Capítulo 21: Entre Tiempos

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Daenerys y Aemond pasaban mucho tiempo encerrados en su Torreón, los Maestres de Kings Landing iban a visitar al príncipe cada quince días para ver cómo avanzaba su recuperación. Las heridas ya estaban prácticamente cicatrizadas, pero habían partes que se rehusaban a curar por completo.

—Es como si estuviera haciendo mucho esfuerzo, alteza —dijo el Maestre Mellos—. ¿Está seguro que no ha estado montando a Vhagar?

Aemond negó con los labios apretados.

—Lo que sea que está haciendo, debe detenerse o quedará con esa herida abierta de por vida —sentenció el anciano.

Danny tuvo que suprimir una sonrisa. Se había esforzado tanto por hacer que Aemond se recupere y ahora era ella misma quien estaba afectando su proceso de sanación. Algunos días ni siquiera probaban bocados de comida por no salir de la cama. Conocía la sensación de su boca en cada parte de su cuerpo, había estado dentro de ella tantas veces que no podía contarlas y aún así, no dejaba de sentir esa necesidad de poseerlo.

—Dejaré nuevos emplastos para la cicatriz —dijo el anciano antes de irse—. ¿Qué hay de usted, princesa? ¿Ha sentido algo diferente?

—¿Qué? —Danny seguía sin acostumbrarse a ser llamada "princesa" en Westeros—. Yo... No, ¿por qué habría de sentir algo diferente? He estado cuidando bien de las heridas de mi esposo.

—¿Molestias matutitas? ¿Cansancio?

—Dile a mi madre que ella no está embarazada —respondió Aemond—. Aún.

El Maestre no hizo más preguntas y se retiró.

—¿Tú madre espera que tengamos hijos pronto?

Aemond río en voz seca.

—¿Sabes lo rápido que corren los rumores en este lugar? Mi madre piensa que... El "acto" reproductivo debe hacerse solo para traerle herederos al reino. Debe saber que nosotros... Bueno, entiendes a qué me refiero.

Danny se sentó a su lado y acarició suavemente el cabello del príncipe.

—La reina estará decepcionada.

*****

Cuando Tywin Lannister no estaba en Antlers, el lugar se sentía desordenado. Era ina realidad que nadie reconocía, pero la capacidad del viejo león para mantener cada mínima cosa en su lugar era increíble. En su ausencia, era Sansa quien se encargaba de dar órdenes y encargar cosas. Los Maestres habían anunciado que el invierno llegaría en un año y medio, habiendo sido criada en el Norte sabía que ese tiempo era poco para recolectar alimento suficiente para una supervivencia cómoda. Ese invierno no tenía razón para ser largo, quizá un año o año y medio, nada preocupante o fuera de lo común.
Con la creciente ausencia de Daenerys por contar con su propio torreón, ella y Missandei crearon una complicidad silenciosa. No tenían nada en común y difícilmente coincidían con una opinión, pero disfrutaban de la compañía mutua. De conversaciones casuales y algunas salidas a Kings Landing cuando era necesario. Cada vez que podía, Aegon Targaryen estaba con ellas. Él no era nada de lo que los cuentos decían de los príncipes Targaryen. No era imponente, no era atemorizante o exageradamente guapo, Aegon era Aegon. Un espécimen único en el universo.

Estaba enamorado de Missandei, y eso no lograba ocultarlo ni debajo de miles de palabras de humor ridículo. La veía como se observa a una maravilla, callaba para escucharla y apreciaba cada una de sus palabras como si fuera un discurso importante. Era sabida su adicción a burdeles y prostitutas, seducía sirvientas y cocineras, era un mujeriego ávido pero con Missandei jamás avanzaba. A Sansa le tomó tiempo de observación darse cuenta que la razón por la que él no intentaba nada con ella, pese a que era evidente que también la naathiense sentía algo por él, era porque se negaba rotundamente a condenarla a una vida de deshonra. El inmaduro y torpe Aegon Targaryen amaba tanto a una mujer que se opuso a sí mismo amarla, para no arruinarle la vida.

La Princesa Del Mañana | Daenerys x AemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora