EPÍLOGO Parte I

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Bruno miraba a la distancia, sus hijos, cada uno a su manera disfrutaban del lugar, los rayos tenues del sol se empezaban a ocultar tras el horizonte.

Los miró con nostalgia, por fin todo se había acomodado en su vida, ellos lo amaban de nuevo, lo llamaban papá después de tanto tiempo de negarlo, cada uno en su momento se habían acercado a él a solas y le habían vuelto a pedir perdón.

Braulio era todo un caso, para como lo habían dejado, se recuperaba a pasos agigantados, creía en los milagros y nunca se imaginó, que su hijo fuera a ser uno de ellos, a pesar de eso, las cosas no eran fáciles para él, acostumbrado a la independencia, a trabajar, a valerse por sí mismo, su vida que empezaba a despegar, se había venido abajo con todo esto, había perdido su empleo, su posibilidad de abrirse camino hacia el éxito y su futuro le parecía incierto, pero para eso estaba su padre, para ayudarlo a retomar el vuelo de nuevo, y sabía que lo lograría, porque era un luchador nato, era quien más se parecía a él.

A pesar de ser fuerte, tenía sus días de lucha y la depresión no se hacía esperar, sin embargo, daba gracias a Dios de que Fernanda hubiese decidido quedarse al lado de su madre y era ella quien lograba sacar a su hijo de esos estados de desesperación.

Los miró a lo lejos, Braulio aún en su silla de ruedas y ella a su lado, los miró reír y su corazón se enterneció, unos metros más adelante Lily y Rosa, contemplaban absortas el majestuoso atardecer, conversaban y reían como siempre lo hacían. Como le agradecía a Rosa por haber estado en sus vidas. La veía feliz y se alegraba por ella, se lo merecía, era temporada de vacaciones y ambas estaban pasando esas semanas en la sierra, en su rancho, en ese enorme y majestuoso lugar.

Metros más allá, estaba Fernando, aunque a veces sonreía y se integraba a las conversaciones de los demás, su mirada era triste, no era feliz y sabía por qué, se trataba de una mujer.

_ Era mi novia. - le confesó una de las tantas ocasiones en las que habían estado conversando como padre e hijo. _ la amé tanto que estaba dispuesto a formar una familia con ella, sin embargo, sucedieron cosas que nos separaron, fui un idiota con ella y ahora ya no tiene remedio.

_ En esta vida lo único que no tiene remedio es la muerte. - le había contestado en esa ocasión. _ Si de verdad la amas búscala y trata de arreglar las cosas.

_ Ya lo intenté y parece habérsela tragado la tierra. Además, no creo que quiera verme siquiera.

_ Mi consejo es que no te rindas hijo. - había palmeado su espalda. Sabía con quien canalizarlo para que lo ayudara en ese asunto. Estaba seguro de que James no lo defraudaría.

Sumido en sus pensamientos no sintió cuando esa maravillosa mujer se acercaba a él, hasta que la tuvo a su lado.

_ Los hijos son un regalo de Dios. - dijo mirando hacia donde él había estado observando hacía un momento.

_ No lo niego. - le sonrió. _ pero ahorita mi mejor regalo eres tú. - la rodeo con sus fuertes y poderosos brazos. Tú eres quien me da la fuerza para ser el padre que ellos necesitan.

_ No me culpes. - sonrió. _ tú lo traes por naturaleza, no conozco un mejor padre que tú.

_ No hay un mejor padre, o un mejor hijo. - tomó su rostro entre sus manos con delicadeza y la miró a los ojos. _ simplemente hay que dar lo mejor de uno, eso es todo. Ellos deciden qué hacer con lo que uno les da y nosotros decidimos qué hacer con lo que ellos nos dan, y no todos podemos dar lo mismo, cada hijo es diferente, cada circunstancia de la vida y cada momento son diferentes, el amor es lo que no cambia y es lo mejor que tanto ellos como nosotros podemos dar. - la besó con infinita ternura, con amor.

_ Por eso te amo. - lo miró con adoración, cuando se separaron. _ No entiendo como, tanto ellos, como yo pudimos vivir todo este tiempo sin ti. - lo abrazó acomodándose en su pecho. Escuchó su corazón acelerado. Se separó para mirarlo a los ojos.

_ Es lo que tú haces en mí. - le devolvió una sonrisa, llena de complicidad.

Ella no pudo evitarlo, buscó su rostro y luego sus labios, no era común en ella tomar la iniciativa, pero era imposible no hacerlo con ese hombre tan increíble. Su vida había cambiado como la noche al día. Sus tiempos de carencias y sufrimiento habían terminado, ahora era la señora de esa hermosa y espaciosa casa, era la mujer del jefe en ese rancho y sus alrededores, era respetada, querida y ¿por qué no?, envidiada de mucha gente, especialmente de las mujeres, porque, aunque su esposo no era un jovencito, parecía que traía a medio pueblo tras de él, sin embargo, él parecía solo tener ojos para ella y aunque no lo quisiera, la hacía sentirse orgullosa y muy afortunada.

Dicen que la venganza es dulce, ella no era una mujer vengativa, de hecho, no estaba de acuerdo con la venganza, sin embargo, la vida se había encargado de dar a cada quien lo que merecía, hacia apenas unos días que se había llevado a cabo una gran reunión en el rancho de Elizabeth, ella había estado presente durante la mayor parte de su delicado embarazo, el cual había llevado en la ciudad, para ello Bruno había adquirido aquella preciosa casa a la que la había llevado una vez que fue dada de alta en el hospital, ahí, se había establecido con Bruno y Fernanda, mientras que en la casa que había sido de su familia, Fernando, Braulio, Lily y Rosa se habían quedado en ella, al parecer no querían molestar a la pareja recién casada, aun cuando ellos les aseguraban que no tenían problema con que estuvieran ahí.

Los chicos se habían portado de maravilla con ella, admitía que no lo esperaba, pero la habían aceptado y se alegraban de que ella y su padre estuvieran juntos, las cosas habían cambiado tanto. Lily seguía estudiando, Braulio seguía en recuperación, llevando a cabo sus terapias y sometiéndose a cirugías qué sin duda necesitaba, una de sus hijas se había quedado y se había convertido prácticamente en su enfermera, mientras que Fernando, después de ausentarse por un mes luego de lo sucedido, había regresado para retomar sus estudios, sorprendiéndolos a todos, ahora era un estudiante modelo, además, su padre le había dado la oportunidad de incorporarse a una de sus empresas y lo estaba haciendo bien, lo único que les preocupaba a todos era esa tristeza que no lo dejaba, aunque tenían la esperanza de que pronto pasara.

ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA Where stories live. Discover now