Copo de nieve.

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Las preguntas sin repuesta son las que mas atormentan, no por la respuesta en sí ,si no ,por las paranoias con las que las contestamos nosotros mismos.

                                                                                                                                                      ACRC.



Unas horas antes.

La mujer se paseaba con comodidad entre la bodega llena de telas y arreglos, los colores blancos llenaban la habitación haciéndola sentir como la única cosa con un poco de color entre tanta purificación, también como lo único sucio. No es que le incomodara el color, la simpleza del blanco era bonita pero la llevaba a pensar lo sucia que estaba y la pureza de la cual carecía ahora su ser, que manchado, ultrajado y marcado se estaba recuperando dejándole secuelas en una piel un tono mas claro donde surcaban las cicatrices y heridas (aun mas enormes y profundas) en su mente. Sin embargo, le alegraba que un Alfa como Orión la hubiera llamado para hacer tarea tan especial como preparar un pequeño arreglo para Phoebe, había casi brincado de felicidad cuando le ordeno hacer algo tan especial a ella. No le agradaba para nada los alfas, no le agradaba que Phoebe se viera envuelta con un Alfa pero si eso significaba su felicidad le ayudaría.

—¿Eso es todo lo que te faltaba?— la pregunta floto desde los labios de una muy cansada Stella, Baharí solo pudo asentir en su dirección.

Stella, era una de las mujeres humanas con la que ahora compartía habitación en la fundación. Sus ojos fueron en dirección a donde sus pantalones anchos caían sobre sus caderas sin poder evitar arrugar la cara en síntoma de un dolor empático, todas las humanas rescatadas estaban modificadas, los malditos habían encontrado la manera de hacerlas tan funcionales como los de su especie. No tenía claro si era recreación o el órgano como tal, lo que si tenia consiente era que ahora poseían un útero Omega dentro de ellas, que también entraba en un celo con frenesí, solo que el resto de su cuerpo no adaptaba a tal cosa cambiante, no tenían garras, no podían transformarse, no poseían ningún animal añorando salir de si mismas. No eran mas que cúmulos de carne, despegados, cocidos, desarmados y rearmados, odiaba tan solo imaginar el procedimiento y se repitió a si misma que tenia un poco de suerte al no ser parte de esas humanas experimento. Stella por su parte se percato de la mirada poco disimulada hacia su vientre y decidió que era hora de partir, no era ni la primera vez, ni la ultima en que alguien la miraría así pero no estaba dispuesta a tolerarlo.

—Nos vemos en casa, termino con el mantel y los platos—hablo fuertemente para que la escuchara y soplo un mechón que caía salvajemente por su frente. Todo sería mas fácil si tan solo supiera trenzar como su hermana lo hacia.

Su hermana, no tenía caso pensar en ella. No cuando ya no podía hacer nada por rescatarla, no cuando la vida se empeñaba en regresársela en otras personas, no cuando eso la desestabilizaría. Ella tenía que ser fuerte, tal vez solo tenía diecisiete años pero era alguien fuerte, alguien madura y no podía tener tiempo para lloriqueos. Sacudió la caja entre sus manos bajando las escaleras rumbo al sendero donde estaba preparando todo, entonces lo olio. El molesto olor que la ponía nerviosa, el sándalo se filtro hasta sus pulmones y contuvo la respiración fuertemente, lo menos que necesitaba era al Alfa merodeando cerca de ella pero no se rendía, lo había visto en la fundación, cerca de casa de Aeelen, en la panadería que frecuentaba, incluso una noche pudo oler la lejanía de la piña en su habitación, como si hubiera estado en esa habitación horas antes. El peso de la caja le fue arrebatado de las manos y ella solo lo miro con desprecio.

Un zorro para un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora