera.

Está ubicada en un desván. Tiene unos colchones apilados a modo de cama, a su lado, unas estanterías creadas a base de ladrillos y tablones. Montones de libros se apilan al lado del ordenador que tiene tirado en el suelo, junto con una guitarra negra brillante. Seguramente tocaba con la púa de plata que todavía cuelga de mi cuello.

Dejo la mochila en el suelo y saludo a la señora Song. Ella es la dueña de la guardería y por coincidencias del destino también la tía de Sebastian. Nos entrega unas mantas y sábanas límpias. No se me escapa el gesto de desprecio hacia su sobrino en sus rasgados ojos a pesar de que sonríe hacia mí.

Una vez que desaparece en las escaleras me siento en el suelo, pensativo.

—Me odia, ya ves. Parece ser que aquí me va a odiar todo el puto mundo. Pero está bien, es lo que tiene ser un divo —se ríe Sebastian, sacando un par de colchones—. Si por ella fuera, me dejaría morir en cualquier esquina pero le debe demasiado a mi abuelo.

Por un momento me siento intrigado.

—¿Por qué estás aquí? —pregunto entornando los ojos hacia la lámpara de papel que hay en el techo. Ensombrece demasiado la estancia.

Sebastian se pasa las manos por el pelo, sentándose.

—Maté a una persona —susurra sin mirarme realmente. Me quedo en silencio invitándole a continuar—. No voy a excusarme. Tampoco es algo de lo que me arrepienta, he dicho persona por definirlo de alguna manera. Al final tuve que romper los lazos con la gente que quería hasta que pudiese caminar por ahí sin problemas con la ley.

—¿A quién has matado? —Cierro la boca de golpe en el momento en el que salen mis palabras.

No contesta, mira la oscuridad de la noche por la ventana seguramente recordando todo lo que hizo mal en su vida.

Durante un buen rato ambos organizamos la habitación sin decir nada. Las circunstancias de Sebastian son tan intrigantes que vuelvo a preguntar.

—Fue hace dos años —comienza a explicar con un suspiro, alisando las arrugas de la cama improvisada—. Parecía alguien normal hasta que me encontré con que yo estaba en el sótano de su casa. Por suerte, y para su desgracia, no se le ocurrió atarme.

Permanecí a la espera de que continuase intentando que la sorpresa no llegase a mi rostro. Aquello era tan fuerte como lo que nos había sucedido a Leo y a mí. Yo mismo he estado a punto de matar al profesor.

—¿Por eso apartaste a Leo de tu lado? —Él asintió. ¿Si yo hubiese hecho lo mismo Leo estaría bien?

—Siempre he dicho que si algo te aterra lo mejor es que le plantes cara. Pero quizás no acabes bien parado, así que no puedo asegurar que el consejo sea bueno —sentencia, mostrando una fina línea en el costado derecho y otras dos cicatrices que discurren a lo largo de sus brazos cubiertas con el tatuaje. Con razón se mostraban diferentes al tacto. En ese momento Sebastian se me antoja mucho más fuerte que nadie que haya conocido—. Y con esto se ha terminado mi confesión. Puedes estar contento, para mí la confianza es una venta al por menor de tus debilidades.

—En ese punto estoy de acuerdo —sonrío con amargura.

Decidimos dormir ya que es demasiado tarde para nada más.

Ya en la plena oscuridad, escuchando la respiración tranquila de Sebastian, le doy vueltas a la tensa situación.

Según la policía, el hombre llamado William Wackerly no tiene antecedentes penales. A pesar de que hay testigos de la agresión a Leo, al haberlo golpeado hemos perdido toda credibilidad. Si no hubiera escapado del hospital, tras un juicio y mucho dinero estaría de nuevo en las calles.

La amenaza era imponente y a la vez proporcionaba algunas pistas. Tenía contactos. En la prensa local, en el hospital y probablemente incluso en la policía. ¿Quién es en realidad? ¿Qué pretende? Hacer daño a una niña como Lira y años más tarde a Andrea, de una edad y aspecto completamente diferentes era tan aleatorio como incoherente.

Sebastian tiene razón. Es hora de empezar a luchar por lo que quiero. Seguir quieto sin hacer nada, esperar a que todo se arregle es una solución de cobardes. Yo no quiero ser así. Dejar que el miedo y la inseguridad me conviertan en un ser gris sin vida.

Me duermo, trazando planes en mi cabeza con un último pensamiento hacia Leo. ¿Qué estará haciendo?

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora