5. Erik celoso

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THEA

Había puesto nervioso a Erik y estaba segura de que esa era la razón por la que me odiaba.

Ser optimista no significaba que no me diera cuenta de las miradas de soslayo que me dedicaba cada vez que hablaba o la manera en la que intentaba evitar a toda costa coincidir conmigo en cada espacio. Incluso cuando hicimos nuestro camino de regreso a casa, Erik se cambió de lado intencionalmente para que Drake quedara entre nosotros.

Si su amigo se dio cuenta de eso, no lo demostró. Pasó todo el trayecto hablando, principalmente conmigo. Hizo muchas preguntas triviales, de la misma manera que la señora Nolan lo hizo en nuestro viaje compartido en su auto. Sólo que Drake se aseguraba de incluir de vez en cuando a Erik con alguna pregunta o comentario.

Desafortunadamente, siempre recibía las mismas respuestas: un gruñido o un farfullo que se suponía que debía significar algo.

Me pregunté si acaso durante esos años que yo no estuve alguien cambió a Erik por un hombre de las montañas. Eso habría explicado muchas cosas.

Cuando regresamos a la casa, Drake abrió la puerta por nosotros, aguardó a que entráramos y cerró detrás de sí. No recordaba que la sala de estar fuera tan caliente, pero sentí que me estaba cocinando viva en cuanto puse un pie dentro.

—Uff.

Suspiré y me quité el abrigo con prisa. Lo estaba dejando sobre la mesa cuando los pasos rápidos y sonoros se comenzaron a escuchar detrás de nosotros. Me volteé justo para ver a un niño bajar las escaleras y correr hacia nosotros.

¡Un fantasma!

Di un paso hacia atrás del susto, pero el niño pasó a mi lado sin notar mi presencia.

—¡Erik! —Se estrelló contra Erik y lo abrazó con fuerza. El muchacho soltó un quejido, adolorido por el golpe, pero le devolvió el abrazo. El impacto hizo que la nieve sobre su abrigo cayera en el suelo—. ¡Hice un fuerte en el parque! Tenía dos pisos y un calabozo con armas.

—¿Por qué el calabozo tenía armas? —preguntó Erik mientras se recomponía.

El niño tomó su mano y tiró con fuerza. Ahora que estaba a cierta distancia de él, pude verlo mejor. Era pequeño, de poco más de un metro de altura, de cabello negro, corto, revuelto y mejillas enrojecidas por la agitación. Llevaba un abrigo azul, lentes enormes y apremiaba al mayor como si se estuviera quedando sin tiempo.

Erik, sin soltar el agarre, dejó una mano en su cabeza.

—¿No saludarás a las visitas?

El niño se volteó y su rostro se iluminó en cuanto vio a Drake. Abrió la boca para decir algo, pero se congeló al verme. Cerró la boca de a poco y me miró unos segundos sin emoción, como si mi presencia fuera demasiado desconcertante como para siquiera procesarla. Luego, retrocedió, más cerca de su hermano, hasta que quedó medio escondido detrás de él.

—Hola —murmuró con timidez y desconfianza.

—Hola. —Sonreí—. Soy Thea. Y tú eres el hermano de Erik, ¿verdad? ¿Cómo te llamas?

Él no respondió en seguida, así que Erik movió un poco la mano de la que aún se sostenía el niño.

—Dile tu nombre —le animó.

—Olliver.

El y Erik no eran idénticos de la manera que solían serlo muchos hermanos y la diferenecia de edad hacía que fuera más difícil encontrar parecidos en los rasgos cuando el niño aún no terminaba de crecer. Pero había algo en la forma de sus ojos, ligeramente angulares. Los mismos ojos de la señora Nolan.

Enredos del corazónWhere stories live. Discover now