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80 días antes del juicio

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80 días antes del juicio.

22 de noviembre de 2011


Cuando Elías vio al H22 sostener la fotografía de su padre sintió que el nudo en su garganta se convertía en alambre de púas.

En el pasado, su padre fue secuestrado y dicho suceso se convirtió en la última de las motivaciones que Elías tuvo para dejar atrás el derecho y convertirse en policía. No se arrepentía de la decisión que tomó, su padre era uno de los pocos casos de sobrevivientes a un secuestro a manos del crimen organizado, y la templanza con la que, el hombre que le dio la vida, afrontó la situación, se incrustó en la determinación de Elías para buscar la justicia desde las calles y no en los tribunales. Sin embargo, ahora que había escarmentado en carne propia lo que los mudos eran capaces de hacer, la imagen de su padre entre las manos del H22 derrumbaba el arrojo con el que Elías había afrontado hasta ese momento la difícil situación en la que se encontraba.

—Parece ser que tu padre no aprendió la lección, es un necio, un maldito necio —exclamó el H22 mientras le sostenía la mirada a Elías y negaba al chasquear la lengua—. ¿Ya sabes que es el abogado que defenderá a Sebastián Meléndez? Al cabrón de tu padre le encanta meterse en lo que no le importa... o es que, ¿será que, al igual que a tu comandante, le importa más Sebastián que tú? Está muy preocupado por ganar la libertad de Sebastián, pero por encontrarte a ti no ha movido ni un solo dedo.

Elías no emitió palabra, en silencio, analizó las facciones del H22; no podía negar que le sorprendía la personalidad del chiquillo frente a él, no debía tener más de veinte años, no obstante, su comportamiento era como el de un hombre de cuarenta con el que la vida no había sido amable. En sus adentros, Elías se debatía si la edad del líder de los mudos representaba una amenaza o una ventaja, ¿acaso todo esa visceralidad que demostraba era solo una pose, un escudo con el que se protegía a sí mismo y a la organización de la que fue criado para dirigir?

—Tengo hambre, por favor —dijo Elías con voz quebradiza para continuar en el papel de víctima y, a la vez, para tratar de quitarle importancia al punto de debilidad en el que el H22 intentaba convertir a su padre. Sin embargo, su declaración tenía mucha verdad, ya había perdido la noción del tiempo, pero intuía que llevaba más de dos días sin ingerir bocado.

El H22 sonrió.

—¿Cómo está la relación con tu padre, Elías? ¿Te importa más un plato de comida que la vida del hombre que a ti te la dio?

—He hecho todo lo que has querido —la voz de Elías volvió a quebrarse, pero aquel no fue un acto fingido como método de supervivencia, aquella fue una reacción genuina de su cuerpo y de su espíritu, comenzaba a perder el control.

—Tengo que admitir que te luciste con las direcciones de las bodegas y casas de seguridad. —La sonrisa del chiquillo se amplió—. Ahora tenemos muy bien ubicado a Ramírez y a su gente... estamos por dar un paso muy importante, y si esta batalla la ganamos va a ser gracias a ti.

Trilogía Amor y Muerte lll: Los Hijos RedimidosWhere stories live. Discover now