Capítulo 19: El Monstruo

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Cuando era pequeña, Viserys le cantaba una canción de terror: pequeña Danny, dulce Danny, si no duermes ahora el principe maldito se te aparecerá...

Era una canción famosa en Westeros, se la cantaban las madres a los niños cuando no querían dormir o comer. Su hermano le decía que su madre solía cantarsela a él, ella no tenía una madre solo a Viserys, al cruel y hambriento Viserys. Pero incluso, pese a su enorme vileza a veces, muy raras veces lo extrañaba.

En algún momento, cuando pensaba que él sería quien la desposaria, le dijo que llegaría el día en el que ella entraría a un gran Salón en el Red Keep, rodeada de las flores más bellas del continente, con un precioso vestido de encajes y grules, con su dragón tricefalo bordado en las mangas y que en el altar la estaría esperando un caballero de cabellos de plata, con presencia tan poderosa que sería una pareja temible y hermosa. Por supuesto, no era ni habría sido jamás Viserys quien la esperara. No podía comparar la belleza, su hermano tenía un rostro hermoso, decían que era el bebé más hermoso que hubiera visto Westeros, sin embargo jamás fue imponente, el hombre que aguardaba por ella, era descrito por muchos como aterrador, con la mandíbula afilada y el parche que le daba el apodo. Aemond Targaryen se veía guapísimo, vestía íntegramente de negro, con un abrigo de cuero enorme sobre el jubon que se sostenía con una enorme cadena de oro y plata. Tenía el cabello íntegramente arreglado y su mirada fija en ella. Estaban rodeados por cientos de personas, pero el principe la observaba como un dragón observa a su presa, como si fuera algo suyo.

«...debes cuidarte pequeña Danny, o el principe tuerto vendrá por tí, se llevará tus ojitos y tu corazón sí ve que no quieres dormir...»

La música ahogaba cualquier sonido del salón, pero sentía que no podía ahogar su corazón, latiendo con fuerza contra su pecho, no era ese terror que sintió cuando se casó con Khal Drogo, no era temor por su primera noche, no era curiosidad, o amor, era algo indescriptible, innombrable.
Tywin Lannister la escoltaba del brazo, y ella se aferraba con fuerza a él. No estaba siendo obligada, no estaba ahí por la decisión de alguien más, quería convencerse que era por un bien mayor, pero sabía, muy en el fondo sabía que incluso si se hubiera negado al matrimonio él no habría hecho nada para alterar la paz. Estaba ahí porque así lo decidió. Incluso estuvo de acuerdo con acortar tiempos y preparativos, no llevaban ni dos lunas desde que su compromiso se hizo público y ahí estaban, a punto de juntarse amor eterno y unión ante los dioses.

Ella y Aemond se habían visto poco en ese tiempo, ella y su "familia" se mudaron hacia Antlers y él iba a visitarla de vez en cuando, siempre en compañía de Aegon, nunca se quedaban más de un día y sus conversaciones siempre eran cuidadosamente supervisadas por un chaperon. No habrían más chaperones después de ese día, sería su esposo.
Los Vysselmont tendrían mucha más influencia en la Corte, sus dragones estarían vivos, los Targaryen estarían vivos.

Cuando Tywin la entregó a Aemond, él la agarró con firmeza y esbozó una de unas sonrisas sin descripción porque podían ser de intriga o de felicidad.

«... él es un monstruo, él es aterrador, él se esconde entre las sombras y si esperas despierta lo verás salir...»

El Septon declaró los votos, envolvió sus manos con una cinta de seda e hilos de oro.

—...yo soy suya y él es mío...

—...yo soy suyo y ella es mía...

—Desde este día, hasta el último de mis días —dijeron al unisono.

Si se hizo un silencio total, o así se sintió, no pudo saberlo, sintió sus labios sobre ella en un beso rápido y casto, muy lejano a los besos que le otorgó con anterioridad.

La Princesa Del Mañana | Daenerys x AemondWhere stories live. Discover now