14

157 17 2
                                    

No quería que Chuck se fuera, porque sabía que luego tenía que enfrentarme yo sola a un montón de sentimientos que no deben de estar dentro del corazón que ahora latía dentro de mí cuando lo veía a él.

Me mordí las uñas con nerviosismo, ideando quién sabe cuántos planes para evitar a Pierre, porque sí, eso es lo que haría, después de haberlo pensado y repensado, la decisión más sabia era evitarlo, así, a lo mejor, los absurdos sentimientos desaparecían. Miré el reloj con nerviosismo, como alguien que teme que el tiempo de un examen se acabe cuando no vas siquiera a la mitad. Faltaban doce minutos para las siete de la tarde.

Contárselo a Chuck y que este me hiciera ver las cosas con claridad, había servido sólo para atormentarme; porque ahora ese era exactamente mi problema, todo estaba ya claro y yo estaba enamorada de alguien de quien no debía. Tanto tiempo compartido había traído consecuencias fatales para mí.

¿Y si no le abro? Pensé. Cuando llegara podría ignorarle y no salir a abrirle, así, el se iría y yo no tendría que atormentar a mi corazón, haciéndolo latir para luego ordenarle que se callara. Corrí a mi habitación, dispuesta a embarcarme en mi mundo e ignorar los ruidos externos, y eso incluía el llamado a la puerta que en cualquier momento se oiría.

Conecté mi reproductor de música al par de bocinitas que papá me había regalado en el cumpleaños número diecisiete y dejé que la música sonara queda por toda la habitación. Mientras sonaba la primer canción de la lista, aquellos golpeteos en la puerta tan reconocibles ya, se escucharon, haciéndome latir el corazón con un palpitar que resultaba ridículo. Traté de ignorarlos y sobre todo, ignorar el pensamiento de saber quién era el que estaba detrás de la puerta. Pero los golpecitos se aferraron a seguir llamando y era como si su sonido me incitara a correr y ver el rostro que ahora se proyectaba en mis sueños. Arranqué de un jalón el reproductor y conecté los auriculares blancos para luego llevarme cada uno a los oídos, haciendo girar el círculo para que el volumen subiera y me atronara en los oídos indefensos. Me tumbé sobre la cama y cerré los ojos con fuerza, produciendo una que otra arruguita en el parpado. Enterré la cabeza en la almohada y luego canturrié algunas estrofas de All the small things de Blink 182, que sonaba con potencia en mis oídos, haciendo de mi voz sólo un farfullar ahogado que nada más yo entendía.

Así pasaron casi cuarenta y cinco minutos hasta que decidí que no quería quedarme sorda antes de los treinta y bajé el volumen hasta desvanecerlo completamente y luego apagarlo. Suspiré, ¿con qué cara vería ahora a Sharon? ¿Podía acaso ser tan hipócrita como para mantenerle la misma sonrisa "sincera"? Ella no merecía que nadie le hiciera daño, nadie y mucho menos yo, ella ya había sufrido tanto y ahora, no podía permitirme hacerle daño. Contemplé el techo blanco por un rato, sintiéndome la persona más pérfida como amiga. Entonces oí cómo la puerta se abrió y luego la voz de Sharon y la de Pierre mezcladas. El corazón me latió por dos cosas, de nerviosismo y ansiedad.

-¡Dallas! ¿Estás?-preguntó Sharon en un sonoro grito.

¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? ¿Salir y portarme como si nada, siendo hipócrita hacía con Sharon y ordenando callar a mi corazón cuando Pierre se acercara ó quedarme encerrada en mi habitación y hasta quizá ocultarme en el armario para siempre?

-¡Allí estás!-dijo Sharon, con alivio, abriendo la puerta de mi habitación y haciéndome sentir descubierta bajo la mirada almendra de Pierre que se mostraba en segundo plano.

Le sonreí, totalmente nerviosa y atontada debido a que no tuve la oportunidad de salir corriendo por la ventana, aunque hubiera sido mala idea por los tres pisos que había antes del suelo. No pude mirar a Pierre, o mejor dicho mantener mi mirada en él, mientras él me veía; pero tampoco pude hacerlo con Sharon, porque ella quizá podría ver en mis ojos alguna aflicción. Y no estaría del todo equivocada.

