XX

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-Ahí fuera es la locura. Han enviado a todos a casa y han cancelado el resumen de las entrevistas en televisión. - dice Haymitch al abrirse las puertas del elevador.

Peeta y yo corremos a la ventana e intentamos entender lo que pasa más abajo, en la calle.

-¿Qué están diciendo? -pregunta Peeta-. ¿Le están pidiendo al presidente que detenga los juegos?.

- Creo que ni ellos mismos saben qué pedir. La situación no tiene precedentes. La simple idea de oponerse a los planes del Capitolio es fuente de confusión para la gente de aquí - responde Haymitch-. Pero Snow no va a cancelar los juegos de ninguna manera. Lo saben, ¿verdad?

Lo sé. Ya no puede echarse atrás. La única opción es devolver el golpe, y devolverlo con fuerza.

-¿Los otros se han ido a casa? -pregunto.

-Se lo han ordenado. No sé cómo les irá con toda esa muchedumbre en la calle.

-Entonces, no volveremos a ver a Effie -comenta Peeta. El año pasado tampoco la vimos la mañana de los juegos-. Dale las gracias de nuestra parte.

- Eso no será necesario - dijo Effie entrando. - Tengo los regalos que les prometí. - dijo extendiendo dos cajas a Peeta y a Haymitch.

- ¿Qué es esto? - pregunto Haymitch, al abrirlo era una pulsera de oro.

- Tu símbolo, ¿recuerdas? - dijo Effie - Yo, mi cabello. ___, su broche. Tú un brazalete dorado y para Peeta, el medallón del que hablamos.

- Gracias, Effie. - dijo Peeta.

- Somos un equipo, ¿no es cierto?. - todos asentimos con una pequeña sonrisa - Y estoy muy orgullosa de mis Vencedores. Muy orgullosa. Son muy... Ambos merecían algo mucho mejor. - dice mientras nos abraza a Peeta y a mi.

- Gracias, Effie. - digo.

- En verdad lo siento. - dice antes de salir de la sala dejándonos a los tres solos de nuevo.

- Gracias, Haymitch. - Dice Peeta mientras se acerca abrazarlo. - Por todo.

Haymitch le da unas palmadas en la espalda antes de separarse.

- ¿Un último consejo?.

- Permanezcan con vida. - dice con la voz ronca antes de darse la vuelta.

- Haymitch, espera. - digo acercándome a el, para abrazarlo. - Recuerda nuestro trato. Haz lo que sea necesario para que él viva. Prométemelo.

- Si. ___, cuando estés en la arena... recuerda quién es el verdadero enemigo.

Asiento mientras el acaricia mi mejilla antes de salir de la habitación.

Peeta y yo caminamos hacia las habitaciones pero el quiere parar en su cuarto para quitarse el maquillaje en la ducha y reunirse después conmigo dentro de unos minutos, pero no lo dejo. Estoy segura de que, si se cierra una puerta entre nosotros, se bloqueará y tendré que pasar la noche sin él. Además, tengo ducha en mi habitación. Me niego a soltarle la mano.

¿Dormimos? No lo sé. Pasamos la noche abrazados, en una tierra intermedia entre los sueños y la vigilia. Sin hablar. Los dos tememos molestar al otro, con la esperanza de poder acumular algunos preciados minutos de descanso.

- No quiero estar con nadie más allá. Solo tú.

- Si eso es lo que quieres. - contesta el con su voz suave.

- Es lo que quiero.

Digo y tocan la puerta con delicadeza, lo más seguro es que era Cinna y Portia que llegaban al alba. Peeta me da un besito.

-Te veré pronto -me dice.

-Te veré pronto -respondo.

Cinna, que me ayudará a vestirme para los juegos, me acompaña al tejado. Estoy a punto de subir a la escalera del aerodeslizador cuando lo recuerdo:

-No me he despedido de Portia.

-Yo se lo diré.

