XXIV

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- Algún día quiero amar tanto como ella - voz de una niña.

- Así sera, querida. Así será. - contesto el Presidente Snow cambiándole la expresión el rostro.

- Presidente - dijo un hombre entrando a la sala. - Le mandan esto.- dijo entregando el sobre en una bandeja de plata.

El presidente la tomo y la expresión en su rostro volvió a cambiar. 

"No pudiste matarme, así que ¿ahora mataras a nuestra hija?" 

Aplasto la hoja y la tiro de inmediato en la chimenea prendida a unos pasos, todos los sirvientes lo miraban confundido, incluso hasta su sobrina que miraba los juegos con el.


- ¿Cómo estás? - le pregunta Finnick a Peeta- . ¿Crees que puedes seguir avanzando?

- No, tiene que descansar - respondo. Me moquea la nariz y no tengo ni un trocito de tela para sonármela. Mags arranca un poco de musgo que cuelga de una rama y me lo da. Estoy demasiado destrozada para cuestionarlo. El musgo resulta agradable, absorbente y sorprendentemente suave.

Veo un brillo dorado en el pecho de Peeta. Se trata de un disco que le cuelga de una cadena al cuello. Lleva grabado mi sinsajo.

- ¿Es ...? - no termine de hablar cuando el entendio a que me refería.

- Sí, ¿te importa que lo use? Quería que estuvieramos a juego.

- No, claro que no me importa - respondo, obligándome a sonreír. Que Peeta aparezca en la arena con un sinsajo es tanto una bendición como una maldición, Por un lado, debería darles ánimos a los rebeldes de los distritos. Por otro, es poco probable que el presidente Snow lo pase por alto, y eso hace que mantener a Peeta con vida sea más difícil.

- Entonces, ¿quieren que acampemos aquí? - pregunta Finnick.

- No creo que sea posible - responde Peeta-. Quedarnos aquí, sin agua, sin protección... Ya me siento mejor, de verdad, siempre que podamos ir despacio.

- Despacio es mejor que nada - repone Finnick, y ayuda a Peeta a levantarse mientras yo me recupero. Desde que me levanté esta mañana he visto cómo asesinaron a Cinna, he aterrizado en otra arena y he visto morir a mi compañero. En cualquier caso, me alegro de que Finnick haya sacado el tema del embarazo, porque, desde el punto de vista de un patrocinador, no estoy llevando las cosas demasiado bien.

Empezamos a caminar, yo al frente  lanzando unos frutos rojos para mantenernos alejados del campo de fuerza. Es una buena idea, cada vez que un fruto seco da con un campo de fuerza se ve una nubecilla de humo antes de que aterrice a mis pies, ennegrecido y con la cascara rota.

- Esperen - digo, y empiezo a escalar un árbol llegando hasta la cima en busca de un poco de agua fresca, pero vuelvo a ver lo mismo que la primera vez. Nada. 

-Ni un rastro de agua dulce. - digo. - Y estamos en  el margen de la arena.

- Pronto va a oscurecer. - menciona Finnick -Tenemos lar espaldas protegidas. Deberíamos acampar. Tomaremos turnos para dormir, yo vigilo primero.

- No lo creo. 

Finnick se pone de pie a centímetros de mi.

- Cariño, lo que hice hace rato por Peeta se llama salvarle la vida. Si quisiera matarlos, ya lo habría hecho.

Agarro su tridente, dirigiéndose hacia Mags. 

- Descansa, tomaré el primer turno. - me dirijo hacia Peeta.

- Solo un rato. - Contesta el, es claro que por mas que trate de disimularlo esta agotado.

La noche empieza hacer presencia, la poca luz que hay es por la luna artificial que tenemos sobre nosotros. 

- ¿Cómo esta Peeta? - pregunta Finnick mientras lo observo dormido.

- Esta bien, creo. Deshidratado, como todos. 

La conversación es interrumpida cuando suena la música del capitolio, y en el domo muestran a los profesionales que perdieron la vida.

- Ocho. - digo después de contarlos a todos y el silencio vuelve hacer presencia, hasta que se escucha ese silbido de los primeros juegos cuando los patrocinadores me mandaban algo. Me levanto de golpe para poder abrirlo. "Beban" es lo único que decia la nota.

- ¿Qué es? - pregunta Finnick

- Es de parte de Haymitch. - digo sosteniendo el artefacto. - Creo que es una espita.

- Una, ¿qué?

Me dirijo a un árbol con una roca y lo clavo en el, esperando que empiece a salir agua.

-No puede ser. No puede ser. - Dice Finnick emocionado 

- Bebe. - le digo a Peeta.

Todos empezamos a tomar agua, sintiéndose como una gloria por el calor que hacia y lo deshidratados que estabamos. Estando así el tiempo se empezó a sentir mejor, ya estábamos frescos, y podíamos descansar.

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H&F

¿Quién eres? - En LlamasWhere stories live. Discover now