Fiebre.

222 28 1
                                    

Buggy había estado días observándote.

Sus preciosos ojos agua te recorrían de arriba a abajo, perseguían cada pequeño movimiento que realizases desde donde estuviese. No te perdía de vista ni un solo segundo y, si llegaba a pasar, se impacientaba por el momento en que volvieras a aparecer dentro de su campo de visión.

El lado a lado de tus caderas con cada pisón donde tus pies te guiaban hacía el proximo destino era su perdición. Cada balance de las partes esponjosas de tu cuerpo movían sus pupilas automaticamente para analizar la manera en que rebotaban ligeramente.

Y por último, tu lindo rostro. Tus mejillitas rosadas, tus ojitos risueños que le miraban con tanta admiración y esos labios carnosos que le hacían querer mancharlos de pintura grasa personalmente hasta hacerte un desastre.

Sus piernas temblaban ¿eso no solo le pasaba a las mujeres? Algo raro le estaba sucediendo entonces. Movía los muslos inquietamente frente a todos, donde sus palmas deseaban descansar sobre la tela de cuero que le cubría.

Su rostro estaba hirviendo, de vez en cuando se sonrojaba de pies a cabeza quedando tan rojo como su redonda nariz. Aún así, sabía que amabas verlo de tal forma para burlarte de su "fiebre del amor"

Suspiró. Una sonrisa idiota estaba cruzando su rostro de nuevo, la gente de su tripulación murmuraba de ello.

Le miraste de reojo, dandole a entender el rato en que te enteraste de lo mucho que te ha mirado; su corazón saltó con anticipación. Sintió el palpito contra sus huesos, volviendose cada vez más fuerte hasta querer romperlo por dentro para lograr salir corriendo por ti.
La manera en que bombeaba sangre resonó en la isla donde habían decidido detener su viaje.

Diría que era una falla de los poderes que su fruta del diablo provocó, pero llevaba demasiado tiempo con este dulce dolor cardíaco que le generabas.

Tus pisadas cambiaron de dirección, dando una vuelta ligera sobre tus talones. Te encaminaste hacía él. Te estabas acercando a él.

El cesped bajo tus pies se meció con suavidad ante una brisa, Buggy se fijó incluso en ese pequeño detalle.

Su espalda se enderezó, apoyó la mano contra el tronco de un árbol junto a él. Intentó parecer relajado, en serio lo intentó. Su pecho subió y bajó en una respiración profunda para conseguir calmar sus nervios.

Tus manos aterrizaron justo allí, en su pecho. Esos dedos delicados lo delinearon por encima de su camiseta a rayas rojas, las yemas suaves paseandose por donde quisiera estar descubierto solo para que pudieses acariciarle sin ninguna estúpida tela.

Las lindas manos que desearía estuvieran tocando en otros lugares. Mierda.

Su estomago dio un vuelco, creía estar apunto de vomitar las mariposas que volaban alegres de un lado a otro dentro de él sin parar. Las mismas que pudo sentir al momento en que dijiste "acepto" frente a su mano temblorosa con un anillo esperando por ti.

— Ven conmigo. — Pediste, tu tono aterciopelado como una caricia a su oreja.

Sintió cosquillas, estaba inquieto. Se veía tan patético.

— A las bonitas como tú las sigo a donde sea.

Se supone que era un halago. O al menos eso creyó hasta que alzaste una ceja y mordiste el interior de tu mejilla.

— ¿Insinúas que sigues a cualquiera que se te pase por el frente?

Buggy rodó los ojos.

— Vamos, bebé. Era un decir ¿por que te pones tan celosa? — Bufó, sonriendo con diversión.

— Tengo mis razones.

— Llevamos dos años casados ¿que clase de razones? — Una palmada en la cabeza fue su recompensa. Él sabía "que razones" solo se hacía el idiota.

— Rápido, es importante.

Atrapaste su mano, tus dedos se deslizaron entre los suyos con una calidez que le hizo sentir sofocado de la manera más bella.

Amaba tomarte de la mano, una de las cosas que más adoraba de su relación, aparte de ADORARTE exclusivamente a ti.

— ¿Que tanto?

— Mucho.

— Dale un espéctaculo a Buggy el Payaso entonces, nene. — Canturreó.

Aprovechó el momento al que te diste vuelta, se desató de ti de un tirón con un único proposito. Atraparte desde atrás. Sus brazos se deslizaron por tu cintura con delicadeza, apoyó ambas manos en tu vientre caliente mientras olisqueaba aquel delicioso aroma a dulce que emanaba de tu ser. Mordió tu cuello en el proceso, haciéndote sentir risueña al dar cada paso en su camino.

Sus palmas te dieron pellizcos cariñosos aquí y allá, tenía la ventaja de tener manos grandes para ti. Dedos fuertes para tomar la porcelana de tu piel.

— Será divertido — Advertiste, haciendo una pausa donde te tomaste el tiempo de apoyar tus manos sobre las suyas, presionando ligeramente.

Odiaba decirlo, porque sonaba estúpidamente cursi. Pero le habías contagiado de la fiebre del amor ¿no?

𝑬𝒔𝒄𝒆𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 - 𝑩𝒖𝒈𝒈𝒚Where stories live. Discover now