00. Esperando por ella.

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 Tal vez era El Lago de los Cisnes. Tal vez no. Irene no tenía mucha idea sobre música clásica, y mucho menos sobre ballet. Le aburría. O no. Más bien lo que le aburría era esperar.

 Harriet Watson le había dicho que se vieran ahí, junto al salón de baile, para que le devolviera sus cosas. A Irene le daba igual. Si se lo había regalado en su momento era por algo, bien podía quedárselo. Pero al parecer Harry no quería quedarse con nada que en algún momento hubiera pasado por manos de Irene. Ella por su parte no pensaba devolverle ninguna de las cosas que le había dado, y Harry podía pensar lo que quisiera al respecto, pero Irene se las iba a quedar igual.

 Apoyó su mentón sobre su mano. Aburrida. Harry siempre tenía la costumbre de llegar tarde, ella también, claro, pero Harry más.

 Giró su cabeza y miró hacia el salón, de allí venía la música y como la puerta estaba abierta podía ver desde ese ángulo a las esbeltas muchachas bailando. Irene sonrió. Había salido con siete de ellas.

 Volvió a mirar hacia adelante y nada. Harry todavía no venía. Suspiró, tentada de irse, pero le agradaba un poco la idea de hablar con Harry una vez más, despedirse menos enojadas que cuando Harry la había dejado. Movió sus pies inquietos contra el piso. Esperaba que esto no fuera una jugarreta de Harriet para hacerla quedar en ridículo. Si era eso, Watson bien podía irse preparando para abandonar esta vida, o para quedarse calva, sin exagerar.

 Giró la cabeza hacia la puerta una vez más y vio a una chica pelirroja, no tan delgada como las demás, dar un giro espectacular en el aire. Si cuando volvía a mirar Harriet no estaba ahí, se iría y luego se encargaría de buscar explicaciones. Estaba a punto de mirar al pasillo, ya dispuesta a levantarse, pero no pudo.

 Irene lo conocía. Sherlock Holmes. Tenían clase de física juntos. Jamás le había llamado la atención, pero ahora era distinto. Era distinto a las otras chicas, tal vez porque no era una, pero bailando hasta lo parecía. Pero no lo era. Quizá eso era lo que le gustó a Irene, que de repente ese chico fuera así. Giraba soteniéndose en las puntas de sus pies, parecía que nunca iba a dejar de girar, sus rizos negros sostenidos por una vincha no estaban en su frente como de costumbre, pero se sacudían acompañando sus movimientos. Su expresión seria y concentrada, sus ojos abiertos, fijos, su postura recta, sus brazos posicionados con prolijidad a sus costados, su figura delgada marcada por la ropa ajustada, su piel pálida resaltando con el oscuro del conjunto.

 A Irene no le gustaban los chicos, desde siempre habían sido las chicas las que le gustaban. Irene podía nombrar cien y más cosas que eran mejores en las mujeres que en los hombres. Sherlock Holmes no se parecía en nada a muchos hombres que ella había conocido, pero decididamente no era una mujer, o no como alguna que ella hubiera visto antes.

 Aun así, le gustó.


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the girls are alrightWhere stories live. Discover now