Capítulo Ocho.

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Estoy lista, voy enfundada en un vestido blanco que me queda hasta medio muslo, es sencillo pero muy sexy. Mis labios van de un color carmesí y mi largo cabello va recogido en un moño dejando mis hombros al aire.

Tenía todo listo, bajé hasta el primer piso y fui por mi auto, no me intereso por avisar a alguien, no tengo por qué rendir cuentas. Además, tengo que ser una perra. Esta noche será épica. Me conseguiré un lindo chico y tendré sexo con él. No soy de las chicas que tienen encuentros casuales con alguien, más bien tengo encuentros casuales con una persona específica por un largo tiempo. Hay que cambiar la rutina.

Me subo al auto y rápidamente el asiento del copiloto es ocupado, resoplo y salgo del estacionamiento.

—Pensé que habías aceptado que soy tu guardaespaldas.

—Pensé que había quedado claro que me desagradas.

—Y tú a mí—masculla. Logro escucharlo perfectamente pero lo ignoro.

Llego al bar, la gente baila con descontrol y la música está a todo volumen. Después de estacionar el auto en los alrededores entro al lugar, la música adentro se escucha mucho más fuerte y la temperatura comienza a subir rápidamente. No tardo mucho en encontrarme a mis amigas en la pista de baile. Pido un trago al barman y después de dos vasos de vodka y un Martini bien cargado camino a la pista.

Los chicos de Miami beach son los mejores, cuerpos de muerte y lindos rostros. Son muy sexys. Comienzo a moverme de manera provocativa con mis amigas, las tres nos ponemos a bailar sensualmente, atrayendo varias miradas. Un sexy pelirrojo se lleva a Jade y seguido un rubio llega por Hillary. Yo me dedico a bailar un poco más hasta que un pelinegro llega a mi lado.

—Hola, hermosa.

—Hola a ti.

Sigo bailando y él lo hace junto a mí mientras repasa mi cuerpo con su vista. El chico no está mal. Es alto con unos imponentes ojos miel, más una piel bronceada hermosa.

—Seré directo contigo, estás más que buena y solo busco una noche para olvidarme de los problemas.

—Coincidimos en algo, también quiero olvidarme de todo. Pero no pienses que soy una fácil.

—Tampoco tienes pinta de serlo.

[...]

El chico mordisquea mi pecho al tiempo que su dedo me da placer, después de todo resultó muy bueno en la cama. Deja la atención en mis pechos para rasgar un preservativo y ponérselo con suma facilidad, se coloca entre mis piernas y las enrollo en su cintura. Me embiste rápidamente pero no brusco, jadeo, sigue embistiéndome y yo lo recibo levantando mis caderas. Se queda un momento dentro y ambos disfrutamos la sensación, después vuelve con sus embestidas hasta que alcanzamos nuestro clímax.

Veo que se quita el preservativo y lo enrolla para después tirarlo en una pequeña papelera. Me levanto y visto rápidamente.

—La pasé genial, pero es hora de volver a casa—beso su mejilla—. Fue un placer, Matías.

Salgo de su departamento y me encuentro a Kylan al lado de la puerta, está sentado en el suelo con cara de enojo.

Hago puchero—¿Hicimos mucho ruido?

Él se levanta y me ve atentamente, estoy segura que doy la imagen de que acaba de follar. Bueno, lo hice. Me lanza una mirada de molestia que me hace sentir bien, camino al elevador y entro junto a mi guardaespaldas. Las puertas se cierran y en unos segundos estamos en el vestíbulo, saliendo hacia mi auto, Kylan conduce.

Arranca y pone en marcha el auto.

—No creo que sea buena idea que se acueste con el primer chico que encuentra.

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