XVII

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Lincoln Loud se encontraba sentado en un banco de una calle peatonal de la ciudad de Tokio, en Japón. Su cabeza parecía que pesaba pues era incapaz de levantarla, sus manos ayudaban a mantenerla en el aire. La mente de Lincoln no dejaba de pensar en toda su vida. Desde que adquirió consciencia de su existencia hasta el último segundo transcurrido. Su infancia feliz junto a todas sus hermanas, su adolescencia traumática y su adultez arruinada por los traumas. La vida daba golpes y Lincoln se dejó golpear, se dejó golpear durante tantos años que ya había olvidado lo que era pelear... o por lo menos hasta hace menos de una semana. Cuando Lyra y Lemy llegaron a su vida, dos luces que iluminaron el oscuro abismo en el que Lincoln había estado encerrado por años. A esas dos luces se les fueron añadiendo nuevas, Lupa, Lacy, Liena, incluso Lucy. Parecía que su vida iba mejorando, pero un nuevo golpe lo estaba esperando en Japón.

Su primogénita, Loan, su hija más delicada y más compleja a nivel psicológico, había sido ingresada en el hospital debido a un traumatismo en la nuca. La versión que tenía el hospital dada por Lori era una extraña, decían que Loan se había resbalado por las escaleras por culpa de sus inoportunos tembleques. Para Lincoln, había algo más detrás de todo esto y la que inició su tortura hace 21 años tenía algo que ver. Con el ceño fruncido, Lincoln apretó sus puños, levantándose del banco y poniendo rumbo al hogar donde su hija había tenido que vivir junto a ese monstruo.

—Loan... te vendrás conmigo como que me llamo Lincoln Loud. —En su voz se notaba la ira, ira que hacía mucho tiempo que no sentía. Quizás la vez que defendió a Lyra de Luna, pero esto era diferente, su hija estaba en el hospital y no iba a tener tanta paciencia. Sus pasos eran severos y cada vez más cerca de llegar a la residencia Loud en la que se aloja su hermana.

— ... —Lori se encontraba en la cocina de su hogar, con la mirada perdida, apretando con mucha fuerza la taza de café que yacía entre sus manos, parecía haber entrado en trance, un trance tan profundo que no se había movido de esa silla desde que volvió del hospital. De repente se pudo escuchar varios golpes en la puerta, golpes contundentes y fuertes, casi con la intención de romperla a base de puñetazos. Estos fuertes golpes la hicieron salir de su trance, dejando la taza en la mesa, revelando pequeñas grietas que se habían estado formando por la presión ejercida.— ¿Si? —Preguntó mientras llegaba a la puerta, esperando alguna respuesta, aunque para su decepción no recibió ninguna. Cerró uno de sus ojos, acercándose a la rendija en su puerta, quedando totalmente impactada al ver un cabello blanco y unos ojos azules que caracterizan a la persona más especial para Lori, aunque en vez de sentir felicidad sentía un pánico tan grande que sus piernas temblaban.— L-Lincoln.

— Habré la puerta Lori. Hazlo o juro que la tiro al suelo. —En ese momento, la amenaza de Lincoln no eran palabras vacías, era una advertencia, una negociación para que no hubieran daños materiales. El corazón de Lori iba a mil por hora, tenia miedo, miedo de que su hermano le hiciera algo.

— ¿Q-que ha-haces a-aqu... —Su voz fue interrumpido por un fuerte grito del albino, un grito ensordecedor lleno de ira y furia. Una orden que si no se cumplía, habría severas consecuencias.

— ¡Que habrás la puerta! —Las piernas de Lori temblaban, más bien dicho todo su cuerpo temblaba por el pánico que le estaba infundiendo Lincoln. La rubia tragó saliva, sabía que si seguía desobedeciéndolo acabaría de una forma que se lamentaría. Sus manos temblorosas fueron al pomo de la puerta, abriéndolo lentamente. Su cuerpo cayó al suelo justo en el momento que Lincoln pateó la puerta. Los ojos de Lori pudieron ver al mismísimo diablo en persona. Lincoln la miraba un repulsión, ira y decepción, esa misma mirada que 21 años atrás sus padres y amigos le dieron.

— L-L-Lincoln. —Sintiéndose el pánico en sus palabras, Lincoln se agachó y la agarró del cuello de la camiseta que traía puesta, levantándola en el aire y dejándola colgando. Las miradas de ambos se cruzaron, ira y furia contra miedo y desesperación.

