capítulo tres

188 13 9
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


ADVERTENCIA: En este capítulo Sebastian Michaelis tiene un comportamiento acosador, por favor, no romantizarlo ni llevarlo a la realidad. Solamente es ficción. 



No sabías como habías sobrevivido al accidente. 

El carruaje había chocado brutalmente, aplastando a todos, menos a ti. Una enorme caja se salió de una embarcación, es como si algo hubiera escogido salir volando hacia esa dirección. Estabas en shock, procesando todo con una taza de té, temblando de miedo, viendo los tres tallos de té, con una manta, con lágrimas rodando, hipando. 

¿Qué harías ahora? No tenías a nadie, estabas sola, eras la última de tu familia. Apenas habías cumplido veinticuatro años, ¿en serio tus padres habían fallecido este fatídico día, en tu cumpleaños?

Apretaste tus labios tratando de no volver a sollozar, te quisiste acercar, pero te lo impidieron. Unos policías llegaron cuando te ibas a acercar a la escena del crimen a abrazar a tus padres para darles el último adiós. 

—¡Déjame ir por favor!—Comenzaste a patalear. —¡Suéltame...—Leíste su placa. —¡Abberline, suéltame!

—¿Qué se supone que haré ahora?—Preguntaste. —No tengo a donde ir. —Susurraste intranquila. 

Abberline sonrió tratando de tranquilizarte, pero tú solamente diste una mueca, no pudiste darle algo mejor debido a la situación, ahí es donde apareció un hombre bien vestido junto a un niño, frunciste todavía más el ceño. 

—Ellos te ofrecerán morada hasta que puedas ver que se puede hacer. 

Enarcaste una ceja, insegura. El niño estaba serio, no se lo veía de hacer buenas acciones. 

—No lo hago por caridad. —Abriste la boca ofendida. —Prefiero decirte la verdad antes que mentirte, quiero ver quien hizo esto, y tú serás mi primera testigo. 

Asentiste confundida. 

—Sebastian. —Miró al chico. —Acompaña a la chica a la mansión y dale una habitación y un baño, claramente necesita uno. 

El chico hizo una reverencia. 

—Yes, my lord. 

(...)

Estabas sentada en la tina, confundida, veías hacia la ventana.Viste tus manos y tus brazos, estaban heridos, te sentías tan ida, no sabías que decir, hace unas horas estabas dirigiéndome hacia un viaje familiar, y ahora estabas en una mansión desconocida. 

—Señorita _____. 

Te tapaste lo más rápido que pudiste, viendo como el mayordomo sonreía trayéndote la cena, no habías querido bajar a cenar, no te sentías con hambre. 

Oneshots  [Sebastian Michaelis y tú]Where stories live. Discover now