40. La enfermedad II

66 15 14
                                    

Me niego a creer o siquiera pensar en lo que, en mi mente, acabo de ver.

No quiero permitir que nada arruine este instante único e irrepetible.

Tampoco sé si las imágenes que pasaron por mi cabeza son ciertas, si se trata de algo que va a suceder. Es decir, ¿no se suponía que yo era una bruja por línea de sangre y todo eso? La único que es cierto hasta ahora es que soy un licántropo, una bestia. De modo que no puedo confiar del todo en una visión.

—¿Todo en orden, Elle? —me pregunta Blake al darse cuenta de que me he quedado pensativa (paralizada), mirando a la nada misma.

Yo respiro profundo. Miro al suelo, me froto los ojos. De ninguna manera puedo verle la cara.

—¿Elle?

—Sí, sí. —Sacudo la cabeza asintiendo—. En serio, no te preocupes.

Al instante levanto mi brazo derecho y observo con detención la pulsera que me obsequió. Es sencilla, natural, hermosa.

—Ah... La pulsera. Supongo que el material es de algún tipo de fibra vegetal. Parece que te gustó.

—Pero más tu presencia.

—Eso es muy halagador. ¿Sabes? Me hubiera gustado hacerlo yo mismo, pero no. Me lo dieron. Y está hecho para ti.

—¿Qué quieres decir?

—Lo fabricó una anciana de la reserva. No puedo hablar mucho de esto, pero, digamos que ella es como una abuela para mí. Es la madre de Alana. Es una tumba al guardar secretos... y además es mi consejera. Confía... Sé por qué te digo que eso va a ayudarte... —Luego se queda quieto—. Ah, estás con frío. Toma. —Se saca su chaqueta y me la coloca por encima. Eso me enloquece. Tiene su delicioso olor, así que no me importa que me quede grande.

—¿No vas a congelarte así? —le digo, ocultando mi alegría.

—Iba a dártela de todos modos. Quédatela por un tiempo, si quieres. Tengo varias en casa —me dice, y eso me alivia.

Antes de que oscurezca, ya estamos comiendo pizza en un café al costado de la carretera. Por un momento, el crepúsculo ha pintado un cielo púrpura sorprendente. Ahora está despejado. Cuando menos imagino, ya es de noche.

—Gracias por traerme, Blake. A mamá le hubiera dado un paro si llegaba un minuto más tarde que esto.

—Descuida.

La lumbrera nocturna refleja su nívea luz sobre el agraciado rostro de Blake. Sus facciones resaltan como nunca cuán hermoso es.

—Bueno, Blake. Debo irme —lo saludo, y entro a mi casa, directo a la cama.

Y lo primero que hago es quitarme la chaqueta, para abrazarla con todas mis fuerzas. Su aroma está matándome de amor y goce.

Así logro relajarme, llena de júbilo en mi pecho. Pero luego un pensamiento intrusivo me recuerda mi última visión: una en la que Blake se enferma y le sucede algo horrible.

*****

Al amanecer, una fortísima jaqueca es el único vestigio de mi malestar nocturno. No fue el terror lo que primó esta vez sino la tristeza. Jamás soportaría perder a Blake o que le pase algo por mi culpa.

Sentada en mi cama, tuerzo un poco mi cuerpo. Mi cabeza apunta de pronto a su chaqueta y eso me golpea el corazón. De inmediato, la agarro y vuelvo a sentir su perfume para buscar un poco de paz. Cuánto desearía tenerlo ahora aquí conmigo, pienso. Después recuerdo que estoy perdiendo el tiempo y que se me hará tarde para verlo en la secundaria. No puedo ignorar esta situación. ¿Qué si lo que vi ayer no era mi imaginación sino un adelanto de lo que puede pasar pronto? Como lo mejor es tratar de ser precavida, decido en consecuencia que debería espiar un poco a Blake, además de pasar el mayor tiempo posible con él. A fin de cuentas, ya lo salvé aquella vez en la que casi nos aplasta la mampostería o no sé qué cosa de un techo o balcón....

Plenilunio: Luna del Lobo (Concluida)✔️ [+13]Where stories live. Discover now