18. Erik suelta el chisme

Začít od začátku
                                    

Comimos hasta hartarnos y tener el estómago lleno no sólo me levantó el humor, sino que me hizo sentir con más energía. Ella nos hizo resolver los ejercicios de matemática y luego nos permitió jugar al parchis como recompensa. Tener a Sophie de amiga era como tener a una hermana mayor a la que de vez en cuando se le escapaban palabrotas.

Alrededor de las cuatro de la tarde recibí un mensaje de texto de Erik.

Erik: No estoy enojado. Vuelve.

Erik: Tenemos que hablar.

No le respondí. Él ya debía de saber que estaba con Félix. Si no era por intuición, seguramente por Drake, que se habría dado cuenta de que Félix salió a las ocho de la mañana de su casa en pijama y con prisa. Así que no había razón para hacerle saber que estaba bien. Y aún no estaba lista para salir de mi burbuja y enfrentarme a la realidad.

—¿Thea?

Levanté la vista de mi teléfono. Félix estaba jugando en la nintendo, sentado en el sofá. Yo estaba a su lado y Sophie en la cocina, guardando sus apuntes dentro de su mochila. Fue ella quien me había llamado.

—Iré a guardar mis cosas a mi habitación. ¿Quieres venir?

—Claro.

La acompañé, emocionada. La casa de Sophie era preciosa. No por su tamaño, aunque era grande, sino por su decoración. El tapizado de flores, la madera verde, las cortinas a cuadros y las plantas que le daban un aspecto hogareño. La habitación de Sophie estaba en el ático, como la mía y la de Erik, pero la de ella era mucho más grande y mejor decorada. Tenia el mismo tapizado de flores que la cocina, una cama de dos plazas con colchas de lana y un escritorio antiguo ubicado justo debajo de una ventana que daba a la casa de enfrente.

—Parece el cuarto de una princesa —comenté mientras exploraba alrededor—. Nada que ver con el mío.

Mi habitación en la casa de mi papá tenía los posters de 5 Seconds Of Summer colgados en la pared desde mis trece años y la de la casa de mi mamá tenía unas paredes anaranjadas para nada acogedoras con muchas plantas de plástico que en su momento consideré lindas.

—Sí. ¿Verdad? —Sophie dejó su mochila sobre la silla que estaba frente al escritorio—. Todos se sorprenden cuando ven mi habitación.

—No encaja con tu apariencia. No es que no parezcas una princesa —me apresuré a aclarar enseñándole las palmas—. Ciertamente, con ese cabello, y tu corona de trenzas si te ves como una. Pero me habría esperado una decoración más... ¿Alternativa?

Me arqueó una ceja.

—¿Con lápidas y esqueletos colgando de la pared?

Me alcé de hombros.

—Y a lo mejor algunas telarañas en el rincón.

Ella se sentó en el borde de la cama.

—Bueno, yo no escogí esta decoración, aunque me gusta. La casa era de mis abuelos. Y antes, de mis bisabuelos. Le hicimos refacciones, pero yo que tú, no usaría los tomacorrientes con entrada circular.

Me senté a su lado. El colchón se hundió con el peso extra de mi cuerpo.

—Antes de mudarme yo vivía en una casa así —le confesé mientras examinaba a mi alrededor el hermoso tapizado de flores, los muebles oscuros, las decoraciones. El lugar desprendía la palabra "hogar"—. Se fue pasando de generación en generación, hasta que llegó a mi padre. Pero cuando nos fuimos, él la vendió, así que ya no la tenemos.

—¿Te gustaba esa casa?

Estrujé la tela de mi pantalón. Como no hice tiempo de cambiarme, llevaba uno de pijama. Afortunadamente, no era tan alocado como el que llevaba Sophie, de estampado de gatitos.

Enredos del corazónKde žijí příběhy. Začni objevovat