CAPÍTULO 36 VENCIDOS

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Bruno recordó cómo sólo a una semana del rescate de sus hijos, se reunió con Santiago y Aureliano, y no era que Santiago lo estuviera apresurando, por el contrario, le había dicho que se lo tomara con calma, después de todo esa gente no tenía opción y a él no le importaba retenerlos el tiempo que fuera necesario.

_ El mundo estará mejor sin ellos, aunque sea solo por unos días. - le había dicho Santiago. _ Así que tomate tu tiempo, recupérate y has lo que tengas que hacer, luego ya veremos.

Y él sabía que tenía razón, pero no soportaba estar en una cama, en un cuarto de hospital, sin posibilidad de hacer nada, y al cuidado de gente extraña. Ya había tenido suficiente de eso en el pasado, así que, aunque adolorido, y aun sufriendo las consecuencias de la golpiza que recibió, voluntariamente se dio de alta casi desde el primer día, no le importó que Justin lo reprendiera y que intentara dejarlo unos días más, no podía seguir ahí como si estuviera incapacitado, cuando no lo estaba. Su vida había sido intensa y de cosas peores había salido, así que nada de eso lo asustaba. Por lo pronto tenía que ir resolviendo sus asuntos pendientes.

Y uno de los primeros había sido esa reunión con Santiago.

_ ¿Estás listo? - había preguntado. Se encontraban afuera de la bodega de donde habían sido rescatados días atrás.

Nada parecía haber cambiado, el lugar seguía resguardado por los hombres de Santiago y Aureliano sus armas eran visibles, y sin duda, al verlos nadie osaría enfrentarlos, después de todo el lugar era propiedad de Rosendo Granados y su gente estaría desesperada por su ausencia, aun cuando los hombres de Santiago lo habían obligado a informar que se ausentaría por un tiempo, para evitar enfrentamientos innecesarios.

_ Listo. - dijo él, preparándose para enfrentar una vez más a esa gente.

Un hombre abrió la enorme puerta y tanto él como Santiago y Aureliano entraron seguidos de varios de sus hombres.

La escena no lo sorprendió. Además de Rosendo y su hijo, se hallaban todos los hombres que en aquel momento habían estado presentes, incluidos los amigos de Iván.

Por supuesto ya no había señas de aquella altanería y prepotencia que los había caracterizado, ni aquellas sonrisas burlonas que siempre estaban en sus rostros, ahora se les veía pálidos asustados y muy ansiosos, y no era para menos, no sabían que esperar, sin duda creían que serían asesinados como ellos habían pensado hacer con él y su familia.

*****
Rosendo Granados, escuchó la puerta de la bodega abrirse, jamás en su vida había experimentado la angustia y la ansiedad que sentía ahora. Toda su vida, había estado rodeado de hombres que lo protegieran o lo sacaran de cualquier dificultad, no entendía como de un momento a otro había pasado de ser un hombre todo poderoso, a ser un prisionero más, un hombre privado de su libertad, como tantos a los que él había mantenido secuestrados. Sin embargo, el trato que se les estaba dado a ellos, distaba tanto del trato inhumano que él y sus hombres solían darle a esa pobre gente que caía en sus manos, y aun así se sentía aterrado, sobre todo porque sabía que el responsable de todo esto era su hijo y sabía que lo que sea que Santiago Moran y Bruno tuvieran para ellos, se irían sobre su hijo y no, no estaba preparado para ver lo que hicieran con él, mucho menos para perderlo, y lo peor era que a Santiago no había forma de llegarle, no tenía forma de sobornarlo, o de hacerlo cambiar de parecer, lo que fuera que hubiese decidido hacer con ellos, lo haría, había escuchado tanto hablar de él y sabía por experiencias de otros que todo era verdad, y había luchado tanto por evitarlo, sin embargo, ahora por una tontería de su hijo lo tenía frente a sí una vez más, y a su inseparable mano derecha Bruno, otro hombre igual a él, por algo siempre estaban juntos.

Los miró acercarse y un escalofrío recorrió su cuerpo.

_ Es hora de arreglar cuentas. - dijo Bruno. _ Espero que tu estancia haya sido la que mereces.

_ Sé que mi hijo se extralimitó. - miró a los ojos a aquél hombre. _ lo lamento y él también lo lamenta.

_ Se te olvida que yo también estuve aquí. - dijo él, y tenía razón, no podía engañarlo y hacerle creer que su hijo no tenía intenciones de lastimarlos.

_ Por lo mismo sabes que mi llegada a este lugar fue con la intensión de liberarlos y ponerle un alto a mi hijo. Él no sabía lo que hacía.

_ Primero. - se paró frente a él amenazante. _ tu hijo sabía perfectamente lo que hacía, y segundo, precisamente porque tu intención era detenerlo es que están aquí y no en una tumba, varios metros bajo tierra. Sin embargo, también debes de saber que todos nuestros actos tienen consecuencias.

_ Lo sé. - se apresuró a decir. _ Yo me encargaré de que mi hijo pague y no vuelva a hacer algo como esto.

_ Ya creo que lo harás, pero no será como y cuando tú quieras, será ahora, aquí y a nuestro modo.

Un escalofrío lo recorrió de nuevo, desde la cabeza hasta los pies. No sabía que pretendían, pero no era nada bueno, eso era seguro. Y la prueba era que en esos momentos estaban llevando a Iván ante él.

Estos días habían sido una gran agonía, porque los habían mantenido separados, sabía que lo tenían en la misma bodega, pero no podía verlo ni ver en qué condiciones estaba, porque lo habían aislado en una de las divisiones de la enorme bodega, a sus amigos los tenían en otro lado, a él y parte de sus hombres en otro y al resto de su gente en otro.

_ Papá. - vio a su hijo intentar acercarsele, pero de inmediatamente fue detenido. Se le veía totalmente demacrado, su mirada era de angustia y súplica. Él hubiese querido abrazarlo y decirle que todo pasaría, pero no se lo permitieron. Sabía que estos días no habían sido fáciles y que no lo había pasado bien, porque tampoco él había estado bien, esa gente los había obligado por separado a cavar dos tumbas, una para su hombre muerto y la otra para el amigo de su hijo, y los habían obligado a ambos a cargar los cuerpos y llevarlos y volver a echar la tierra para sepultarlos. Había sido duro porque no habían permitido que nadie los ayudara, además, para su hijo había sido terrorífico, porque el cuerpo de su amigo ya estaba en avanzado estado de descomposición y no sabía de qué forma lo había logrado llevar, porque no lo habían dejado en paz, hasta que terminó, solo recordaba haberlo escuchado gritar de desesperación, de frustración e incluso llorar de impotencia.

Ahora lo tenía frente a sí y no lo reconocía, su ropa antes impecable y la cual lucia con orgullo, ahora estaba sucia, arrugada y desgarrada, su cabello también sucio y revuelto, su rostro demacrado, su mirada pérdida, ya sin brillo y su actitud distaba tanto de aquella prepotencia que siempre lo caracterizaba. Hubiese llorado en ese momento, pero tenía que mostrarse fuerte para él, y aunque no podía abrazarlo, ni siquiera acercarse más de lo que ellos le permitían, le sonrió dejándole entender que no lo dejaría, que abogaría por él.

ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt