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La puerta se abrió a mis espaldas y antes de que pudiera articular algún pensamiento, su voz me distrajo.

-Necesitamos hablar-me dijo Pierre haciéndome pegar un brinco, su tono era un poco áspero y cuando me giré a mirarlo, se esforzaba en ocultar un rostro medio colérico, pero la máscara no resistía muy bien.

De pronto me asusté. ¿Tan mal se había tomado que yo le haya dado la rosa a Sharon? Le miré con ojos angustiados.

Se sentó a mi lado, allí en el frío cemento de las escaleras desgastadas de la entrada y el contacto con su piel me produjo un tierno calor cuando pegó su brazo y hombro al mío.

-¿Qué sucede?-pregunté.

-¿Qué fue eso?-me dijo, con el mismo tono de voz.

-¿Que fue qué?-esto parecía un juego de palabras.

-Eso, con Alex,¿por qué te besó?

Me solté a reír de puro nerviosismo, yo pensando que él me daría una buena amonestación por lo de la rosa y, ¿me sale con eso?

-No me besó-dije.

-¿Entonces cómo le llamas al hecho de que él haya pegado sus labios a los tuyos?

-¿Qué?-reí aun más y al parecer a Pierre no le hacía mucha gracia- Alex no me besó, no en los labios, al menos. Fue sólo un beso de amigos.

-Pues no parecían amigos-farfulló.

-Bouvier, pareces mi padre-dije, medio molesta por tener que darle explicaciones y la risa se volvió una línea tensa en mis labios.

Pierre suspiró y decidió mejor cambiar de tema, aunque no de tono de voz.

-¿Por qué le diste la rosa a Sharon?-preguntó.

-Porque ella es tu novia,Pierrr-dije, aunque me haya dolido rectificar aquello-. A ella es a quien debes de darle rosas, osos de peluche o lo que sea.

-Pero yo te la quise dar a ti-insistió.

-Y yo no iba a decirle a Sharon eso, ¿o sí?-suspiré-. Pierre, ¿por qué te molestas tanto con las cosas que hago? ¿Por qué te importa que le haya dado la rosa a Sharon e inventado una excusa para salvarnos el pellejo? ¿Por qué te molesta si Alex me besa o me lleva un ramo de flores?

Se quedó en silencio un rato, mirando hacia delante con el ceño fruncido y sus labios formando una línea.

-No lo sé-musitó-. Tengo que irme-se levantó rápidamente y caminó hasta su Hybrid negra y subiendo a ella condujo hasta desaparecer calle abajo.

Me quedé sentada allí, sin saber bien qué había ocurrido hace unos minutos; era la clase de desconcierto que hace que te duela la cabeza y sentir cómo si tus pies volaran lejos del planeta Tierra. ¿Por qué Pierre había actuado así? A no ser que... no, claro que no. Eso sería imposible.

Suspiré agobiada, si Pierre había malinterpretado todo, seguro Sharon también y ahora, aunque no tenía ganas de mantener una conversación para mentirle más a Sharon y sonreírle condescendientemente, tenía que pararme enfrente de ella y darle el mismo sermón que le dí a Pierre el de "Alexander y yo sólo somos amigos".

Me levanté desganada y abrí la puerta del edificio, conduciendo mis pies escaleras arriba hasta llegar al tercer piso y al departamento 312. Suspiré de nuevo antes de entrar, rogándole a Dios tan sólo un poco de ayuda, Sharon podía llegar a ser realmente persistente.

Abrí la puerta girando la dorada perilla y visualicé a Sharon mirando TV desde la cocina; mientras intentaba recalentar en el horno un pedazo de pizza del día jueves. Cuando me vio entrar se giró hacia mí y me sonrió de gran manera haciéndome ver sus dientes medianos y blancos, tan fuertes como un roble.

Traté de sonreír.

-¿Por qué la gran sonrisa? ¿La pizza no se te quemó hoy?-bromeé.

-Aay-se quejó como niña pequeña-. Eso sólo fue una vez y hace ya varios años-dijo y rió, dejando escapar el sonido levemente gutural de su risa.

Me tuve que reír también, recordando aquella escena de la pizza quemada en casa de su abuela, cuando teníamos diecisiete años.

-Bueno, pero no es por eso porque sonrío-me dijo-. Tú tienes algo que contarme-levantó las cejas una y otra vez.

-¿Cómo qué?-me hice la que no sabía.

-No sé, tú dime, algo que tenga que ver con un chico de cabello castaño con fleco, crjas gruesas, llamado... ¿Alexander?-tanteó.

Puse los ojos en blanco.

-Sharon, ¿cuándo vas a entender que entre Alex y yo sólo hay una bonita amistad? Ya aclaramos el punto y ambos estamos bien siendo amigos.

El Manual de lo Prohibido. ||Pierre BouvierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora