Capítulo 49

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—¿Queréis desenterrar y quemar el cuerpo de alguien? —preguntó Nit con sorpresa y diversión en la mirada. Soltó una risa teñida de aprobación—. No seré yo quien os lo impida. —Alzó las manos con recreación examinando las expresiones de sus rostros.

» Aunque mi pregunta es, creéis que haciéndolo el alma podrá abandonar este infierno, pero ¿y qué pasa con aquellos que no fueron enterrados sino incinerados? —Alzó las cejas a la espera de una respuesta.

Era una de las múltiples preguntas que se había hecho Isaac.

—Puede que aquellos que fueron enterrados estén ligados a sus huesos y aquellos que fueron cremados a sus cenizas o a la urna.

La parca asintió ante la posibilidad dándole la razón.

—¿Y a quién pensáis quemar? —Su mirada se había posado en Asia. Los ojos de la chica se abrieron al momento mientras negaba con la cabeza con movimientos pequeños pero a toda velocidad, rehuyendo la idea con temor.

Las mismas preocupaciones que había compartido con Isaac en aquella aula de su instituto tanto tiempo atrás seguían vigentes. Aunque ahora sabía que permanecer en la tierra era una condena, una cuenta atrás para la violencia y la locura, 'morir' era demasiado aterrador. Demasiado terminal. No había vuelta atrás.

Y si en aquel momento, después de vagar días y días sin rumbo, sin respuestas y en la más completa soledad, le había dado miedo, en ese momento, al lado de Áleix y Naia, de Isaac, cuando parecía que no todo estaba perdido y que la vida tenía pequeñas cosas que ofrecer... lo era todavía más.

¿Cómo podía decidir voluntariamente renunciar a todo? Nunca había querido morir.

—Los fantasmas parecen seguirme, así que solo hace falta encontrar a alguien dispuesto a probarlo.

«Alguien suficientemente desesperado como para aceptar».

La sonrisa de Nit se acentuó todavía más. Asintió en señal de conformidad.

—Que conste que no pienso cavar.



Tuvieron que alejarse casi cincuenta kilómetros de su ruta en dirección al cementerio de Greywood, alejado de cualquier núcleo urbano, para encontrar una tienda de jardinera y bricolaje donde adquirir todo lo necesario.

—Las palas en ese pasillo —señaló Áleix empujando el carrito de metal en esa dirección. Lo aparcó para examinar las distintas opciones disponibles.

—¿Dos? —preguntó Naia con fingida inocencia.

Áleix se giró hacia ella.

—Muy graciosa. Tres.

—Tenía que intentarlo —confesó escogiendo al azar una de las palas que parecía más contundente. La cambió de mano un par de veces para probar el peso antes de colocarla en el carrito, consciente de que no tenía conocimiento alguno relativo a escoger palas—. A ver si podía sumarme a ellos.

Asia se encogió de hombros con una cierta diversión.

—Privilegios de fantasma —murmuró sorprendiéndose de la certeza de sus palabras, de lo fácil que las había dicho y la falta de dificultad al pronunciar la verdad. Fantasma. Era un fantasma. Hasta el momento no lo había dicho en voz alta salvo esa primera vez cuando había intentado convencer a Isaac y había sido imprescindible usar el término.

También se sorprendió del comentario en sí, tan propio de Áleix y Naia, no de ella.

Isaac le regaló una sonrisa divertida y orgullosa a partes iguales mientras Áleix cogía dos palas más y Nit los observaba apoyado con comodidad en la estantería contraria.

Cuando la muerte desaparecióKde žijí příběhy. Začni objevovat