-Reúnanse, Príncipes.



Jeongin se puso al lado de Beomgyu, retorciéndose las manos.



-Estoy tan nervioso que podría vomitar.



Beomgyu hizo una mueca.



-Será mejor que no lo hagas o tendremos que asistir a otro sermón sobre el 'decoro'. -Al facilitador Glade le encantaba el sonido de su propia voz. Después de meses encerrado con él en el circuito matrimonial, cada palabra que pronunciaba irritaba los nervios de Beomgyu.



Jeongin ignoró su advertencia, enlazando los brazos con él.



-Esta puede ser vencida. Para los dos.



Jeongin era unos meses más joven que Beomgyu, pero mucho más ingenuo. Un omega dulce, ansioso y eternamente optimista. Beomgyu estaba casi nostálgico. Nunca había sido tan inocente: la maldición de haber crecido como el hijo más odiado del rey de Ludinia.



Fueron los últimos en entrar en la cámara. Glade estaba de pie en el centro de la sala con los brazos cruzados, golpeando impacientemente con el pie la alfombra de felpa.



-¿Necesitamos otra charla sobre la importancia de la puntualidad?



-Lo siento, facilitador Glade -dijo Jeongin, la imagen de la contrición. Beomgyu se hizo eco de él, tratando de no parecer hosco.



-Muy bien. Tomad asiento.



Jeongin se apresuró a sentarse. Beomgyu lo siguió con más calma, consciente de que los otros omegas le dirigían miradas por no moverse más rápido. Sin embargo, Glade parecía satisfecho. Siempre se quejaba de que Beomgyu caminaba demasiado deprisa o corría por los pasillos, o de que era más enérgico de lo que correspondía a un omega en la cúspide del matrimonio.



Glade esperó a que Beomgyu se sentara con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos y las manos ordenadas en el regazo. A Beomgyu a menudo le gustaba encorvarse o hacer alguna otra cosa para irritar al moderador, pero ya había hecho esperar a la sala lo suficiente. Todos querían saber a qué atenerse.



-Ahora que estamos todos presentes, voy a proceder.



Hubo una contención colectiva de la respiración, y los omegas de la sala se tomaron de las manos. Glade no se molestó en amonestarlos. Llevaban meses en el circuito matrimonial, los nervios estaban crispados y las emociones a flor de piel. Nadie quería quedar en la cuneta.



-Por decreto real del reino de Everstone, anuncio la celebración de siete emparejamientos.



Hubo jadeos ante eso. Siete. Siete era un buen número. Un número auspicioso. Todo lo que Beomgyu necesitaba ahora era que su nombre estuviera entre los elegidos. No importaba quién. Era el matrimonio lo que le importaba, no el marido.

LAO - YEONGYU Where stories live. Discover now