28. Los Verdaderos Amigos Nos Apuñalan De Frente

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Por ahí ronda una frase que dice "todo parece inevitable, hasta que finalmente ocurre", y bien esa podría ser la forma más apropiada de definir lo sucedido con Ryan.

Durante meses, él veía a Heather Novak desde la distancia; no desde las sombras como un completo acosador (para eso se necesitan cartas escritas con sangre y cuerdas para amarrar potenciales víctimas), sino como alguien que estaba cerca del círculo, pero siempre fuera de este.

Compartieron algunas fiestas, pero siempre desde lugares opuestos de la casa.

Compartieron equipo en algunas clases.

En algún punto, él tocaba en la banda escolar, y aportaba ritmo a las elaboradas rutinas de animadoras durante la temporada de fútbol americano.

Pero siempre existía una distancia, y no me refiero a la lejanía física, sino de grupos sociales: Heather era de la élite hermosa y popular, y Ryan un músico al margen de esa realidad.

Y sin embargo, el amor triunfó... y...

...y...

...y a ustedes no les interesa un carajo, eso, ¿no? ¿O más que a mí? Porque de poco importa su historia y sus giros, dramas y demás desafíos, porque esta no es suya.

Siempre vemos hasta el final en este tipo de tramas, ya sea en libros, series o películas.

Pero no siempre vemos, con algunas honrosas excepciones, las consecuencias más allá de los amantes imposibles: quién terminó decepcionado, quién acabó con el corazón hecho añicos, quien vio sus sueños desvanecerse: una realidad que jamás fue, y ahora, con certeza, nunca podrá ser.

¿Quién sabe a qué medidas drásticas puede llegar un hombre, una mujer, o en el caso que nos concierne, una chica de baja autoestima con alto intelecto pero pobre entendimiento de lo social?

A extremos inimaginables, inhóspitos, demenciales e impredecibles.

—¡No puedo creer lo que hiciste! —la madre de Allyson le gritó, a nada de lastimarse la garganta del volumen y del coraje, aquella mañana de fin de semana—. ¿¡En qué estabas pensando!? ¡Primero lo de la pelea con las animadoras y ahora esto!

Y la hija, de cabeza caída y mirada también, sentada en el sillón familiar. Le temía a esa estridente maternal cuando perdía la razón y se encontraba en modo de regaño.

Pero noten bien que el tiempo pasado en "temía" existe por una razón, y es que Allyson no le prestaba mucha atención a las ruidosas quejas de su madre. Por más fuerte que sonaba, en su cabeza, sus propios pensamientos y sentimientos de duda y de derrota los ahogaban.

—¿Cómo pude ser tan tonta? —la quinceañera pensó, y de hecho había perdido la cuenta del número de veces que se había preguntado lo mismo—. ¿Cómo pude pensar... eso? ¿Cómo me dejé a mí misma ver cosas que no estaban ahí?

En retrospectiva, le parecía dolorosamente gracioso. ¿Acaso en algún momento le aclaró la verdad? No. Solo se movieron los dos por suposiciones, y una se fue sumando con las demás, hasta que se hizo imposible el seguir evadiendo la realidad objetiva.

—Al menos puedo decir que sí me quería por mi talento —se consoló, sonriendo ante la enfermiza gracia que le hizo ante tal pensamiento.

—¿Qué te parece tan chistoso? —la madre le inquirió al ver el gesto en el rostro de su hija.

—¿Perdón?

—¿De qué te ríes? —Colleen le señaló.

—No... nada mamá, solo me acordaba de cosas de la escuela, y...

Un Club Entre DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora