—Competencia romántica —respondió con entusiasmo—. Por fin ha llegado el chico que te hará darte cuenta de que quieres estar con Amy.

—Tails, por favor, deja de ver tantas novelas. Están afectando tu percepción de la realidad.

A pesar de mis palabras, no podía dejar de observar al chico. Era cierto que tenía presencia. Su porte era impecable, y aunque no logré mirarlo mucho tiempo, sus ojos carmesí me parecieron... únicos.

—¡Mira, Sonic! ¡Shadow me regaló entradas para la banda que tanto amo!

La voz emocionada de Amy me sacó de mis pensamientos y me devolvió a la realidad.

Shadow. Así que ese es su nombre.

—Qué increíble. Debió costarle mucho —dije, tratando de sonar despreocupado.

—No, realmente no.

Me sobresalté al escucharlo tan cerca. No lo vi acercarse.

—Es algo que ella mencionó varias veces, así que quise darle ese regalo —dijo Shadow con voz firme, pero tranquila.

—Vaya, amigo, es un buen detalle —comentó Knuckles, alzando una ceja—. Especialmente porque son dos entradas.

Sentí la mirada de Tails clavada en mí, y me inquietaba imaginar lo que estaría pensando o, peor aún, planeando decir.

—Déjenme presentarles —intervino Amy con entusiasmo—. Shadow, él es Sonic, el chico del que te hablé. Sonic, él es Shadow. Y ellos son Knuckles y Tails.

Extendió su mano para saludarme. No era algo extraño, pero aun así me puso nervioso. ¿Por qué? Era un simple gesto, pero me sentí torpe al estrecharla.

—He escuchado mucho sobre ti. Ella siempre habla bien de ti —dijiste, directo y con esa calma que parecía inquebrantable.

—Bueno, sí, soy fabuloso —respondí, intentando sonar seguro de mí mismo, aunque no estaba seguro de si te lo creías.

—Bastante arrogante.

Tu tono era tan serio que por un momento no supe cómo responder. Pero entonces, sin saber por qué, me reí.

—Sí, probablemente.

Amy interrumpió antes de que pudiera pensar más en lo que acababa de suceder. Llevándolo a saludar al resto, y yo me quedé ahí, tratando de ignorar cómo esa breve interacción me había dejado inquieto.

—¿Tú? ¿Riendo? Me sorprendes —comentó Knuckles más tarde, divertido—. Pensé que le ibas a dar un puñetazo. Yo lo hubiera hecho.

—No todos somos tan cavernícolas como tú, Knuckles —repliqué, aunque aún estaba algo distraído.

La fiesta terminó antes de la medianoche. Tails me dijo que se retrasaría porque iba a llevar a Knuckles a su casa. Al parecer, se había pasado con la bebida, y todos sabíamos que un Knuckles ebrio era un peligro para sí mismo y para los demás.

Me despedí de Amy antes de ser el último en salir. No quería quedarme a solas con ella, no después de los últimos intentos incómodos que había hecho para acercarse a mí. Pero tampoco tenía las agallas para enfrentarla y decirle que parara.

El aire helado de la noche me golpeó al salir del edificio. La idea de caminar hasta el departamento me rondaba, pero no estaba seguro de querer hacerlo. No era solo el frío; había algo más que no podía identificar.

—¿Quieres que te lleve?

Esa voz me sacó de mis pensamientos. Levanté la vista, y ahí estaba él. Shadow. De pie, tranquilo, mirándome como si esa pregunta fuera lo más natural del mundo.

—¿Entonces?

Su voz era firme, directa, y su mirada tan sería que casi me hizo retroceder. Era como un bloque de hielo, imposible de descifrar.

—No sé si donde vivo quede en tu ruta.

—No importa. Amy me dijo dónde vives, y me queda de pasada. Me pidió que te llevara.

Amy lamentó no poder corresponderte. Ojalá supiera cómo decirte eso sin herirte.

—Está bien —respondí, encogiéndome de hombros—. Supongo que puedo cumplirle ese capricho a la cumpleañera, aunque parece que tú te has llevado el premio mayor en complacerla.

Él no reaccionó a mi comentario, solo giró sobre sus talones y empezó a caminar hacia el estacionamiento. Lo seguí, sintiéndome un poco incómodo en ese silencio.

Cuando llegamos, esperaba ver un auto, algo que encajara con su porte serio y reservado. Pero lo que vi me dejó sorprendido: una moto negra, elegante, perfectamente cuidada. Tenía un aire peligroso, casi como su dueño.

—No, no traje casco —dije, dudando un poco.

—Hoy traje uno de más.

—¿Por si ligabas a alguna chica? —pregunté, esbozando una sonrisa para romper la tensión.

—Nunca he subido a ninguna chica a mi moto —respondió, sin inmutarse—. Pero hoy tuve la sensación de que debía traer otro casco.

Por alguna razón, esas palabras me hicieron sentir extraño, como si hubiera algo más detrás.

—No sé por qué te dije eso —añadió, desviando la mirada, casi como si estuviera avergonzado.

Su sinceridad me desarmó. Me hizo preguntarme si él también sentía esa extraña conexión, ese presentimiento inexplicable que yo no lograba ignorar.

«¿Por qué este momento, este día, se sentía tan diferente?»

Invisible stringDonde viven las historias. Descúbrelo ahora