R.A.B

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Narra Evelyn

A la mañana siguiente, me desperté temprano. Eché un vistazo y vi que Hermione durmió en el sofá y Ron en el suelo; Hermione apoyaba un brazo en el suelo y sus dedos casi tocaban los de Ron. Dana y Dakota durmieron  juntas en el mismo saco de dormir; gracias a la magia avanzada de Dana, pudo agrandarlo y cabían las dos. Sophie, Harry y yo dormimos en los restantes sacos de dormir juntos.

Salí del saco de dormir, cogí mi varita y salí con sigilo de la habitación. Al llegar al rellano susurré «¡Lumos!», y subí la escalera con ayuda de la luz de la varita mágica.

En el segundo rellano se encontraba el cuarto donde habíamos dormido Severus y yo la vez anterior. Asomé la cabeza y, al ver el armario abierto y las sábanas revueltas, me acordé de la pierna de trol derribada que había en el vestíbulo. Alguien había registrado la casa después de que la Orden la abandonara. Pero ¿quién? ¿Tal vez Severus, o quizá Mundungus que había robado muchas cosas de esa casa antes y después de haber sido abandonada? Desvié la mirada hacia el retrato en que a veces aparecía Phineas Nigellus Black, el tatarabuelo de Sirius, pero estaba vacío y sólo mostraba un fondo indefinido. Por lo visto,  había ido a pasar la noche al despacho del director de Hogwarts.

Seguí subiendo la escalera hasta el último rellano, donde sólo había dos puertas. En la que tenía delante había una placa que rezaba «Sirius»; nunca había entrado en el dormitorio de mi tío. Empujé  la puerta y mantuve la varita en alto para que la luz llegara lo más lejos posible.

La habitación era amplia, y en otros tiempos debía de haber sido bonita. Había una cama muy ancha con cabecera de madera labrada, una alta ventana tapada con largas cortinas de terciopelo y una araña de luces cubierta de polvo, en cuyos soportes todavía quedaban cabos de vela de los que colgaban gotas de cera reseca. Una fina capa de polvo cubría también los cuadros de las paredes y la cabecera de la cama, y una telaraña se extendía desde la lámpara hasta lo alto del gran armario. Al entrar en la habitación, oí un correteo de ratones asustados. Cuando todavía era un adolescente, Sirius había colgado tantos pósteres y fotografías en su habitación que casi no quedaba a la vista la seda gris plateada que forraba las paredes. Quise suponer que los padres de Sirius no habían logrado retirar el encantamiento de presencia permanente que los mantenía en la pared, porque estaba segura de que no compartían los gustos de su hijo mayor en materia de decoración. 

Daba la impresión de que Sirius había hecho lo indecible para fastidiarlos

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Daba la impresión de que Sirius había hecho lo indecible para fastidiarlos. Se conservaban varios estandartes de Gryffindor, de colores escarlata y dorado ya desteñidos, con los que tío Sirius  había querido subrayar sus diferencias con el resto de la familia, que pertenecía por entero a Slytherin. Había muchas fotografías de motocicletas muggles, y también (para mi asombro) varios pósteres de chicas muggles en biquini. Me di cuenta de que eran muggles porque no se movían, con la sonrisa desvaída y los vidriosos ojos inmóviles en el papel, contrastando con la única fotografía mágica que colgaba en las paredes, en que aparecían cinco alumnos de Hogwarts, de pie y cogidos del brazo, riéndole a la cámara.

7. Evelyn Evans y las Reliquias de la MuerteWhere stories live. Discover now