Día #10: "Mi nombre era Ty"

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Separó el blanquecino polvo en tres pequeñas líneas sobre la formica de la mesa. Las medidas fueron exactas por la práctica que tenía y no gastó ni una sola partícula que flotaba en el aire, porque respiró hondo, a modo de prepararse para lo que venía. Lo había hecho tantas veces... ¿Por qué tenía miedo ahora? Solo tenía que inhalar con fuerza ese blanco alucinógeno y sería transportado hacia otro lugar en el que divagaría en un limbo de falsas esperanzas, todo acosta de un par de neuronas que al final de cuentas no utilizaba muy a menudo.

—Solo inspira hondo—la muerte le susurró al oído con una exhalante voz que le supo a misticismo.

Ty asintió. Pero fue hasta unos microsegundos después que reparó en que había escuchado esa voz y supuso que tanta cocaína en su sistema sanguíneo le estaba jugando una mala pasada. Por supuesto que nadie había dicho nada, pensó. Al final de cuentas, solo era él y sus drogas en su solitario y asqueroso apartamento.

Pero se equivocaba.

Por primera vez alguien le hacía compañía.

Aproximó su nariz a la primera línea de fino polvillo y sin pensarlo demasiado, inspiró.

El picor en su nariz fue remplazado rápidamente por un agudo dolor, que diez segundos después comenzó a apaciguarse en algún punto de su conciencia.

Oh, dulce fantasía adornada de colores chillones, de una risa histérica y de una ligereza inexistente que se apoderó de su cuerpo. Oh, perfecta droga, que le aniquila los pensamientos y los reemplaza por falsas vanidades, por débiles destellos de lucidez y una inquietante paranoia de que pronto se acabará todo.

—Siéntelo, Ty—la muerte se lo susurró tan claro que un escalofrío le recorrió la espalda—. Disfrútalo. Pronto va a acabarse.

Pero Ty hizo caso omiso, porque intuyó que solo era un efecto secundario de lo que consumía. Tan solo voces de fantasmas, de sus demonios, de algo que lo desgranaba desde adentro desde hacía años pero que se negaba a enfrentar.

—Vas a morir Ty.

Y Ty adoptó ese susurro como una verdad que lo consumiría, pero lo hizo únicamente porque pensó que esas palabras eran producto de su imaginación. Nada importante, pensó.

Su vida no era nada

La muerte lo sabía.

Ty lo sabía.

Al mundo no parecía importarle.

Al final de cuentas ¿Quién era él en este plano existencial?

Ty se lo planteó entre pequeños sollozos que ahogaban su respiración.

¿Un adicto a las drogas que de niño fue abusado por un vecino pedófilo? ¿Un chico de diecinueve años que cuando tenía trece lo golpeaban hasta dejarlo inconsciente cuando él se metía a defender a su madre de su tirano padrastro? ¿Un adolescente de frágil mentalidad que no tenía a nadie en la vida porque su madre había muerto de cáncer? ¿Un ser que jamás conoció a su padre biológico y que abandonó a su padrastro porque él no era una buena persona? ¿Alguien que no podía estar con la persona que más amaba?

—¿Sabes qué vendría bien con estas drogas, Ty?

Él negó con su cabeza y se dejó guiar por la desconocida voz.

—Alcohol, Ty. Ve, bébelo. Embriágate. Deja que queme tu garganta.

Esta vez el chico asintió y fue por una botella de vodka que guardaba en su viejo refrigerador. Cuando la encontró tumbada al fondo del cajón de las verduras, no dudó en sacarla, cerró la puerta del frigorífico y dio un trago enorme al amargo líquido.

Valium (Un ensayo)On viuen les histories. Descobreix ara