Tus ojos en mí.

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Dormir con Buggy tenía ciertas consecuencias por las que dabas gracias el poder amanecer con ese hombre todos los días.

Sus manos reposaban una sobre la otra en el colchón gracias a la postura ladina que había adaptado durante la madrugada, se acariciaba mutuamente durante prolongados segundos y se detenía poco después.

Era realmente tierno cuando dormía, en muchas ocasiones, se veía como un niño flotando en una nube de ensueño. En otras, simplemente tenía pesadillas leves donde no hacía más que quejarse y fruncir el ceño mientras buscaba el calor de tu cuerpo.

Pero esta, era una de las veces donde podías decir que... sentía paz.

Una de sus mullidas mejillas descansaba sobre la acolchada almohada llena de plumas que le sostienen la cabeza con delicadeza y permiten que duerma sin impedimentos o dolores de cuello. Estaba levemente rosada en conjunto con la otra debido a las manchas de la pintura grasa que solía dibujar su eterna sonrisa, que no fue bien retirada. La noche anterior había caído con mucha lentitud y él arrastraba sus pasos cansados sobre el suelo hasta tirarse en la cama sin pensar siquiera en desmaquillarse; de hecho, tú lo hiciste mientras dormía.

Lo recorriste con los ojos, empezando en su rostro y acabando en la curvatura de su cintura que llevaba a aquellos gruesos muslos. Ojeaste un poco su pantalón de cuero caído hasta la mitad de su trasero, mostrándote el elástico negro de sus calzoncillos azules. Sonreíste ante ello y volviste a su cara, buscando con tus dedos donde empezar a acariciar. Elegiste aquellos mechones de cabello que caían por sus orejas, haciéndole cosquillas cerca del pendiente que portaba.

Sus largas pestañas aletearon ligeramente cuando sus parpados se tensaron, haciéndote pensar que estaba pronto a despertar. Por suerte así no fue, dándote oportunidad de admirar un poco más. Jugaste un rato con su cabello, suave y emanando aquel olor a Shampoo que tanto amabas aspirar. Agradable a tu olfato.

Los tirones de pelo te llevaron a su mejilla, rozándola con la punta de tus dos dedos hasta tomar la confianza de pellizcar suavemente. Buggy la infló durante un segundo breve, como si estuviese dándote el permiso de jalarla, de acariciarla un poco más antes de continuar con tu recorrido. Trazaste un mapa sobre su dulce piel, tocando cerca de las ojeras bajo sus ojos libres de cualquier pigmento antes de suspirar con lástima. Se tomaba mucho tiempo como capitán, descansaba poco.

Sus labios rosados y algo carnositos te daban espera, entreabriendose al roncar de manera baja y dejar salir el hilo de saliva que resbalaba por su comísura. Tu pulgar tiró del inferior hacía su mentón, sintiéndolo suave bajo tu tacto, tan dulce como la miel. Buggy se removió en la cama, emitiendo un sonido ronco que te hizo gracia. Tenían el espacio perfecto para darle paso a los suyos, como siempre colisionando en un beso cálido que terminaba en uno más agitado y al final, solo era Buggy diciendo "te amo, bebé"

Le siguió la barba rasposa de pocos días con la que chocabas constantemente de manera placentera ante sus cosquillas. ¿Debería afeitarla hoy? Sí, debería afeitarla y definitivamente le ayudarías con eso como era de costumbre. Aunque no se notase demasiado, era de un color azul muy claro que parecía desteñido si lo veías más de cerca. Te encantaban los detalles naturales que venían de él, como de que cada vello de su cuerpo era de ese hermoso color.

Arriba de ellos estaba su nariz, principal fuente de inseguridad que amabas con todo lo que tu corazón podía. Amabas a Buggy, amar Buggy significaba amar cualquier mínimo detalle en él, tanto perfecciones como imperfecciones ¡y es que simplemente no puedes ver imperfecciones de él! Así que dices, esa nariz hace de él un payaso ¿no? ¡Entonces también amas a Buggy el Payaso!

Tus dedos se deslizan desde aquel punto, dibujando la línea de su mandíbula colina abajo y siguiendo con la Nuez de Adán remarcada más allá. Cuando llegas al lugar donde termina su cuello, al fina logras tocar los inicios de aquel pecho que sube y baja lentamente con cada respiración dada, decorado por uno que otro vello que no te molestaba en absoluto.

Tu palma se ubica cerca de su pectoral, donde supones esta su corazón. Lo tocas con suavidad y rebuscas un poco hasta sentir sus latidos golpearte la mano detrás de los confines donde se encuentra. Van a la velocidad perfecta, bombea sangre como alguien debería hacerlo comúnmente. Pero logra sentirte a través de sus sueños, la yema ardiente de tus dedos sobre su piel, tu mirada clavada en su figura tumbada junto a la tuya. Es suficiente para que se agite notablemente, para que respire con más frecuencia como si acabase de correr un maratón y escuches el sonido de su corazón rebotar en esas cuatro paredes.

— Tranquilo... — Susurras. — Solo soy yo, cielo...

Buggy se remueve entre las sábanas, buscando desesperadamente encontrar tu cuerpo cerca del suyo sin saber que tendría éxito en menos de un segundo. Ahí estás. Sus brazos te aprietan contra su pecho, enreda sus piernas con las tuyas para aprisionarte dulcemente.

Sobas su espalda con un cariño casto, dejandote atrapar por la jaula de amor del payaso.

Repito, sentía paz, sencilla tranquilidad.

...

No, le das tranquilidad.

Esta iba a ser una mañana demasiado perezosa y larga. Por suerte para ambos, esas mañanas te encantan.

𝑬𝒔𝒄𝒆𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 - 𝑩𝒖𝒈𝒈𝒚Where stories live. Discover now