¿Le gustaba?

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La ansiedad proviene de un lugar obscuro, un lugar en donde se camina con zapatos que no te pertenecen.

ACRC.


Aire. 

Necesitaba el jodido aire.

Aire.

Sentía como si su garganta fuera una pajilla.

Aire.

Su garganta quemaba.

Aire.

Aire que no entraba a sus pulmones, sintió su omega hacer estragos dentro de ella, sus huesos comenzaron a arder, a encogerse, a quebrarse y crujir, todo le dolía la extensión de sus piernas se volvía delgada tan difícil de sostenerla, tan doloroso , el pelo creciendo en sus brazos, en su pecho, en todos lados.

Rojo.

Rojo.

Se estaba transformando, las personas a su alrededor murmuraban y agradecía que sus tímpanos pitaran para no escuchar lo que sabía que estaban diciendo "Es un ser asqueroso" tan pronto como estuvo sobre sus patas las garras abrazaron la tierra bajo estas. Sus ojos se dirigieron al barullo de personas que la rodeaban y corrió, corrió lejos de allí empujando en su paso cualquier cosa que se atravesara, sus instintos la llevaron al único lugar donde se sentiría ella misma, con Aeelen.

La mujer mayor había estado toda esa mañana tejiendo relajada en una mecedora bajo el árbol trasero de su casita, cuando diviso al pequeño animal rasguñando la puerta delante de ella sin siquiera notarla sus agujas cayeron por todos lados alarmada.

—¿Phoebe? — El animal estaba acelerado, respirando entre cortadamente y tenia los ojos húmedos como si tuviera los lagrimales marcados.

El pequeño zorro guerreaba desesperado, se retorcía en circulo y arañaba la puerta seguido de eso. Era rojo, su cola estaba esponjada de sobre manera y su gran tamaño decía que había terminado de crecer.

—Necesitas calmarte cariño, respira— la anciana se acerco lentamente, sentándose en el suelo y estirando sus envejecidas manos hacía el animal.

De repente el animal paro, enseñando los dientes y enfocándose en quien le tocaba, sus ojos divisaron esa cara familiar, su olfato le informo de esa cúpula materna que le rodeaba y entonces soltó un gañido, un sonido que se usa cuando un zorro reconoce a otro similar, un familiar; este sonó ronco, corto y aspirado pero fue suficiente para que la anciana soltara un suspiro de alivio, aún acariciándole, transmitiendo como podía tranquilidad.

—Mi niña, mi pequeño pichón. Todo esta bien, estoy aquí—

El animal bajo las manos comenzó a crecer a los pocos minutos, a estirarse, el pelo desaparecía de su vista y dejaba una piel lechosa bajo ella, rizos rojos enmarcaban una cara afligida y las esmeraldas verdes cubiertas de lagrimas no la veían directamente.

Aeelen tomo el chal alrededor de sus hombros, largo y obscuro cubriendo el cuerpo desnudo de la menor, pero ninguna se movió del allí, del frio suelo de tierra.

—¿Qué sucede Phoebe?—

Lo cierto era que no era la primera vez que la menor tenía uno de esos ataques, donde no podía respirar y pasaba horas y horas como un animal rasguñando y destrozando todo pero sí era la primera vez desde que se habían ido a vivir solas, estaba terriblemente preocupada. Cuando era pequeña creyó que algo había mal con su bebé pero fuera donde fueran les decían que estaba bien, que solo era un efecto colateral de la ansiedad.

Un zorro para un loboWhere stories live. Discover now