Pesadillas.

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No estaba listo para confrontar algunos sucesos de su vida.

Había presenciado cosas terribles desde que era apenas un niño sin la culpa de nada a su alrededor, que le atormentaban cada vez más con el paso del tiempo, acumulandose con los sucesos actuales hasta hacer de su cabeza un desastre.

Era tan común para él ver a la gente que amaba alejarse, desaparecer o ser arrebatados de su lado que, aunque quisiera, se volvía un recuerdo cada vez más constante. Y es que cuando eres pirata, no es seguro el hecho de que todos estarán bien cuando hay cientos de enemigos alrededor.

Pero él es capitán.

Siempre intentó solucionar las cosas que afectaban de una u otra forma a su tripulación de cualquier manera; todo el peso terminaba por caer sobre sus hombros y que volvía a aparecer cuando menos deseaba. Aunque estabas ahí para aliviarle de la forma que le gustaba, con algo de tu cariño para su adolorido corazón.

A Buggy nunca nadie lo amó. Y él no podría soportar perderte jamás. Eras más importante que cualquier otra persona y, a pesar de ser demasiado leal con sus compañeros, podría decir que te elegiría a ti de todos modos. Así que, otra vez, se llenó las manos de sangre contraria cuando intentaron tocarte un solo pelo y le llenaron de rencor.

Él ni siquiera lo pensó.

Pero, aún así, sabía que no siempre podría estar cerca para ser tu escudo protector.

Eso le aterraba.

Eras tan vulnerable, tan expuesta, tan... delicada como una porcelana ante los ojos de cualquiera. Fuera bueno o malo. La idea nunca terminó de gustarle. Y mucho menos, cuando lo horrible que se sentía su pecho hundido al sentir que te perdía de vista cada vez más se mezclaba con la amplia imaginación que tenía al dormir.

Dolía. Se sentía muerto por dentro.

Te estabas alejando, en serio lo hiciste tan frecuentemente. Se volvía bolita en el piso mientras sostenía su cabeza y los pensamientos revoloteaban por su mente. Y él, no podía dejar que nada te pasara mientras no estuviera contigo, porque notó como las personas que le querían ver retorcerse en el suelo te miraban con tanta perversión.

— ¡No! ¡No te vayas!

La hoja afilada de una daga resonó contra el piso de madera cuando intentó tomarla con esa mano temblorosa que se movía sobre la mesita de noche. No tenía una luz estable para contemplar más allá de lo que el fondo vasto y oscuro de su habitación le mostraba.

El corazón le latía a mil como si hubiese terminado de usar esas piernas larguiruchas para correr, su pecho subía y bajaba en respiraciones aceleradas que ahora nada en lo absoluto podía detener. Gotas cristalinas de sudor jugaban a las carreras en su abdomen, deslizandose a la velocidad que podían entre sus lindos trazos decorados con vellos azules.

Rebuscó algo de oxigeno en una bocanada, pero el aire no hacía nada más que quedarse atascado en sus pulmones. Las palmas le sudaban con molestia, se sentía pegajoso a su propio tacto y le asquearía si no fuera porque estaba demasiado distraído con la forma en que su cuerpo temblaba.

— ¿Buggy? — Tu voz se escuchaba tierna junto a él, le hizo voltear con lentitud y frotarse los ojos para desvanecer las lágrimas que le adornaban. — ¿Que pasa, cariño?

Suspiró.

— Perdón, bebé, no quería-... lo siento, perdón. — Toqueteó el resto de su rostro para recuperar algo de consciencia. Pero eso no quitaba el hecho de que podías ver con claridad lo acalorado que estaba. — No me pasa nada. — Negó con la cabeza. — Solo, carajo, hace demasiado calor.

— ¿Estas seguro?

— Solo fue un mal sueño, nena. No pasa nada.

— Puedo traerte algo para ayudarte a dormir o ¿que quieres que haga?

Quiso decir algo, pero las acciones tomaron el turno de las palabras cuando les unió en un abrazo donde sus fornidos brazos te mantenían pegada a él para no querer dejarte ir.

Tus manos se engancharon directamente en su espalda, sobando de arriba a abajo y viceverda para darle algo de consuelo. Las pesadillas se volvían cada vez más frecuentes, pero con el paso del tiempo notaste como tenías efectos especiales sobre él. Debías sacarle provecho a ello.

Lo arrullaste con sonidos dulces, besando tiernamente sus mejillas mientras él cerraba sus ojos para recibir todo el cariño posible.

— Solo fue una pesadilla ¿cierto? — Buggy asintió con lentitud, sorbiendo antes de apretarse más contra ti. — Tranquilo... puedo ir a la cocina por algo para relajarte ¿quieres?

Se encogió de hombros, cargando con el peso de tener que dejarte ir de una vez por todas.

Encendiste una vela pequeña para bañar el pasillo del barco que te guiaba a tu destino, encaminandote con cuidado de no ir a tropezar con algo en el camino. Habían algunos sobres de té a los que Buggy no tomaba mucha importancia, solo los compraba porque te hacía caso de prevenir. Te diste cuenta de que ese tipo de líquidos lograban relajarlo de sobremanera cuando los bebía. Tus manos se colaron en todos los cajones, palpando todos las bolsitas que encontraste hasta querer sentir las que buscabas realmente.

No podía relajarse contigo fuera, complementabas el momento. Decidió que también era su turno de levantarse de la cama, así que aquella bola de pelos azules te sorprendió en el lugar cuando entró por la puertecilla y sentiste su mentón sobre la coronilla de ti cabeza, escuchando un bostezo perezoso.

— Te dije que no era importante, muñeca. — Susurró, sus brazos te rodearon desde atrás para darte vuelta poco después. — Vuelve a la cama, me haces falta.

— Quiero que duermas tranquilo. — Le acariciaste el pecho, tocando la rígida piel de los músculos pequeños y bien proporcionados que había aquí y allá.

— Dormiré tranquilo contigo abrazandome. — Apoyó su mejilla en tu cabeza, cerrando los ojos con pereza. Por lo menos ya no se encontraba tan tenso. — Nene...
Canturreó.

— Eres demasiado testarudo. — Rodaste los ojos con diversión, dandole palmaditas en su pectoral amtes de depositar un suave beso sobre él. — ¿No te cansas de querer contradecirme nunca?

— No, lo hago por mi propio bien. — Sonrió. — Y ahora quiero tenerte para mí, o sufriré un infarto en medio de la noche con estas mierdas de mi cabeza.

Tu vista se fijó en su cabello desordenado, recorriendo con tu mirada su rostro adormilado.

— ¿No duele? — Sobaste su nuca con la diestra, jugueteando con el cabello que caía a su espalda.

— Un poco, en realidad. — Resopló. — No pensé que fuera importante de todos modos. Dormir contigo me hará sentir mejor ¿puedes...?

Buggy no tardaría en colocar sus palmas en tu trasero para darte un empujón sobre su cintura, ayudando a tus piernas a enredarse a su alrededor mientras tus manos tomaban sus hombros como punto de apoyo. Te dio un suave apretón.

Estabas con él, no mecesitaba nada más.

𝑬𝒔𝒄𝒆𝒏𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 - 𝑩𝒖𝒈𝒈𝒚Where stories live. Discover now