¿Por qué no le abriste a Pierre?-preguntó, entre tanto que yo bajaba de la cama y me acercaba para salir de mi habitación, aunque no quisiera.

-Oh, perdóname-intenté mirar al interpelado pero su mirada me derritió el corazón incluso antes que éste pudiera latir, así que me apresuré a hablar para quitarla rápido-. Es que me quedé dormida con la música a todo volumen-me excusé y luego me dirigí hasta la cocina para tomar una manzana, pero más para huir de ambos. Porque por el lado que sea, yo me sentía culpable.

-No, no te preocupes-me dijo Pierre y su voz hizo que las piernas me temblaran.

-Lo encontré sentado afuera, quién sabe por cuánto tiempo estuvo allí-musitó Sharon y por la colilla del ojo miré cómo se giró hacía Pierre para darle un abrazo cariñoso.

El hecho de que no quería admitir que me daban celos, no evitaba que los sintiera. Entonces el timbre sonó interrumpiendo el beso que estaban a punto de darse y corrí alegre a abrir la puerta, dándole gracias a quién sea que estaba del otro lado.

Cuando abrí, un ramo de rosas rojas le tapaba la cara a alguien y sólo divisé las viriles manos que lo sostenían. Todos nos quedamos observando, confundidos y curiosos, hasta que el ramo de rosas bajó y pude ver el bello rostro juvenil de Alex, sonriéndome.

-Dios...-murmuré, aliviada.

-¿Qué acaba de ocurrir allá afuera?-preguntó, Alex.

Le miré y suspiré de nuevo, era hora de contarle todo.

-Tenemos que hablar, Lex-dije y le hice seña de que se sentara sobre la cama entre tanto que yo me sentaba a su lado y ponía el ramo sobre la almohada.

-¿Qué pasa?-preguntó, inquieto.

-¿Recuerdas ayer cuando te dije que si alguna vez te había gustado alguien prohibido?-inquirí, en voz baja.

Él asintió.

-Bueno...-guardé silencio por un minuto, mientras que los ojos castaños de Alex esperaban que siguiera hablando- creo que estoy enamorada de Pierre-admití, casi con un hilo de voz.

-¡¿Qué tú qué?!-farfulló.

-¡Shhh!-exclamé, para que bajara su tono de voz-. Chuck me hizo darme cuenta de ello.

-Pero es el novio de Sharon, y ella es tu mejor amiga-musitó, con un leve tono de desesperación.

-¿Y crees que no lo sé?-dije, triste- Pero uno no decide de quién enamorarse-cité, lo que hace unas horas había aprendido de Chuck.

-¿Y lo de la rosa?

-Bueno, Sharon llegó ayer y la vio tendida sobre la mesa de centro, me preguntó que si fuiste tú quien me la había dado y dije que no, ya sabes, no quería que empezara a especular más de lo que ya lo hace; entonces le dije que era Pierre quien se la había dejado a ella, porque no podía decirle que su novio me la había dado a mí-expliqué.

-Eres una gran amiga,Dal-me acarició el hombro.

-Claro que no, ¿qué clase de amiga se enamora del novio de su mejor amiga?-dije, en un chillido ahogado.

-Bueno, exceptuando eso. Entonces, ¿te molesta que yo...? Ya sabes.

-Alex, no quiero usarte para darle celos a Pierre-bajé la cabeza.

-No siento que me uses. Aunque Pierre sí se pone celoso, cosa que no debería.

-Eres un gran amigo para mí, Lex. Es así como yo te veo. Discúlpame.

-No tienes que pedir perdón por eso, Dal-sonrió-. Eres muy linda, claro, pero también eres una amiga para mí.

-Gracias, Alex.

-¿Y ahora qué piensas hacer?-me preguntó.

-Trato de ignorar a Pierre.

-¿Por eso no le abriste la puerta?-rió.

-¿Cómo sabes eso?

-Mi tía me dijo que lo vio sentado allá afuera, como si esperara.

Suspiré.

-No siempre podrás evitarlo,Dallas.-me dijo.

-Ya lo sé.

-¿Sabes? A lo mejor no es enamoramiento, simplemente es... deslumbramiento muy profundo-trató de animarme.

