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Ya estaba harto.

Harto de las sesiones, creyó que si cooperaba tal vez lo dejarían ir, aunque era obvio que no sería de una sesión a otra pero ya estaba muy cansado ¡Eran sus vacaciones! Debía estar resolviendo misterios, no esto.

Eso se decía a si mismo todas las noches.

Arrastró sus pies hacia dentro de la clínica, Mabel lo había acompañado para ser su porra personal, pero rápidamente se distrajo con un joven rubio y de ojos verdes que jugaba ajedrez solo.

Estaba acostumbrado a que Mabel corriera hacia el primer chico guapo que veía, no le preocupaba y tampoco le molestaba.

Siguió caminando hasta su respectivo consultorio, listo para abrir la puerta y entrar.

«¿Dónde están tus modales, cachorro?»

Se  freno de golpe, mirando detenidamente la perilla de la puerta.

Tocó la puerta.

La doctora Rosa le dio la entrada, así que se pasó.

—Buenos días.

—Buenos días.

Ninguno de los dos parecía contento, tal vez lo único que tenían en común, además del odio que ambos le tenían a su trabajo.

—Bien. Cómo tuvimos un buen avance en la sesión anterior, decidí hacerte otro juego ¿Estás de acuerdo? Bueno. La verdad es que no me importa. Te prometo que si haces esto más fácil para los dos lo que resté de la sesión será libre.

Oh, eso le agradaba.

—Bien.—Respondío

Ella sonrió y se acomodo mejor en su silla.

—La actividad de hoy es sencilla. ¿Has oído "dime con quién te juntas y te diré quién eres"?—Dippee asintió. Ella siguió:— Bueno, quiero conocerte. Y tomando en consideración que no me vas a contar tu vida personal, quiero que actúes como aquellas personas que están a tu alrededor. ¿Entiendes?

—¿Por qué…?

—¿¡Por qué siempre me cuestionas?!—Le preguntó, irritada hundiendo su cara entre sus brazos sobre el escritorio.

—¿Por qué siempre responde mis preguntas con preguntas?

—Tu haces lo mismo.

Ambos se miraron, entrecerrando los ojos.

Suspiró. Había perdido.

—Buen punto—Volvio a suspirar—entiendo.

Ella sonrió de nuevo, recobtqndonla compostura.

—¡Excelente! Ahora, empieza.

Silencio.

—No se por quien empezar.

Ella sonrió dulce y comprensivamente. El nerviosismo de dipper, la forma en la que jugaba con sus dedos y como escondía su mirads bajando su gorra lo más posible le recordó el por qué había decidido ejercer este trabajo.

—Por cualquier persona que se te venga a la mente.

Hubo silencio de nuevo. Ella suspiró, cerrando los ojos y sobando su sien, intentando acumular paciencia.

Escuchó a dipper acomodarse en su silla, levanto la vista y lo vio. No se lo podía creer.

Era la primera vez que lo veía sonreír.

Su postura había cambiado, cruzaba las piernas, recargaba ambas manos sobre sus rodillas, se había sentado correcta y elegantemente. Además…esa sonrisa…no le era defiar.

Nuestra venganza (Billdip)Where stories live. Discover now