La corriente eléctrica me paraliza en la escalera mientras el médico me inyecta el dispositivo de seguimiento en el antebrazo izquierdo. Ahora podrán localizarme en la arena en todo momento. El aerodeslizador despega y miro por las ventanillas hasta que se oscurecen. Cinna intenta obligarme a comer y, cuando eso falla, a beber. Consigo beber agua a traguitos, pensando en la deshidratación que estuvo a punto de matarme el año pasado, pensando en que necesitaré fuerzas para mantener a Peeta con vida.

Cuando llegamos a la sala de lanzamiento de la arena, me ducho. Cinna me hace una trenza y me ayuda a ponerme la ropa sobre mi sencilla lencería. El traje de los tributos de este año es un mono azul ajustado, fabricado en un material muy fino y con una cremallera delante; un cinturón acolchado de unos quince centímetros de ancho cubierto de reluciente plástico morado; y un par de zapatos de nylon con suelas de goma.

-¿Qué te parece? -pregunto, acercándole la tela a Cinna para que la examine.

Frunce el ceño mientras la restriega entre los dedos.

-No lo sé, no sirve de mucho como protección ni del frío, ni del agua.

-¿Y del sol? -pregunto, imaginándome un sol ardiente sobre un desierto baldío.

- Es posible, si la han tratado adecuadamente. Oh, casi se me olvida esto. -Saca mi broche de sinsajo dorado del bolsillo y me lo pone en el brazo escondiéndolo con la manga.

-Mi vestido de anoche era fantástico -comento. Fantástico e imprudente, pero eso ya lo sabrá él.

-Me pareció que te gustaría -responde, con una sonrisa tensa.

Nos sentamos con las manos entrelazadas, como el año pasado, hasta que la voz me dice que me prepare para el lanzamiento. Me acompaña a la placa de metal circular y me sube la cremallera del traje hasta el cuello.

-Recuerda, chica en llamas, que sigo apostando por ti. - Me da un beso en la frente y retrocede, mientras el cilindro de cristal baja para rodearme.

- Gracias - respondo, aunque es probable que no me oiga. Levanto la barbilla para llevar la cabeza alta, como siempre me pide, y espero a que la plataforma se eleve. Sin embargo, no lo hace, y sigue sin hacerlo.

Miro a Cinna arqueando las cejas, en busca de una explicación. Él sacude la cabeza levemente, tan desconcertado como yo. ¿Por qué están retrasando esto?

De repente, la puerta que está detrás de él se abre de golpe y tres agentes de la paz entran en tromba en la habitación. Dos sujetan los brazos de Cinna a su espalda y lo esposan, mientras que el tercero lo golpea en la sien con tanta fuerza que cae de rodillas. Y no dejan de golpearlo con guantes tachonados de metal, abriéndole heridas en la cara y el cuerpo. Empiezo a gritar como loca, a golpear el inflexible cristal intentando llegar hasta él. Los agentes de la paz no me hacen ningún caso y se llevan a rastras el cuerpo inmóvil de Cinna. Sólo quedan las manchas de sangre en el suelo.

Mareada y aterrada, noto que la placa empieza a subir. Todavía estoy apoyada en el cristal cuando la brisa me agita el pelo y me obligo a enderezarme. Justo a tiempo, porque el cristal se retira y me quedo de pie en la arena. Algo parece estar mal, el suelo es demasiado brillante y reluciente, y no deja de moverse. Me miro los pies, entrecerrando los ojos, y veo que la placa de metal está rodeada de olas azules que me mojan las botas. Levanto la mirada poco a poco y asimilo la visión del agua que se extiende en todas direcciones.

Sólo logro formar un pensamiento coherente:

«Éste no es lugar para una chica en llamas».

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Hola!!

Ya estamos de vuelta y espero les haya gustado, si es así saben que nos encantaría que nos apoyen dándole

Cualquier duda u opinión es bienvenida en los comments ♥︎

H&F

¿Quién eres? - En LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora