Angela Martínez, adoptada en Argentina y criada en Colombia, siempre ha sentido que su origen está envuelto de misterio. Al regresar a Argentina con su familia, se enfrenta a secretos ocultos que cambiarán su vida para siempre.
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El día del concurso finalmente llegó, y la emoción me tenía completamente despierta desde temprano. Estaba feliz por mi hermano y por los chicos, así que me levanté más temprano de lo habitual, ya que les había prometido que los ayudaría con todos los preparativos, además de intentar calmar un poco los ánimos de las chicas. Mar me había llamado ayer, furiosa, contándome que Thiago los había estado engañando y que, al parecer, estaba en las dos bandas. Me sorprendió, sí, pero también traté de ponerme en su lugar. Conociéndolo, seguramente lo había hecho con buena intención, intentando ayudar a ambos lados como el buen amigo que era.
Me bañé, me puse ropa cómoda y bajé a encontrarme con mi hermano, que también iba al hogar, ya que su grupo se prepararía allí. Salimos juntos de casa y le pedimos a José que nos llevara.
Al llegar, nos despedimos de él rápidamente y fuimos hacia la entrada. Tocamos la puerta y, al poco rato nos abrió Malvina, la saludamos rápidamente y subimos para buscar a los chicos, mi hermano fue directo al salón de baile mientras que yo me dirigí al cuarto de las chicas.
Las encontré hablando tranquilamente y me acerqué para unirme. Me saludaron con una sonrisa y enseguida empezaron a contarme bien lo que había pasado ayer con Thiago.
Mientras hablaban, fui entendiendo mejor la situación. Sí, era lógico que los chicos estuvieran molestos, pero también podía entender a Thiago. Estaba en una posición difícil, más aún con Simón afónico y sin querer dejar tirados a los demás.
—Vamos a arreglarnos, ¿nos acompañás? —dijo Jazmín, saliendo un poco del tema.
—Dale.
Nos dirigimos al baño—Che Rama escúchame, ¿no viste a-
Jazmín se quedó en silencio de golpe, al sentir que alguien estaba atrás de nosotras. Las tres giramos al mismo tiempo... y nos encontramos con Tacho, completamente desnudo, saliendo de la ducha.
Abrí los ojos como platos y llevé las manos a mi cara, tapándome los ojos de inmediato.
—¡Tacho! —exclamé, horrorizada.
—¡No, no, Tacho! ¡Telón, loco, tapate! —dijo Mar entre carcajadas, mientras Jazmín también se reía sin poder creerlo.
—¡Bueno, bueno, ya me tapo! —respondió él, buscando apurado una toalla.
No aguanté la curiosidad y entreabrí los dedos solo un poco para mirar.
—Mirá vos, mirá tranquila —dijo Tacho con una sonrisa burlona al notarlo.
—¡Ey, no miren! —protestó Jazmín, tapándonos los ojos a Mar y a mí mientras seguía riéndose.
—¡No estoy mirando! —dije, riéndome.
—Bueno, paren un poco —intervino Rama desde adentro, mirándonos con diversión.
—¡Bueno, bueno, fuera, fuera, que nos toca a nosotras, dale! —dijo Mar, dando palmaditas para echarnos—. ¿Ya te tapaste? —le preguntó a Tacho, girándose apenas para comprobarlo.
