Capítulo Cuarenta: Luces, esferas y dos relojes

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Leonardo

En mi mente se repetía una y otra vez sus palabras, y yo me hacía preguntas cómo ¿enferma? y ¿de qué?

Aún no entendía que estaba pasando, cuando soltó que estaba enferma frente al juez, este último obligándome a cumplir la supuesta última voluntad.

«¡Una mierda!», pensé.

Estaba harto y cansado, estaba listo para avanzar con mi vida y Siena volvió a arruinar todo. El divorcio me permitiría estar con Nadia, y el papel no era un impedimento, pero era una razón para generar malos entendidos y era algo que quería evitar.

Sam me comentó que contrataría a un detective privado para que siguiera a Siena fuese a dónde fuese y descubrir si era cierto lo de su supuesta enfermedad, para mí era una perdida de tiempo y de dinero. Ya había pensado en una forma de hacerla ir al hospital y que le hicieran estudios para saber que es lo que la está “matando”. De algún modo u otro lo iba a descubrir.

A pesar de todo lo malo, le comenté a Nadia la idea de que pasara un tiempo conmigo antes de que se fuera de viaje con su familia y no nos viéramos por un largo tiempo. Quería aprovechar todo el tiempo que hubiera para poder estar contigo, pero al ver mi departamento tan lúgubre, sin luz y tan deprimente, me entro el miedo de que eso no le gustará a Nadia y recurrí a pedirle ayuda a mis amigos: Max, Tom y Sam.

Los cuatro ibamos de una tienda a otra buscando adornos navideños para poder decorar mi departamento; luces, esferas, escarcha, nieve falsa y un gran árbol para decorar. Los tres me regañaban y me preguntaban cómo era posible que no tenía decoraciones para un momento así, qué debería haberlas tenido siempre, pero desde que falleció Daphne, no había adornado ni festejado la Navidad. Era doloroso el simple hecho de solo pensar que iba a pasar otra navidad sin sus risas ni sus abrazos, y que no podría ver sus ojos brillantes tan llenos de ilusión cuando le decía que Papá Noel estaba por llegar.

Jamás llegue a creer que decorar una casa fuera tan pesado, pasamos al menos tres días seguidos decorando, acomodando y quitando muebles para abrirle paso a el árbol, o al menos, eso es lo que decía Sam que necesitábamos, ella era la persona con más espíritu navideño de nosotros tres.

Esperaba que con la ayuda de mis amigos para decorar, fuera suficiente para que Nadia se sintiera cómoda y que fuera una de sus mejores noches, aún si no era navidad.

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El sol de estaba escondiendo y alumbraba parte de la sala de estar y de la cocina mientras lo miraba por el ventanal, voltee a mi derecha y vi el árbol sin la luz encendida. Era el día en el que Nadia y yo podríamos estar juntos por primera vez, y aún no me lo creía.

Suspire con cierta emoción y me sonreí a mí mismo al reflejarme en el vidrio.

Di media vuelta y caminé hacia mi cuarto, miré la ropa que había dejado sobre mi cama, lista para ser usada en cuanto saliera de bañarme.

Entre al baño dentro de mi cuarto y lo inspeccione, estaba impecable y muy bien ordenado, todo debía estar perfecto. Después de admirar el interior, me desvestí dejando la ropa en el cesto para la ropa sucia, abrí los grifos de la ducha hasta conseguir la temperatura adecuada; una vez conseguida, entré dejando que el agua empapara mi cabello y mi cuerpo, pase mis manos por mi rostro para poder quitar el exceso de agua sobre él.

Me quedé pensando en lo que podría suceder cuando llegara el momento de estar con Nadia, un sin fin de escenarios ficticios venían a mi mente y algunos de ellos continuaban lo que había quedado pendiente aquel día en ese salón donde ella estaba sobre el escritorio.

Mi Doctor FavoritoWhere stories live. Discover now