-¿Qué diferencia hay?

-Que en uno estás enamorada, en el otro no-rió, pero su broma no provocó nada en mí e inmediatamente volvió a la seriedad-. Cuando me ocupes, sabes que voy a estar allí-me acarició la rodilla.

-Gracias, Alex. En serio, gracias.

Una vez aclaradas las cosas, Alex y yo pasamos el rato riéndonos, aunque mi risa no fuera con mucho sentido.

-Creo que ya es hora de irme. No quiero perderme la cena-dijo Alex, sobándose la panza.

-Está bien. Ojala podamos vernos mañana-sonreí.

-Claro.

Me paré para abrir la puerta de mi habitación y Alex me siguió. En cuanto la madera me dejó ver la escena exterior, deseé cerrarla de nuevo de un solo portazo. ¿Cuántas veces se necesitaba ver la escena amorosa entre Pierre y Sharon para que mi corazón se rompiera por completo? Me paré en seco y Alex detrás de mí. Pierre y Sharon se separaron y sus bocas volvieron a ser dos. Algo dentro tironeó mi corazón.

Pierre y Sharon se separaron y sus bocas volvieron a ser dos. Algo dentro tironeó mi corazón.

-Perdón-dijo Alex, ya que yo me había quedado sin voz.

-Oh, no te preocupes, Alex-se levantó Sharon del sofá y se acercó-. ¿Ya te vas?-preguntó, medio consternada.

-Sí-dijo él.

Me empujó discretamente por la cintura, mientras que yo me esforzaba por borrar mi rostro afligido. Medio reaccioné. Seguí a Alex hasta la puerta y él notó mi reacción.

-Nos vemos luego, chicos-dijo Alex y dijo adiós con la mano a Pierre y a Sharon. Entonces se acercó a mí y me plantó un beso tierno cerca, muy cerca de los labios, rozando sólo la orilla y antes de que se despegara demasiado de mi rostro me guiñó el ojo.

Me quedé parada allí, analizando lo que Alex acababa de hacer, o mejor dicho, el porqué lo había hecho.

-Adiós-musité por fin y luego cerré la puerta tras ver la sonrisa de Alex.

Me giré y los ojos inquisidores de Sharon me acusaron mientras que los de Pierre me miraban como si estuviesen furiosos. Pero eso era imposible, ¿no? No puede enojarse tanto por una estúpida rosa. Porque... esa era la razón, ¿no?

Se limitó a intimidarme y cuando lo notó dejó de hacerlo y bajó la mirada.

-¿De qué tanto hablaron tú y Alex?-preguntó Sharon, la curiosidad que siempre había existido en ella ahora me resultaba extrañamente fastidiosa.

-De nada importante, ya sabes-me encogí de hombros-, su tía, la cena-dije, divagando un poco- ¿Sabes? Voy a ver si tenemos correspondencia-inventé, para poder escapar un rato de aquel incómodo momento.

-Pero...

No dejé que Sharon terminara e interrumpí el sonido de su aguda voz cuando la puerta me colocó del otro lado, suspiré y bajé con lentitud las escaleras, necesitaba un poco de aire fresco. Llegué hasta el último piso y revisé en el cajón marcado con el 312 para ver si teníamos correspondencia, no había nada más que unos cuantos folletos de publicidad sobre cuentas de banco, a lo poco que pude entender. Arrugué los papeles y los hice una bolita mal hecha, luego salí del edificio y me senté en las escaleras de la entrada en donde deposité las bolitas de papel a un lado, me llevé ambas manos a mis ante brazos, esta noche había decidido teñirse de un azul oscuro y gélido aire. Suspiré, haciendo que el vapor saliera de mi nariz y chocara con el frío.

La puerta se abrió a mis espaldas y antes de que pudiera articular algún pensamiento, su voz me distrajo.

-Necesitamos hablar-me dijo Pierre haciéndome pegar un brinco, su tono era un poco áspero y cuando me giré a mirarlo, se esforzaba en ocultar un rostro medio colérico, pero la máscara no resistía muy bien.







• • • • • • • • • • •






Como he andado bien desaparecida estas semanas, subiré uno más tarde también :* para que vean que las amo muchísimo

El Manual de lo Prohibido. ||Pierre BouvierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora