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88 días antes del juicio

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88 días antes del juicio.

14 de noviembre de 2011


Como sucedió dos años atrás, esa noche, en el rancho de los Meléndez, se celebraba una cena que sería el banderín de salida de las aspiraciones políticas de Hilario; sin embargo, todo era distinto a lo que fue aquella primera cena, sobre todo en las formas y en las intenciones: dos años atrás, el padre de Sebastián buscaba la alcaldía de su municipio con el idealismo como bandera, lo hacía porque quería luchar, porque creía que alcanzar dicho poder sería suficiente para ganar la guerra en la que él y su familia comenzaban a verse inmiscuidos, pero fue aquella primera cena la que le abrió los ojos, cuando la verdadera lucha por ganar esa guerra dio inicio. Sebastián fue arrebatado de sus vidas durante aquella noche en la que anunció que buscaría convertirse en alcalde de municipio de la muerte, dicho suceso cambió sus vidas para siempre. Ahora, Sebastián estaba tras las rejas e Hilario a punto de anunciar que buscaría ya no solo la alcaldía de un municipio, sino la presidencia del país.

El idealismo de Hilario aún corría entre sus venas, aún creía que la situación por la que atravesaba el país podía cambiarse, no obstante, Hilario no era el mismo ingenuo que fue dos años atrás, era consciente de lo que estaba por enfrentar y, sobre todo, tenía bien claro el por qué deseaba alcanzar el máximo poder, pues llegar a la cima se había convertido en la única solución factible para blindar a su familia y para salvar a Sebastián de la podredumbre en la que naufragaba. Sin embargo, el que esa fuese la única solución factible lo hacía a la vez más complicado, cuando luchó por convertirse en alcalde quisieron arrebatarle la vida varias veces, esta vez no sería distinto e Hilario lo sabía muy bien, aquella vez hizo campaña creyendo que su hijo había muerto, esta vez la campaña sería con Sebastián vivo pero en la cárcel. Aquella vez fue un mártir, esta vez, sus enemigos, sin ningún ápice de misericordia, se encargarían destruirlo a él, a su imagen y a todo lo que quería. Pero ya nada ni nadie lo haría cambiar de opinión, la decisión estaba tomada, Hilario aceptaría con honor y valentía la última batalla y lucharía por ganarla hasta las últimas consecuencias.

—Hilario, ¿estás seguro de esto que vas a hacer, de esto que vamos a hacer? —lo cuestionó Dalia mientras le hacía el nudo de la corbata—. Aún estás a tiempo de decir que no, de pensarlo mejor, todavía podemos buscar otras soluciones.

—Entiendo tus dudas, mujer, entiendo que tengas miedo —respondió Hilario y acarició la mejilla de su esposa—, yo también he pasado por esos pensamientos y sentimientos, sin embargo, tú mejor que nadie debe saber que es la única forma, has recorrido este camino conmigo, desde que Sebastián volvió a nuestras vidas has luchado junto a mí. Queramos o no estamos inmiscuidos en esta guerra hasta las entrañas, ya no nos queda más opción que hacerle frente, ya no.

—Es que... —Dalia terminó con el nudo de la corbata y se dio la vuelta para mirar por la ventana a los selectos invitados que llegaban a la cena—... Es que, siento que esto es demasiado grande, la presidencia de un país es cosa sería, ¿en verdad estás listo para esto?, ¿en verdad estamos listos para esto?

Trilogía Amor y Muerte lll: Los Hijos RedimidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora