Capítulo Trece.

6.4K 415 14
                                    

Abro los ojos lentamente y me doy cuenta de algo, esta no es mi habitación. Trato de sentarme de golpe y de golpe soy lanzada contra la cama, hay unas sogas reteniendo mis muñecas y tobillos, comienzan a arder.

Estoy asustada, mantengo mi rostro neutro tratando de no demostrarlo.

No puedes darle lo que quieren, quieren verte rogando su compasión.

De ninguna manera dejaría que ellos obtengan lo que quieren. Trato de calmar mi respiración antes de mirar el sucio techo que alguna vez fue verde agua y está comenzando a convertirse en verde musgo. Veo el colchón, seguro alguna vez fue morado, ahora es oscuro, por la suciedad. No interesa, así este en la basura lo único que me interesa es que estoy secuestrada.

Todo es mi culpa, yo jamás debí hacer esto. Se supone que debía madurar, pero traté de desquitarme de esas sombras de la peor manera, si tan solo me hubiese mudado y hablado de otra manera con mi padre... No queda tiempo para arrepentirme, lo hecho hecho está y eso nadie lo cambiará. De lo errores se aprende y si salgo viva de esto, más vale que aprenda.

Ni siquiera estoy preocupada por mí, lo estoy por mi padre y hermano. Ellos deben estar pasando este mal trago peor que yo. Mi hermano se estará culpando y papa estará culpándose él, o en todo caso a Kylan, que no tiene nada que ver en esto. ¿Lo despedirá?

Cuando menos me doy cuenta, me entristece más el pensamiento de que despidan al Kylan, del que esté secuestrada. La puerta se abre dejándome ver a dos hombres de unos veintinueve a treinta y dos años, se lamen la los labios y eso me da ganas de vomitar.

—Increíble que esta preciosura nos haya dado problemas—dice el moreno, lo reconozco como al que pateé en las bolas.

El castaño sonríe—Sí, pero ahora nos desquitaremos.

Solo sigo sus movimientos con mis ojos, como si fuera un halcón.

—¿Qué es lo que quieren?—me escucho decir.

—Nosotros nada, nuestro jefe se está vengando de alguien cercano a ti.

¿De Kenth? No, su mafia es una de las más temidas de Miami. Y si, aunque Kenth piense que soy ignorante respecto a esos temas, los tengo más que claros. El antiguo El señor tomó mucho cariño con nosotros y le cedió su puesto.

¿Quién más? Nadie, no creo.
Al menos que sea otro de los que le quiere sacar dinero a mi padre, pero nunca hablaron de dinero.

Ambos chicos me miran con deseo y se quitan la ropa.

—¿Quién primero? —pregunta el castaño.

—Te doy el honor de inaugurarla, déjame algo —le guiña el ojo y sale, dejándome a solas con el castaño. Ya no está el moreno, solo el otro.

Sé lo que harán y nada puedo evitarlo. Quiero sentirme tranquila, pero nadie te prepara para esto.

Él se acerca a mí y toma mi tobillo con fuerza. Me descalza y después me baja el jean hasta los tobillos, dejando mi braga al aire. Se pone a horcajas sobre mí y saca mi camisa sobre mi cabeza, estoy totalmente desnuda.

Yo solo sigo cada movimiento, sin decir nada. Aunque mi cara se muestra recta, mi corazón comienza a bombear con demasiada fuerza.

—Suéltame—digo la palabra en un susurro. Estoy enfadada y con temor, todo junto.

—No pequeña—me silencia—, querías que te jodiera, lo haré.

La situación lo estimula, porque tengo una dura erección contra mi vientre. Él saca toda mi ropa interior y comienzo a gritar. No lo detiene. Sigue, lamiendo mis pechos y mi sexo, besando y mordisqueando mi piel, hago la cabeza a un lado, no quiero ver. Me duele la situación, me siento sucia, asqueada de mi misma. La garganta me duele y la presión de no poder hacer nada apretuja mi pecho de forma dolorosa.

Forbidden Protection Donde viven las historias. Descúbrelo ahora