– Tú no tienes vergüenza, idiota – ofendió con desprecio al chico – Ya veo, ese es tu verdadero yo. 

Volvió a caminar y se quedó quieto otra vez al escuchar a Suho hablar.

– Esa noche… – Seojun se volteó – Cuando Se-yeon vino a verme… – se quedó callado. 

– ¿Ahora qué? – Pronunció Seojun y se acercó a Suho – ¿Inventas excusas después de todos estos años? ¿Tienes ideas de cuáles fueron sus últimas palabras? – elevó su voz demostrando su enojo pero está vez no era solo por la presencia de Suho, sino por lo que este dijo – “Suho me creerá”, esas fueron sus palabras. Él no sabía lo frío y egoísta que eres. – gritó las últimas palabras – Tenía fé en tí, así que corrió hacia tí. Nunca más digas el nombre de Se-yeon ¡Porque por tu culpa él murió!.

Sin más, se alejó de ahí. 

La mamá de Young-mi había ido a buscarla y se ofreció a llevar a Suho a su casa

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La mamá de Young-mi había ido a buscarla y se ofreció a llevar a Suho a su casa. Este, al no poder negarse, aceptó. 

El se había presentado hacia la mamá de la rubia muy educadamente y ella también se presentó amablemente.

Sin embargo, la confusión y preocupación se implantó en la mujer al ver a ambos jóvenes serios al arrancar el auto.
Intentó entablar una conversación pero al recibir simples "si" y "no" como respuesta se rindió y se ocupó de llevar al chico a su casa y de llegar ella con su hija a la suya.

– Nos vemos, Suho. Gracias por cuidar a mi hija – le agradeció y se despidió con su mano.

– Adiós , Señora Hwang. No hay necesidad de agradecer y chau Young-mi.

– Chau Suho, nos vemos en el colegio.

Después de dejar al chico y despedirse, se dirigieron hacia su casa dónde al llegar la rubia bajó del auto y se fue lo más rápido que pudo hacia su habitación, su lugar seguro. 

Ahí se permitió flaquear y dejar que sus rodillas tocaran el suelo. Ahí dejó de lado su máscara y mostró su tristeza y dolor.  Young-mi había logrado escuchar lo último dicho por Seojun.

“– ¡Porque por tu culpa él murió!.–"

Esas palabras se repetían en su mente. 

A pesar de que las palabras no fueran dirigidas para ella sintió como mil agujas se enterraban en su corazón al escucharla y un recuerdo que nunca pudo olvidar apareció de lo más profundo de su mente.

– ¡Por tu culpa él está muerto! ¡Él ya no está por tu maldita culpa!.

Le gritó su padre destrozado a la niña de 8 años que se encontraba sentada en el suelo en una posición encorvada con las rodillas pegadas cerca del cuerpo. Su rostro estaba cubierto de lágrimas mientras miraba hacia abajo con una expresión triste e inocente. 

𝑨 𝒃𝒂𝒅 𝒊𝒅𝒆𝒂 - Lee SuhoWhere stories live. Discover now