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Las semanas pasan, y la rutina sobreviviente de su propia limitación sigue intacta

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Las semanas pasan, y la rutina sobreviviente de su propia limitación sigue intacta.

El cálido olor a café en su departamento sigue siendo el mismo, sus percances con desconocidos, su trabajo, sus clases, su desayuno, su percepción de la vida.
Todo tal y como siempre.

Amor medita sobre esto en su pequeño balcón con una taza de té en sus manos.

La brisa primaveral deja pequeños escalofríos en su espalda naturalmente decorada con diminutas pecas, destellos naranjas comienzan a lucirse en el cielo, mientras la ciudad despierta lentamente dándole paso a una nueva página de su vida. El líquido acogedor en su taza le brinda la paz que tanto necesitaba sentir, las siete y veinte de la mañana marca el pequeño reloj en su pared, y sus pensamientos se van acercando poco a poco a la nueva interacción con cierto chico.

Todo en su vida es como todos los días, a excepción de Simón.

Un actor con quien se ah empezando a mandar mensajes de texto desde que su amigo, Juan Ignacio, le pidió el número en su trabajo.

Si bien no es más que una interacción virtual, se han ganado cierto cariño mutuo por su forma de hacer sus días menos grises. Usualmente se acompañan con mensajes graciosos en sus insomnios, o en cualquier ocasión del día en el que necesiten un descanso del resto del mundo.

Poco se han hablado, pero Amor puede percibir algo especial en el chico a través de sus mensajes, algo único. Su capacidad de involuntariamente borrar sus pensamientos agobiantes con chistes oxidados, su sentido del humor y su forma de expresarse es una mezcla diferente entre un mundo lleno de corrientes. El brilla, eso puede percibirlo incluso a través de una pantalla.

Pero para ella es solo una persona con la que está realmente interesada en formar una amistad. No cuenta con que, en los pensamientos del chico de ojos color avellana, pasan muchas cosas más.

Para Simón es una sensación extraña, una nunca antes sentida. Bien sabe que apenas se conocen, que solo se han visto en persona tres veces y por casualidad. Pero no logra pasar por alto la corriente electrificante de sus roces en aquel baile efusivo del que no se ah atrevido a hablar por miedo de que para la chica no haya sido algo importante.

Y no se equivoca, pero no es por la razón que el cree.
Amor no tiene conocimiento de ese baile, mucho menos de que el fue quien la llevó a casa.

Esa noche, en donde sus copas se pasarón notablemente, la chica fue a buscar al moreno sin vergüenza alguna, casi sin dejarlo reaccionar. Bailarón reggaeton antiguo con movimientos precisos, dándole un toque adrenalínico al ambiente pasional entre ambos, una tensión reinante en sus corazones no los dejaba parar, algo mucho más haya de un interes sexual los incitaba a explorar al otro mediante la viva danza de sus cuerpos desconocidos y descoordinados hablándose por primera vez.

Una clara interacción física que Amor no tuvo tiempo de volver a pensar, pues el alcohol lo borró todo.

Por otro lado los amigos de Amor la buscaban por el local dispuestos a irse, pero fue Maira quien la encontró pegada al moreno claramente desorientado por la sorpresa de su tacto, aún así no presentó queja alguna.

- Amor mirá cómo estas, ya vamonos Martín nos lleva, estan todos esperando afuera - dijo en un tono de sermón

- No me puedo ir con Martín, vine en auto - respondió con dificultad la de ojos azules

- Como se te ocurre ponerte tan en pedo si venís en auto, más encima sabés que yo no se manejar - expresó cansada la castaña

- Yo la llevó no te preocupés - propuso Simón - No tome casi nada y no vine en auto -

- Muchísimas gracias, igual yo la acompaño - aceptó Maira, quien decidió irse con ellos para que no le pasara nada malo a su amiga.

- Me voy chicos - les dijo Simón a sus amigos expectantes de toda la interacción entre la chica y el

- El que no corre vuela - Dijo Matías, un compañero y amigo del joven causando carcajadas en todos el grupo

- Grande Simón - alargó Juani la ultima letra mientras aplaudía.

Simón solo salio con media sonrisa poniendole los ojos en blanco a sus amigos y con sus cosas en mano.

Estacionó frente al edificio de Amor, siguiendo la indicación de aparcarlo en el numero 32, mientras observaba como subian con dificultad el par de amigas.

Luego de un tiempo de espera, apareció Maira quien pidió un uber para los dos.

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𝓞𝓳𝓲𝓽𝓸𝓼 𝓪𝔃𝓾𝓵𝓮𝓼  - Simón Hempe Where stories live. Discover now