Angela Martínez, adoptada en Argentina y criada en Colombia, siempre ha sentido que su origen está envuelto de misterio. Al regresar a Argentina con su familia, se enfrenta a secretos ocultos que cambiarán su vida para siempre.
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El timbre insistente de mi celular me arrancó del sueño profundo. Refunfuñé entre las sábanas, buscando el aparato con la mano hasta encontrarlo. Sin siquiera abrir los ojos, colgué la llamada y me di la vuelta para seguir durmiendo. Pero apenas pasaron unos segundos antes de que el timbre volviera a sonar.
Esta vez, bufé con fastidio y contesté sin ver quién era.
—¿Qué? —Respondí de mala gana.
—¡Angelita! —La voz al otro lado sonaba llena de entusiasmo—. ¡No sabés lo feliz que estoy de que atendieras!
Abrí los ojos, reconociendo la voz.
—¿Tacho? ¿Estás loco? ¿Sabes qué hora es?
—Sí, pero esto no puede esperar. Necesito tu ayuda.
Me senté en la cama, pasándome la mano por el rostro para despejarme un poco.
—¿Ayuda para qué?
—Para que la banda vuelva.
Suspire.—Tacho... tu sabes que los chicos no quieren volver. Ya lo hablaron mil veces.
—Pero vos querés que volvamos, ¿o no? —insistió—. Yo sé que te gastaría volver a vernos cantar juntos. Dale Angela por favor.
Me quedé en silencio. Tenía razón.
—Pero... ¿por qué yo?
—Porque vos creés en nosotros —contestó con sinceridad
Suspire—Esta bien ¿Cuál es el plan? —cedí finalmente, aunque mi voz todavía sonaba con sueño.
Tacho soltó una carcajada.
—Sabía que ibas a decir que sí. Preparate, paso a buscarte en una hora. Hoy empieza la misión para traer de vuelta a los Teen Angels.
Colgué, le mandé mi ubicación a Tacho y dejé el celular a un lado. Me quedé mirando el techo durante unos minutos, intentando asimilar lo que acababa de aceptar. Finalmente, con pesadez, me levanté para empezar a arreglarme.
Después de ducharme, vestirme y desayunar, el timbre de la puerta sonó. Supuse que era Tacho, así que fui a abrir. Efectivamente, ahí estaba él con una sonrisa enorme dibujada en el rostro, como si ya estuviera seguro de que esto iba a funcionar.
—Buen día, Angelita —saludó con entusiasmo.
—Tacho —respondí con una sonrisa, haciéndome a un lado para dejarlo pasar.
Nos sentamos en la mesa de la sala y me explicó el plan con lujo de detalles. Consistía en escribir cuatro cartas, una para cada uno de los chicos, citándolos en el salón de ensayo y ahí ponerles un video de un concierto de los Teen con la esperanza de que les diera nostalgia y aceptaran volver a la banda o por lo menos volver a cantar una última vez. Para evitar que sospecharan quién estaba detrás, decidimos formar las letras con recortes de revistas, como si fueran mensajes anónimos.