04. ¿Te quedas a cenar?

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– Vienes tarde– le dijo tan pronto lo vio llegar. Sherlock se pasó una mano por el cabello.

– Estaba hablando con John.

 Irene sonrió. Nada más. Y se puso a caminar a la delantera como si ella supiera hacia dónde ir. Eso sí era inquietante, pensó Sherlock. Pero tras dar unos pasos se frenó y lo miró como preguntando hacia dónde, entonces Sherlock se apuró y empezó a caminar a la par de ella. No hablaron, o no demasiado. Apenas unas pocas oraciones. Un "aquí a la derecha", "lindo lugar", "crucemos", "¿es lejos?", "no mucho", "¿tú vives cerca?", "no, al otro lado", "aquí es", "es un bonito jardín", "papá lo hizo". Y así llegaron a la casa de Sherlock.

 Su madre los recibió con más calma de la que Sherlock había imaginado, y agradeció internamente por eso. Guio a Irene hasta la sala y allí se acomodaron. Sherlock sacó sus libros e Irene sólo lo miró hacerlo. Sherlock se dio cuenta de ello, y no le molestó. Se aclaró la garganta.

–¿Entiendes algo de esto? – preguntó señalando las fórmulas desparramadas por las hojas blancas del manual.

 Irene separó sus labios lentamente y frunció apenas el ceño.

– Oh, no, no uses ese tono tan condescendiente, como si yo fuera una tonta.

– Bueno, por lo que has demostrado en clase no entiendes mucho de–

– Pero sé muchas cosas que tú no sabes– dijo Irene dejándose caer sobre el respaldo y cruzando los brazos sobre su pecho. Sherlock supo que no estaba ofendida, porque sonreía.

– Ah, ¿sí? ¿Cómo qué? – preguntó él intentando estar serio pero sin lograrlo. La mueca resultante lució linda para los ojos de Irene.

– Sexo, por ejemplo.

 La mueca de Sherlock se transformó. Se puso serio y sus ojos se abrieron un poco más de lo normal, intentó evitarlo. Sus fosas nasales se expandieron y sus labios se pegaron incapaces de responder. Ni siquiera hablaba sobre sexo con John e iba a hablar de sexo con ella, justo con ella. Ese día era un absoluto desastre.

 Irene rió y posó sutilmente su mano sobre el antebrazo de Sherlock, pero no la dejó quieta allí, fue más bien una caricia, mínima, apenas la yema de sus dedos rozándolo.

– No te asustes. No voy a hablarte de sexo, no tienes que alarmarte.

– El sexo no me alarma, puedes hablar de ello si quieres, no hay problema, di lo que quieras, no me incomoda, está bien, dilo– las palabras salían a borbotones de sus labios.

– No voy a hablar de sexo contigo– dijo Irene seria, Sherlock iba a replicar, pero entonces Irene sonrió– Y mucho menos cuando está tu madre aquí.

 Automáticamente Sherlock giró la cabeza casi haciéndose daño. Su madre rió al cruzarse con los ojos desorbitados de su hijo.

– Lamento interrumpir, quería saber si Irene se quedará a cenar.

 Sherlock no respondió, sólo volteó la cabeza de nuevo para ver a Irene. Sólo eso. Indirectamente Sherlock la estaba invitando a que se quedara a cenar. Irene sonrió.

– No, gracias. Mi hermana pasará por mí a las ocho.

– Entonces te quedarás a cenar– insistió la madre de Sherlock. – La cena estará lista antes de que te vayas.

– Puedo irme y esperar a mi hermana en–

– Ni hablar– insistió la mamá de Sherlock, él sonrió del lado que Irene no pudiera verlo, pero ella lo vio igual.– Puedes esperar a tu hermana aquí y puedes cenar con nosotros ¿Eres vegetariana? ¿O algún otro tipo de condición o preferencia? – Irene negó– Entonces no habrá ningún problema. Avisaré cuando la cena esté lista.

the girls are alrightWhere stories live. Discover now