Isaac inspiró profundamente y se obligó a dejar de pensar en Elia. Estaba segura. Finalmente estaba segura. Y él tenía que centrarse.

Aunque una parte de él era reciente a abrirse, a compartir algo que parecía tan íntimo, se obligó a intervenir.

—Aunque los fantasmas se sienten atraídos hacía mí, no ocurre lo mismo a la inversa.

No hubo cambios en las expresiones de Naia y Áleix. No había motivo para que los hubiera. Por el contrario, una pequeña arruguita confusa decoró el ceño de Asia. El médium se giró hacia ella con los labios tensos.

—Dejé de sentirte cuando Alma te atacó en mi habitación —explicó—. Y no he sentido a ningún fantasma más.

La confusión se generalizó.

—Oh... Yo no... Yo sigo... —Las mejillas de Asia habían adoptado un tono rosado, su mirada avergonzada rehuyendo los ojos de Isaac. ¿Cómo...? Ella... Ella seguía notándolo. Una fuerza que tiraba de su cuerpo hasta él. Que la atraía, que la llamaba. Que los conectaba.

—¿Sentías a Asia como los fantasmas te sienten a ti? —preguntó Naia con escepticismo en su voz fruto de la sorpresa.

Isaac se obligó a mirar en su dirección.

—Sí.

—Ese día en el pasillo... después de que Elia se colara en el almacén... en el patio... —Naia unía cabos rápidamente— ¿la sentías?

—Sí. —Isaac volvió a girarse hacia la presencia fantasmal que descansaba a su lado—. Solo me ha pasado contigo. Hasta que Alma te atacó en la habitación. Pensé... pensé que te había dejado de sentir porque 'te había revelado', porque Elia, Naia y Áleix podían verte y eso de alguna manera había cortado la conexión; pero cuando empezaron a aparecer fantasmas en la granja y también podían verlos... no te hizo visible a sus ojos, hizo que sus ojos pudieran ver a todos los fantasmas. Así que no sé qué pasó.

Los ojos de Asia seguían revoloteando, avergonzados. Isaac sentía a través de sus manos unidas como su cuerpo se había tensado ligeramente.

—Así que... todos los fantasmas se sienten atraídos hacia ti, todavía ahora, pero tú solo sentías a Asia... —continuó Naia ajena al intercambio silencioso que estaban llevando a cabo Isaac y Asia. Desde que habían dejado a Elia en casa estaba más despierta, lúcida, hiperactiva. Su mente trabajaba a toda velocidad, finalmente sin el peso de la preocupación haciendo mella en ella.

—Parece —afirmó el chico.

Naia rumió durante unos instantes.

—Dijo... Dijo que eras un simple peón en el juego. Pero Isaac solo te sentía a ti y fuiste la única que vio a la mujer tras morir. Entró en cólera al verte...

Todos sabían de quién hablaba.

Alma.

Soltó un suspiro irónico.

—Sé... sé que rememorar lo que nos ha dicho no nos ayudará a «encontrar a la muerte» —dijo haciendo referencia a las palabras que había usado la mujer con Asia—, pero sé que sabía... sé que sabe cosas. Y que nos ha mentido más de una vez. O al menos nos ha ocultado la verdad. O la ha tergiversado. No lo sé...

Hubo unos segundos de silencio solo roto por el repiqueteo de la tormenta que asolaba el cielo. Las goteras se contaban por decenas, y aunque tanto Naia y Áleix se habían quejado a más no poder, Nit había decidido que pasarían la noche allí. Después había desaparecido por primera vez desde que había aparecido con la bruja que se encargó de Elia.

Cuando la muerte desaparecióМесто, где живут истории. Откройте их для себя