— Escúchame bien pedazo de escoria. —Los ojos de Lori comenzaron a cristalizarse, amenazando con derramar lágrimas del miedo crudo y puro que estaba sintiendo.— Que te metas conmigo, me da igual. Que te metas con tus estupidas hermanas, me da igual. Pero... —Lincoln la acerco más a su rostro, pudiendo sentir el miedo que desprendía cada célula del cuerpo de Lori.— Como le hayas tocado un solo pelo a Loan no se lo que me pasara, pero lo que sí sé es que tú acabas muerta. ¡¿Te ha quedado claro?! —Con repulsión Lincoln dejó caer a su hermana al suelo, quien estaba totalmente paralizada, temblando como un flan y sin dejar de llorar como un bebé.— Mírate. Solo eres basura, una escoria que no se merece siquiera tener dignidad. —La ira controlaba el cuerpo de Lincoln a tal punto que escupió sobre su hermana, marchándose de ese asqueroso lugar, no sin antes dar un fuerte portazo.

Sin dejar de lado la gran ira que sentía, Lincoln comenzó a caminar hacia el hospital, intimidando a todos los japoneses que se cruzaban, quienes se apartaban por el miedo que les golpease o agrediera de alguna forma. A medida que avanzaba en su caminata al centro, su ira se iba disipando muy lentamente, frenando en seco en mitad de un parque de la ciudad. Sus puños no dejaban de hacer presión sobre ellos mismos, tanta que si seguía haciéndolo probablemente termine haciéndose alguna heridas. De repente su bolsillo comenzó a vibrar, quizás alguien lo estaba llamando. Su mano lo agarró y miró las notificaciones, no solo había una, habían varias. Una de ellas una llamada perdida procedente de Rusia. Además de varios mensajes de su hija Lyra como de un número desconocido. Lincoln suspiro con pesadez, calmándose del todo y sentándose en uno de los bancos para afrontar eso de una forma calmada. Sus dedos fueron a la aplicación de llamadas, devolviendo en primer lugar la llamada procedente de Rusia. Al poco tiempo de llamar la llamada fue atendida por una mujer con un claro acento ruso.

— Buenos días, ¿hablo con Lincoln? —El que llamasen desde Rusia le hizo sentir que algo andaba mal, quizás una estafa, por lo que decidió andar con cuidado con la información que decía a aquella desconocida, decidido también a cambiar todas sus contraseñas una vez finalizada la llamada.

— ¿Quien pregunta? —Un suspiro de alivio se pudo escuchar del otro lado, quizás había intentado contactar con él en varias ocasiones.

— Soy Karenina Ivanov. Me comunico con usted como representante del grupo UNICEF Moscú. Queremos que se pase lo antes posible por nuestras oficinas para discutir sobre la custodia de su hija. —Estas palabras fueron un duro golpe para Lincoln, ahora que estaba pasando, de repente le había salido una nueva hija en Rusia.— ¿Sigue ahí?

— ¿Es una broma? En mi vida he pisado Ru... —En ese momento el recuerdo de aquella mujer vino a su mente.— Becky... —Respiro profundamente mientras intentaba aguantar las ganas de gritar y llorar por el estrés que estaba sintiendo.— Escuché, ahora mismo estoy muy ocupado. Mi hija está ingresada en el hospital y no sé cuando le darán el alta. —El tono de voz de Lincoln era uno más severo y algo enojado. Su prioridad era Loan y eso no iba a cambiar...

— Mire, siento mucho lo de su otra hija, pero Laika, su hija, lo necesita. Becky... Bueno ella se ha ido y ahora no tiene a nadie. —Esas palabras si cambiar la forma de pensar de Lincoln sobre esta situación. Su actitud pasó a una más calmada, demostrándose con un tono de voz más comprensivo.

— Esta bien... en cuanto termine aquí iré lo más rápido que pueda. Muchas gracias por avisarme... —Un nudo en la garganta se hizo presente en Lincoln, quien quería decir algo, algo hacia su hija que nunca pudo saber de su existencia.— Y.... Dile a Laika que tengo ganas de conocerla... y que lo siento... —La mujer rusa accedió a enviar ese mensaje, despidiéndose de Lincoln y quedando en que este la volvería a llamar para avisar que estaba en camino.

La llamada finalizó y Lincoln quedó totalmente quieto, callado y pensativo. Su cabeza estaba hecha un lío con todo lo que estaba pasando, todo era tan rápido que simplemente no sabía cómo afrontarlo. Volvió a mirar su teléfono, entrando en la aplicación de mensajes y leyendo los mensajes de aquel número desconocido.

— "Hey Linky. Soy yo, Luan. Sé que no hablamos desde... Bueno, desde eso. Sé que no tengo el derecho de pedirte nada, pero necesito hablar contigo, es sobre Liby... por favor, llámame." —La mirada de Lincoln fue del teléfono al cielo de Tokio, respirando profundamente antes de soltar un grito lleno de frustración, enfado, tristeza y confusión.

Continuará

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Los Hijos De Un PecadoWhere stories live. Discover now