15. El pasado regresa.

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Francesca.

— No había una receta más fácil? Esto no me va a salir. — Me quejo al leer las instrucciones  de la nueva receta que es carne al horno con verduras.

— Es lo que cenamos en una de nuestras citas, lo único que cambia es que esta vez es carne. — Recuerdo aquella cita y lo que nos preparó, pero yo no soy buena en la cocina como lo es ella.

— ¿Y si sale mal como lo de ayer? — Preocupada, así es como me siento en estos momentos con esta nueva clase de cocina. — Seguro me diste esta receta porque no querés pasar el fin de semana conmigo. — Sasha se niega divertida al escuchar mis quejas.

— No hay otra cosa que quiera más que pasar con vos esos días en el campo. — Dice al sentarse frente a mi, apoyando sus manos en mis piernas. — Además, esta receta es más fácil que la anterior. Te va a salir bien. — Por más que quiera darle mi atención sus manos sobre mi me distraen.

— ¿Estás segura que me va a salir bien? — Pregunto al encontrarme con ese verde de su mirada que me tiene cautivada hace meses.

— Tan segura como para decirte que vayas preparándote un bolso para el fin de semana. — Y esa sonrisa ladina me muestra que quiere el mismo resultado que yo, como también compartimos el sentimiento de querer otras cosas.

— Creo que nadie a tenido tanta fe en mi en la cocina como vos.

— Siempre hay una primera vez para todo. — Le creo, con ella tuve muchas primeras veces que espero no acaben.

— ¿A qué te refería con ese todo? — Apoyo mis manos sobre las suyas para darles un suave apretón.

— ¿Por qué te interesa saberlo? — Responde con otra pregunta. El verde de sus ojos se oscurece levemente y sus mejillas toman un tono rosado que resalta sobre su piel blanca.

— Porque me interesa lo que decís. Ahora respondeme, por favor. — Le pido, esperando una respuesta, esta vez, clara.

— No, debemos empezar con tu segunda clase de cocina. — Me esquiva la pregunta, con la pregunta reflejada en su rostro por lo que decido no insistirle.

Como le había pedido ayer a la noche después de la cena que no salió como esperábamos, hoy me encuentro una vez más en su departamento al darme ella una nueva oportunidad para cocinar, lo que nos lleva a otra clase de cocina.

Que Sasha sea mi maestra de cocina no era algo que me esperaba, por más de que ella supiera lo mala que soy preparando comidas.

Ella fue la que se dispuso a darme clases y estoy agradecida con esa iniciativa que tuvo, con que tomara parte de su tiempo para enseñarme a cocinar y verla con tanto entusiasmo, al igual que yo, al hacerlo.

Cocinar es algo sencillo para muchos, como lo será para mi más adelante, pero hacerlo con ella es lo que lo hace especial. Estar con ella es especial al igual que su esencia.

Aparte de enseñarme a cocinar, Sasha también  me está enseñando a ser más afectiva, a demostrar mis emociones y con ella me sale más fácil que con cualquier otra persona, ya sean familiares o amigos.

Ella me contagia su cariño, su ternura, su dulzura y me gusta la firma en que me lo transmite, haciéndome sentir plena, completa.

Estar en sus brazos es reconfortante. Es como un refugio donde puedo estar bajo una tranquilidad que me hacía falta, una paz que me llena, donde puedo sentir felicidad y mis emociones se revolucionan.

Ella se convirtió en mi refugio.

—  ¿Qué tenes pensado hacer en el campo? — Pregunto mientras Sasha busca entre los cajones lo que necesitamos para la receta.

Tristeza de verano. | +18Where stories live. Discover now