17. Amor en tiempos de disputas familiares

15.1K 1.4K 1K
                                    

THEA

—No.

Normalmente, cuando alguno de mis padres me ordenaba hacer algo, no tendía a negarme. Sí a quejarme, tal vez, y a oponer mucha resistencia. Pero jamás había tenido un "no" tan fácil como ahora. Es como si la palabra hubiera estado en la punta de mi lengua, como si ya se hubiera visto venir lo que mi padre iba a decir y supiera que iba a necesitarla.

Papá, desde el otro lado de la llamada, enarcó una ceja. Podía reconocer su estudio detrás de él: las paredes blancas con cuadros de flores que había insistido en colgar una de sus exnovias un par de años atrás, los reflejos de luz multicolor que llegaban a través del vitral de la ventana a su izquierda, y la parte superior de la escoba eléctrica apoyada en la pared. Todo estaba igual a como lo había dejado y pese a extrañarlo más de lo que me gustaría reconocer, no estaba lista para volver. Y mucho menos ahora que comenzaba a llevarme mejor con Erik.

—¿Disculpa? Tú no eres la que decide eso. Tu madre y yo lo hacemos. Y créeme que ella estará encantada de tenerte de regreso, en donde se pueda asegurar de que cumplas un castigo por lo que has hecho.

Desde que papá había dejado a mamá, yo comencé a sentirme decepcionada con él. Ninguno de los dos me dijo jamás qué fue lo que hizo que se separaran y después de escuchar a escondidas y a medias conversaciones entré mamá y mi tía, donde mencionaban a otra mujer, jamás me atreví a preguntar. Desde entonces vivo decepcionada con él, con lo que sea que él hizo, porque asumo que él hizo algo. Y cada vez que conozco a otra de sus novias y me pregunto si acaso para él valió la pena terminar su matrimonio para salir con alguna de ellas, esa decepción crece un poco.

Lo quiero con cada pedazo de mi corazón y me duele pensar de esa manera sobre él. Pero hoy, después de amenazarme con hacerme regresar, después de haber visto el estado de nuestra antigua casa y haber guardado rencor contra él durante las últimas semanas, sentí que alcancé un límite. Ya no tenía la capacidad para dejarlo decepcionarme aún más.

—No puedes hacer eso. Me separaste de Erik sin preguntarme, me dejaste sin amigos mientras te divorciabas de mamá y ahora que estoy de vuelta aquí... ¿Quieres alejarme de él otra vez? ¿Te das cuenta de lo cruel que es, de cómo juegas con mis sentimientos?

Ladeó la cabeza y estrechó los ojos. Desde el teléfono era difícil saber si estaba enojado de verdad, o sólo estaba serio.

—¿Y desde cuando Erik y tú son tan cercanos? No se hablan desde la primaria..

Me aguanté las ganas de gritarle "¿Qué te importa?", porque eso no iba a ayudarme a ponerlo de mi lado.

—Desde siempre. Somos así.

Enseñé mis dedos del medio y el índice entrelazados. Me pareció oír a Erik tener un ataque de tos desde la cocina, pero no me distraje mirándolo. Estaba más enfocada en convencer a papá de que me dejara quedarme.

—¿No será que te gusta?

—¿Y qué si me gusta? ¿Nos vas a separar?

Se oyó un estruendo a mi lado, de vidrios chocando entre sí y rebotando en el lavabo. El ataque de tos de Erik volvió, esta vez más fuerte, y sentí cómo mis mejillas se calentaban en unos segundos. Me forcé a mantener la vista fija en la pantalla del teléfono, en la frente arrugada de mi padre, como si el contacto visual hiciera más creíble mi declaración. Podía arreglar esto después con Erik, inventarme algo. Mi prioridad ahora era no ser enviada de regreso a casa.

Papá bajó los hombros y dio una larga respiración antes de contestar.

—No, no voy a separarlos. —Se pasó una mano por el cabello, esquivó mi mirada un momento y luego volvió a prestarme atención—. Así que ustedes dos...

Enredos del corazónWhere stories live. Discover now