16 «NOCHE DE VALS»

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Es la noche del evento

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Es la noche del evento. Tatiana ha salido un poco antes para verificar junto con los empleados del hotel que los equipos de sonido y la tarima en la que estaremos Darío y yo se encuentren listas. El pecho se me aprieta y debo hacer consciente mi respiración porque temo que en cualquier momento pueda fallar; es un momento importante que si sale bien puede regresarme la autonomía de «Mientras te cuento de amor», pero si no lo hace, no quiero siquiera pensar en las consecuencias.

Podría decirse que me juego mi vida hoy.

Me empino en el lavabo para examinar cada detalle del maquillaje que Tatiana me ayudó a hacer. Al final opté por el vestido blanco junto con los tacones claros para no desentonar con Darío y porque las luces se reflejan mejor en él. La tela es delicada y se mueve fácil ante cualquier movimiento; el cuello va hasta arriba y se ciñe en el pecho y la cintura. Me siento bien.

Darío envía un mensaje para avisarme que está fuera. Se ve como otra persona: aun con los tatuajes y los piercings la camisa le da un aire elegante que llama la atención al compararlo con el resto de su aspecto. Sin embargo, no me ha obedecido y lleva los dos primeros botones sueltos.

Me mira de arriba abajo y una media sonrisa aflora en su rostro cuando se detiene en los rollos que siguen en mi cabeza.

—¿Irás así?

—Claro que no. No he terminado, dame un segundo.

Regreso al baño y vuelvo a revisar el maquillaje. Una parte de mí quiere correr y gritar hasta no tener aire en los pulmones, y la otra meterse bajo la cama hasta que todo pase. Soy una mujer de radio, la sola voz detrás del micrófono.

Termino de arreglarme quince minutos después. Al salir, encuentro a Darío con la mitad del cuerpo fuera de la cama y los ojos cerrados. Me acerco con cautela y muevo su hombro hasta que pestañea un par de veces para despertarse por completo.

Las comisuras de sus labios se curvan de nuevo.

—Te ves bien. ¿Lista?

Hago un esfuerzo para callar el impulso de decir «no», porque lo que esto significa para mi trabajo supera cualquier atisbo de temor que me hubiera hecho flaquear antes. No estoy sola, al menos, y ahora que espero haber limado asperezas con Darío, confío en que no me dejará tambalear. Ya me ha protegido antes, después de todo.

—Vamos.

Desde el ascensor el ritmo pop del evento retumba en mis oídos mientras bajamos al lobby. El señor Robert Silena se pasea a lo largo de la estancia, y su encorvada silueta se refleja en el cristal del candelabro que cuelga a la mitad de recepción; cuando nos ve llegar, su rostro rejuvenece varios años y nos conduce con rapidez a través de un angosto pasillo flanqueado por esculturas y retratos familiares que se inclina y da un par de giros en espiral hasta que pasamos por un portón con llave que da a los vestidores detrás del coliseo que vimos en la Sala de Juntas.

Voz, radio y (des)amor #ONC2024Where stories live. Discover now